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La Teoría Crítica de la Raza envicia la Iglesia

29/01/2023

Escritor Español Petrusvil

Poeta, escritor, divulgador y analista.
Tiempo de lectura 18 minutos.
La Teoría Crítica de la Raza envicia la Iglesia
Robert McElroy ordenado Cardenal por el Papa Francisco.

Tabla de contenidos


El Papa Francisco nombró Cardenal a Robert McElroy tal parece que para revolucionar, y queerizar, la Iglesia Católica. (La Teoría Crítica de la Raza envicia la Iglesia)

La Teoría Crítica de la Raza envicia la Iglesia

Este ensayo en la revista jesuita América, por el Cardenal Robert McElroy de San Diego (arriba, siendo nombrado cardenal por el Papa Francisco), trae las dudosas ideas de la Teoría Crítica de la Raza (TCR) a la vida de la Iglesia Católica Romana. Es un documento asombroso que deja al descubierto la agenda del Papa Francisco, quien nombró cardenal a ese mismo McElroy, y sus partidarios tal parece que para radicalizar el catolicismo. Esto es algo a lo que todos debemos prestar atención, incluso los no católicos. Los despertados (woke) están asaltando la ciudadela de la religión occidental.

Diálogo sobre las estructuras y culturas de exclusión (ideario woke)

El lenguaje en sí mismo es una gran revelación. Vea las palabras y frases que he resaltado del ensayo, seleccionado para Udes.:

Es importante en esta etapa del proceso sinodal que la comunidad católica en los Estados Unidos profundice nuestro diálogo sobre estas estructuras y culturas de exclusión por dos razones. La primera es continuar contribuyendo al discernimiento universal sobre estos temas, reconociendo que estos mismos interrogantes han surgido en muchas naciones del mundo. La segunda razón es el reconocimiento de que, dado que el llamado a la sinodalidad es un llamado a la conversión continua, reformar nuestras propias estructuras de exclusión requerirá un largo peregrinaje de oración sostenida, reflexión, diálogo y acción, todo lo cual debe comenzar ahora.

Tal peregrinación debe estar imbuida de una abrumadora dedicación a escuchar atentamente al Espíritu Santo en un proceso de discernimiento, no de acción política. Debe reflejar la realidad de que somos parte de una iglesia universal y jerárquica que está unida en un camino de fe y comunión.

La llamada al «diálogo» es una trampa tal como los fieles protestantes ya han podido comprobar al ver cómo sus propias iglesias se derrumbaban durante las últimas dos o tres décadas,. Dicen que solo quieren hablar, pero a estas alturas, cualquiera con medias entendederas entiende que el «diálogo» es una táctica que se usa solo hasta que la izquierda gana el poder, después de lo cual el diálogo termina y empieza el totalitarismo de sus ideas. El uso del término «estructuras de exclusión» es pura Teoría Crítica de la Raza (TCR). Y, por supuesto, construir la discusión sobre la Verdad es un «viaje» que va en una sola dirección: La imposición woke a la Iglesia..

Más:

Una cultura sinodal exige escuchar, una escucha que no busca convencer sino comprender las experiencias y valores de otros que los han llevado hasta allí.

La Teoría Crítica de la Raza envicia la Iglesia

Ah sí, «experiencia vivida«. En principio, no hay nada de malo en escuchar a la gente hablar sobre sus experiencias. Eso no es lo que está pasando aquí. Algunas «experiencias y valores» son más valiosas que otras en el mundo woke en el que mientras se ensalzan las experiencias de los victimados se condenan al ostracismo las experiencias de los supuestos victimadores. Jamás habrá diálogo con esta cultura del odio al otro. ¿De verdad creen que las personas que afirman el Catecismo y el Magisterio de la Iglesia, o los tradicionalistas litúrgicos, serán atendidos por esta gente de cristianismo vahído que dirige el proceso sinodal?

Y de todos modos, ¿cuál es el objetivo de «escuchar»? En este caso, no es para ayudar a los laicos católicos a vivir mejor las verdades enseñadas por la Iglesia sino para traer al centro de la tienda de la Iglesia a los que no las siguen, ni intención tienen de seguirlas: El propósito de enmienda no va con estas “periferias”.

Pero vean de qué se trata:

Una vía para levantarnos y sanar los patrones y estructuras de marginación en nuestra iglesia y nuestro mundo es traer sistemáticamente las periferias al centro de la vida en la iglesia.

Todos hablan de la misma manera, estos sinodales han sido ideologizados por la TCR. Esto podría haber sido generado por un monótono ChatGPT en modo wokista: Inclusión, interseccionalidad (raza, sexo, clase, origen nacional y orientación sexual), diversidad, equidad (que el sustituto equivalente a la igualdad comunista), los derechos de las personas trans, la homosexualidad y las mujeres que eligen qué hacer con su propio cuerpo. Generismo y racismo en un mismo tocho.

