Escritor Español Petrusvil

No pongamos límites al hombre | Segunda parte

01/10/2021

Escritor Español Petrusvil

Poeta, escritor, divulgador y analista.
Tiempo de lectura 11 minutos.
No pongamos límites al hombre | Segunda parte
Russell Crowe interpretando a John Forbes Nash, ganador del Premio Nobel de Economía en 1994 en la película «Una mente maravillosa«

El acto humano clave para el progreso de la Humanidad en general y para la mejora del uso de los recursos disponibles en particular es la innovación. Para que haya innovación hay que generar nuevas ideas y para eso necesitamos más mentes. (No pongamos límites al hombre | Segunda parte). Esta entrada es la continuación de No pongamos límites al hombre: A más población más riqueza.

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No pongamos límites al hombre | Segunda parte

¡No es la sostenibilidad, estúpidos!

“No hay recursos naturales, la mente humana es el recurso fundamental porque ella,;y solo ella, crea todos los demás insumos económicamente valiosos que llamamos ‘recursos'».

Don Boudreaux, economista de la Universidad George Mason

El pensamiento erróneo, deprimente y culpabilizador instalado en la creencia común actual es que los recursos se agotan y no habrá recursos para todos. Sin embargo, como vimos en la anterior entrada no sólo se puede ser más eficiente en el consumo de los recursos disponibles sino que, además el hombre puede encontrar recursos nuevos que, o bien eran desconocidos, o bien no estaban a nuestro alcance debido a la ausencia del nivel científico y tecnológico para abordarlos o descubrirlos. Hay que quitar de la cabeza la angustiosa idea de que los recursos son finitos y se agotan, por lo que se cae en el absurdo de que la población no sólo debe dejar de crecer sino disminuir por un supuesto, y mal entendido, bien de todos.

La mente humana es capaz de encontrar soluciones para todo ello y mientras más seres humanos seamos muchas más ideas e innovaciones otrora impensadas o irrealizables estarán a nuestro alcance. La explosión demográfica a la vez que económica y de bienestar de la anterior centuria y comienzos de la presente así lo ha demostrado; apoyándose en crecimientos exponenciales de eficiencia en la generación de recursos muy superiores a las necesidades que el aumento de población requería en cada momento. Por eso, para la humanidad, crecer no es un cáncer sino una bendición. Como ya he dicho los recursos no se agotan sino que el hombre es capaz de crearlos.

Hoy en día, en que la clase dirigente ha volcado su mirada y sus quehaceres en los recursos naturales;poniendo todo el énfasis en la “sostenibilidad”, afirmar que la mente humana, a través de sus ideas,;es el recurso fundamental porque es la fuente originaria de recursos, es ir contracorriente pero es necesario. El enfoque no debería centrarse en la escasez de los recursos; sino en la maravillosa capacidad que tenemos los humanos para descubrir nuevos recursos y para mejorar la eficiencia en el uso de los recursos escasos. Ese es “leiv motiv” de la economía sobre la que se asienta el capitalismo que nos ha traído hasta aquí.

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Tener ideas novedosas es lo más fortuito que puedan imaginarse

El aporte de ideas, y la subsiguiente innovación que generan, no es algo que se pueda planificar o gestionar, de hecho, es literalmente impredecible. Es lo más fortuito que puedan imaginarse. Las ideas son algo misteriosas en su forma de aparecer. Recordarán la imagen típica de la bombilla encima de la cabeza feliz que la acaba de tener ¿verdad? Pues esta iconografía refleja maravillosamente el mundo de las ideas: No estaba ahí y de repente, sin saber como apareció… ¡eureka!. Claro que es el producto final del esfuerzo pero no sabemos cuando se “encenderá la bombilla”. Se basa principalmente en el generoso y paciente invento humano de la prueba y error. Y por lo general tropieza con grandes avances mientras buscaba otra cosa. Cosa inextricable ¿no?