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La bomba generista de las mujeres de la ordenación de mujeres

Aquí hay una bomba generista:

Los diálogos sinodales han reflejado un apoyo generalizado para cambiar estos patrones de exclusión en la iglesia mundial, así como para modificar estructuras, leyes y costumbres (de la Iglesia) que limitan efectivamente la presencia de la rica diversidad de dones de las mujeres en la vida de la comunidad católica. Hay llamados para eliminar reglas y acciones arbitrarias que excluyen a las mujeres de muchos roles de ministerio, administración y liderazgo pastoral, así como para admitir mujeres al diaconado permanente y ordenar mujeres al sacerdocio.

El Papa San Juan Pablo II dijo que la cuestión de la ordenación de mujeres estaba cerrada definitivamente. Supongo que no. En su párrafo siguiente, el Card. McElroy dice que todo lo relacionado con las mujeres que «no esté excluido doctrinalmente» debería estar sobre la mesa. Se podría decir que ese fue su guiño a la prohibición de la ordenación de mujeres, que JP2 ha afirmado con autoridad que no es ontológicamente posible. Pero, ¿por qué McElroy lo mencionó en primer lugar? es serpentino: ¿otra manzana?.

Bueno, he aquí por qué. Sigue leyendo:

La cuestión de la ordenación de mujeres al sacerdocio será una de las cuestiones más difíciles que enfrentarán los sínodos internacionales en 2023 y 2024. Se hizo un llamado a la admisión de mujeres a las órdenes sacerdotales como un acto de justicia y un servicio a la iglesia. en prácticamente todas las regiones de nuestra iglesia mundial. Al mismo tiempo, muchas mujeres y hombres que participaron en el sínodo se mostraron favorables a reservar el sacerdocio para los hombres de acuerdo con la acción de Cristo y la historia de la iglesia.
Es probable que el sínodo adopte esta última postura debido a su arraigo en la teología y la historia de la iglesia. Cualquiera que sea la posición que surja del discernimiento sinodal sobre esta cuestión, la realidad sigue siendo que los diálogos sinodales han pedido a la iglesia que se mueva en dos direcciones contradictorias sobre esta cuestión. Durante el proceso sinodal de los próximos dos años, Dios tendrá que agraciar profundamente a la iglesia si queremos encontrar la reconciliación en medio de esta contradicción.


¿Ves por qué camino nos pretende llevar? Hay que reconciliarse con aquellos que disienten de la enseñanza católica autorizada y establecida desde hace mucho tiempo, profundamente arraigada en la teología y la historia de la Iglesia (como reconoce el cardenal). Reconciliación aquí, y siempre, ha significado la aceptación de la postura del otro. Y esto significa que, puesto que ambas posturas son excluyentes, la única reconciliación posible es la rendición del otro.


Queda claro, por la forma engañosa en que el cardenal ha redactado su tratamiento del tema, cuál es su posición al respecto. Está apoyando una enseñanza que la Iglesia ha dicho definitivamente que está permanentemente cerrada para una posible revisión. No hay un conflicto real aquí en términos de lo que debería hacer la Iglesia Católica. Que el cardenal lo presente como tal, incluso expresado en calificaciones, es una revelación clara de sus malévolas intenciones.

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LGTBi y divorciados

Finalmente llegamos al argumento mayor del ensayo:

El informe de los diálogos sinodales de la Conferencia de Obispos Católicos de EE. UU. señala un elemento adicional y distintivo de exclusión en la vida de la iglesia: “Aquellos que son marginados porque las circunstancias en sus propias vidas se experimentan como impedimentos para la plena participación en la vida. de la Iglesia.» Estos incluyen a los que están divorciados y vueltos a casar sin una declaración de nulidad de la iglesia, miembros de la comunidad LGBTi y los que están casados por lo civil pero no lo han estado por la iglesia.

Estas exclusiones tocan importantes enseñanzas de la iglesia sobre la vida moral cristiana, los compromisos del matrimonio y el significado de la sexualidad para el discípulo. Es muy probable que las discusiones de todas estas cuestiones doctrinales se lleven a cabo en las reuniones sinodales de este otoño y el próximo año en Roma.

Pero la exclusión de hombres y mujeres por su estado civil o por su orientación/actividad sexual es una cuestión eminentemente pastoral, no doctrinal. Dadas nuestras enseñanzas sobre la sexualidad y el matrimonio, ¿cómo debemos tratar a los hombres y mujeres que se han vuelto a casar o LGBT en la vida de la iglesia, especialmente con respecto a las cuestiones de la Eucaristía?