Los inventos que nos hacen progresar son el resultado último de las ideas. ¿Han pensado alguna vez que la mayoría de la gente no inventa nada? Sólo un porcentaje ínfimo, en torno al 5% de la población, es capaz de inventar cosas nuevas o de mejorar las antiguas. Puede parecer extraño que en una especie que ha prosperado gracias a la ciencia aplicada y la tecnología,;solo una pequeña parte de la población sea capaz de inventarlas.

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El maravilloso vínculo entre los «ideantes» y los «socializantes»

El ideante ancestral – inventor prehistórico- que aprendió a usar el fuego y a calentarse,;iluminarse e incluso cocinar con él, o inventó la rueda y otras tantas cosas era el bicho raro de la tribu; pero la tribu aprendió a respetarlos porque en el transcurso de los tiempos se percató de su utilidad social. Las ideas y los inventos de estos homínidos tan “especiales” redundaban en el bien de la comunidad.

No perdamos de vista que no solo la innovación tecnológica provocada por los ideantes nos ha permitido llegar hasta aquí sino que la innovación social;que se ocasionaba grupalmente en forma de cooperación a partir de sus nuevas ideas y tecnologías fue,;de hecho, otro invento, quizás el más grande de la humanidad. El orden extenso y espontáneo del que hablaba Hayek.

Pero si bien el logro humano se evalúa en gran medida por el avance tecnológico,;es importante recordar que nuestra evolución se definió por la innovación social. Descubrir cómo arrojar una piedra era un problema técnico,;pero el uso de piedras para protegerse de los depredadores requería una solución social: su lanzamiento coordinado. Homo erectus inventó herramientas que eran superiores a las de homínidos anteriores. Pero la división del trabajo, obra de la mayoría previa ideación de unos pocos,;que mejoró la fabricación de esas herramientas y permitió a nuestros antepasados cazar animales grandes, fue completamente social. Así como el fuego incrementó nuestra capacidad para extraer calorías de los alimentos, si no se nos hubiera ocurrido utilizarlo para las reuniones sociales a la luz de la llamas nunca hubiéramos desarrollado las ricas y diversas culturas que permitieron hacer acopio de esos conocimientos.

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La tecnología es importante para facilitarnos la vida, pero el éxito de nuestra especie depende de nuestra capacidad para cooperar y organizarnos como sociedad. Hete aquí el crucial intercambio entre los «ideantes» y los «socializantes».

La realidad es que los individuos ideantes parecen tener más probabilidades de inventar una solución técnica que social. Esta afirmación reviste un carácter intuitivo difícil de rebatir pero es que los datos estadísticos también lo demuestran. Los individuos que tienden a solucionar un problema por sí solos tienen más probabilidades de inventar.

“Los ingenieros y científicos físicos muestran niveles más altos de rasgos autistas (uno de los cuales es la disminución de la orientación social);que las personas en humanidades y ciencias sociales. Como era de esperar, los ingenieros y científicos físicos también tienen más probabilidades que las personas de las humanidades y las ciencias sociales;de poseer patentes y también es más probable que innoven productos para su propio uso”

William von Hippel

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El «ideante» es un ser excéntrico, un tanto asocial y rallano en el autismo

El arquetipo del humano generador de ideas, innovador e inventor, es un ser excéntrico; generalmente hombre – no se me echen encima las feministeas que ahora lo explico-; un tanto asocial y, en cierto modo, rallano en el autismo; y, finalmente, enfocado hacia la cosas más que hacia las personas. Desde luego el otro arquetipo, el social – que llamaré “socializante”- es tan importante como infinitamente más numeroso que el reducido grupo de “ideantes” – los llamaré así-.

En cuanto a lo de las diferencias sexuales. En general, las mujeres son más sociables que los hombres. Si hablamos de preferencias laborales, por ejemplo, las unas están más interesadas en trabajar con otras personas,;mientras que los otros lo están en trabajar con cosas, como herramientas y computadoras. Como dato estadístico los hombres tienen de cuatro a diez veces más probabilidades de caer en el espectro del autismo que las mujeres. Otro dato estadístico es que las féminas representan tan solo un 10% en el volumen de patentes a nivel mundial. Esta discrepancia no puede explicarse completamente por la tan manida discriminación de la mujer: la proporción de patentes poseídas por «ingenieras»;a nivel europeo representa tan solo una cuarta parte de la proporción de mujeres ingenieras en la población activa. En resumen, parece que la innovación técnica está desproporcionadamente dominada por los hombres, algo más autistas ellos.

Los individuos con cierto grado autista tienden a mostrar una combinación particular de los «cinco grandes» rasgos de personalidad. Suelen ser «más neuróticos y menos extrovertidos, desagradables, concienzudos y poco abiertos a la experiencia social». La falta de afabilidad, en particular, es un rasgo psicológico que favorece la invención y la innovación. Las personas «desagradables», según señaló el escritor Malcolm Gladwell, generalmente no necesitan la aprobación de los demás. Sin embargo, hoy se discrimina y se estigmatiza al que no es empático y bonachón, por no decir buenista; o al que es introvertido y no alegre, vamos, al serio de toda la vida.

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«Si no te importa un ápice lo que tus compañeros piensan de ti, eres esencialmente un sociópata. Pero también es una condición previa para hacer cosas extraordinarias».

Malcolm Gladwell

«La creatividad tecnológica, como toda creatividad, es un acto de rebelión»

En palabras de Joel Mokyr (1990, The Lever of Riches) «la creatividad tecnológica, como toda creatividad, es un acto de rebelión». En otras palabras, y esto es muy importante, a los ideantes se les debe permitir hacer cosas que otros desaprueban sin ser sometidos al oprobio social. Los socializantes, la gran mayoría, auspician el ser agradables y la innovación social. Los ideantes, en cambio, son “desagradables” y facilitan las innovaciones técnicas. Y aquí está la clave: Si la presión social, incluidas las normas, las costumbres y los códigos de lenguaje, tales como el tan manido lenguaje políticamente correcto, impide que prosperen las personas con más tendencias autistas y desagradables – los ideantes- la sociedad tenderá al estancamiento tecnológico. Sensu contrario, una sociedad que tolera el desacuerdo y la rareza (así como el neuroticismo y la introversión) aumentará su potencial de innovación tecnológica.

Las sociedades libres, es decir abiertas e integradoras, tienen una gran capacidad de acoger a personas desagradables, son conscientes de su necesidad. Pero desde los inicios del s. xxi ha habido un cambio radical. Nos hemos vuelto menos tolerantes con las excentricidades, las vehemencias y los creativos exhabruptos, lo que podría tener profundas consecuencias para el futuro de la invención y la innovación. Es más, la actual exclusión social, tanto en la sociedad como en las redes sociales del discrepante, o del “rarillo” porque piensa distinto a todos, no solo merma el flujo libre de ideas sino que corta el fecundo circuito entre “ideantes” y “socializantes” del que hablo.

Para que conste, creo que sería un tremendo error eliminar de las universidades y el sector privado – como parece que se está haciendo- a los individuos con comportamientos excéntricos o puntos de vista opuestos, por ejemplo, sobre temas sociales, tan ideologizados por otra parte hoy en día, como la raza, el feminismo o la homosexualidad. La humanidad no puede renunciar a una nueva cura para el cáncer o a una nueva fuente de energía abundante y confiable porque los investigadores involucrados sean de alguna manera censurables o sencillamente excluidos. En otras palabras, no debemos sacrificar el progreso en el altar de la buenitud en las formas y maneras.

Incluso los gobiernos pueden aspirar, crear y perfeccionar innovaciones de enorme importancia… Las armas nucleares fueron un ejemplo, llegada a la luna otro, y en la práctica ambos logros utilizaron muchos contratistas del sector privado. Aunque inicialmente no tuvieran valor para el consumidor o sus objetivos fueran censurables han sido fuente de inventos tecnológicos que han revertido en la sociedad.

La cruda realidad es que el aporte de ideas paradigmáticas no sucede muy a menudo, y que con mucha frecuencia los inventos y descubrimientos surgen por serendipia y del intercambio de ideas, y son empujados, arrastrados, moldeados, transformados y llevados a la vida por personas que actúan como individuos, empresas, mercados, etc.

No pongamos límites al hombre | Segunda parte

Isaac Newton fue indiscutiblemente genial y decididamente raro. Inteligente, solitario, triste, puntilloso hasta la paranoia, distraído, capaz de las excentricidades más fascinantes.

A más población más genios

Aunque pueda resultar inquietante darse cuenta de que la invención y la innovación, en gran medida, dependan del azar – o, incluso, de una mutación genética relacionada con el autismo- debemos darnos cuenta de que se fundamenta en la conexión íntima entre el crecimiento de la población y el aporte que una mayor cuantía de ideantes genera y que conduce a unos niveles de vida más altos.

Es muchísimo más probable que surjan ideantes que conduzcan a nuevos inventos e innovaciones en una población de 7.800 millones de personas que viven hoy que en la población de 300 millones que vivían en la época de Cristo o César Augusto.

Tanto el autismo como los rasgos de personalidad de los ideantes parecen ser altamente heredables. Muchas de las personas que probablemente se convertirán en inventores e innovadores tecnológicos parecen haber nacido con esa aparente tara. Eso ayudaría a explicar por qué la sociedad nunca puede saber de dónde vendrán las ideas inventivas e innovadoras y por qué es tan difícil para los gobiernos de hoy diseñar programas destinados a estimularlas.

Pero los gobiernos ahora parecen más interesados en la disminución poblacional y en la sostenibilidad, con lo que a medio plazo estarán laminando la tan necesaria aparición de individuos “ideantes” que son la fuente de nuestro progreso y de la invención de nuevos recursos utilizables – o de mejoras más eficaces en el uso de los actuales- para que los “socializantes” hagan mejor su, también impresionante, labor.

Y así, para maximizar la invención y la innovación, no solo debemos rechazar las restricciones cada vez más dogmáticas y excluyentes sobre el comportamiento, las ideas, y la libre expresión de las mismas por los individuos excéntricamente discrepantes. Eso requiere que debemos combatir el creciente movimiento anti-natalista (no sólo los proabortistas, sino los partidarios de la disminución de la población – o eutanasistas; una de las fuentes de transmisión social de ideas y experiencias son nuestros mayores-) que quiere restringir las tasas de natalidad y ve la fecundidad de nuestra especie principalmente como una amenaza para el planeta.

No pongamos límites al hombre | Segunda parte

El desacuerdo es la madre de la creatividad

Las escasez de ideantes dentro del magma poblacional no sólo requiere de su aceptación, protección incluso, sino que, mientras más seres humanos haya en la tierra más ideantes habrá y más posibilidades tendremos no ya de progresar sino de llegar a sobrevivir como especie. Y, aun así, muy de vez en cuando, en el «tempus homini» aparece una mente excepcional que proporciona un salto cuántico a la humanidad. Así que imagínense que pasará si nos «despoblacionamos».

Debemos superar el miedo a la aparente falta futura de recursos naturales, al crecimiento natural de la población, a la enriquecedora discrepancia y a los individuos excéntricos y sus ideas, excepcionales y únicas. No hay escasez de recursos naturales sino escasez de individuos excepcionales.

El desacuerdo es la madre de la creatividad y la invención, mientras que el consenso – obligado, excluyente y dogmático- que nos aplasta hoy, que lo niega y lo estigmatiza es la muerte en vida, el pandemonium futuro de nuestra especie.

(FiN) No pongamos límites al hombre | Segunda parte

P.D.- No me olvido de un tipo especial de «socializantes», de rarísima y genuina ternura, como son los que padecen del síndrome de Dawn. También, por cierto, al borde de la extinción por su inclemente aborción generalizada.

FiN

No pongamos límites al hombre: A más población más riqueza