“Enlarge the Space of Your Tent” (Amplía el espacio de tu tienda: es el lema del próximo Sínodo)) cita una contribución de la Iglesia Católica de Inglaterra y Gales, que proporciona una guía para responder a este dilema pastoral: “El sueño es el de una iglesia que vive más plenamente una paradoja cristológica: proclamar audazmente su auténtico enseñanza y al mismo tiempo ofrecer un testimonio de radical inclusión y acogida a través de su acompañamiento pastoral y discernidor”. En otras palabras, la iglesia está llamada a proclamar la plenitud de su enseñanza al tiempo que ofrece un testimonio de inclusión sostenida en su práctica pastoral.

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La eucaristía en pecado para todos


Esa persistente e insidiosa palabra de moda otra vez: «inclusión». Siempre es una excusa para derribar barreras, sin importar los fundados motivos por las que se colocaron allí. Aquí está el punto clave:

El primero es la imagen que nos ha propuesto el Papa Francisco de la iglesia como hospital de campaña. El imperativo pastoral primario es curar a los heridos. Y el poderoso corolario pastoral es que todos estamos heridos. Es en este reconocimiento fundamental de nuestra fe que encontramos el imperativo de hacer de nuestra iglesia una de acompañamiento e inclusión, de amor y misericordia. Las prácticas pastorales que tienen el efecto de excluir a ciertas categorías de personas de la plena participación en la vida de la iglesia están en desacuerdo con esta noción fundamental de que todos estamos heridos y todos necesitamos sanación por igual.

«Para curar a los heridos». Sí, eso es correcto. Pero, ¿cómo cura la medicina de la Iglesia? En la enseñanza católica (y en la enseñanza ortodoxa), uno debe estar en estado de gracia para recibir dignamente la Eucaristía. Los ortodoxos no usan esa frase, pero estamos de acuerdo con los católicos en que para recibir la Eucaristía, uno no debe estar en pecado grave. Eso significa que uno debería haberse confesado y estar seriamente comprometido con el “arrepentimientoy el propósito de enmienda”. 

La Eucaristía no es una píldora mágica que te cura sea cual sea tu disposición interior. Si no reconoces que tus pecados son pecados, y/o no estás dispuesto a esforzarte por alejarte de tus pecados y vivir una vida santa, entonces la Eucaristía no te hará mucho bien, y de hecho podría hacerte daño. San Pablo escribe en su primera carta a los Corintios:

“Por tanto, cualquiera que coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será culpable de profanar el cuerpo y la sangre del Señor. Que cada uno se examine a sí mismo, y así coma del pan y beba de la copa. Porque cualquiera que come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe juicio sobre sí mismo. Por eso muchos de vosotros estáis débiles y enfermos, y algunos habéis muerto”

(1 Cor 11, 27-30).

¿Importa el estado del alma del comulgante cuando se acerca a la Eucaristía? San Pablo dice que sí, es un asunto de gran importancia. Andrew Sullivan en su podcast, desestimó la condena de las Escrituras al sexo homosexual como «solo por unas pocas líneas de San Pablo». Si esa es la actitud hacia la enseñanza del Nuevo Testamento (respaldada por la autoridad interpretativa de la Iglesia), entonces todo vale. Reformar la disciplina eucarística de la Iglesia Católica equivaldría a cambiar su teología, y esto es algo muy, muy importante.

Haber querido comulgar en la misa y al ser consciente de los pecados graves cometidos, y no hacerlo es ya un acto de reconocimiento ante Dios de los pecados cometidos. La posibilidad de poder comulgar otra ve es la motivación para el arrepentimiento. Descubrir que estamos quebrantados y necesitamos sanar es el camino correcto hacia la confesión. La Iglesia solo pide que estemos verdaderamente arrepentidos y hayamos sido perdonados. Todos los actos sacramentados en la Iglesia requieren de la acción humana previa y verdadera; y la posterior intervención divina, interpuesta a través del sacerdote. Así a ha sido siempre y así debe ser.

El acercamiento de cada fiel a los sacramentos ha de ser individual – no colectivamente- y debe seguir esta pauta para que el rito no sea una farsa.

McElroy pide aquí una profanación de la Eucaristía para “colectivos especiales” y convertirla en un placebo. Su idea de «curación» no es llevar a los pecadores a la santidad, sino llevar a los pecadores a ser «sanados» de la conciencia de su pecado y del sentimiento de culpa que generan. ¿Sería curativo si un médico le diera a su paciente una pastilla de azúcar para una enfermedad grave? Por supuesto que no, sería una mala práctica. Lo mismo es cierto para los médicos espirituales.

De nuevo: implícito en este cambio de práctica eucarística está un cambio de teología eucarística, e implícito en ese cambio teológico está la negación del pecado. Es una mentira.

McElroy escribe: «La indignidad no puede ser el prisma del acompañamiento de los discípulos del Dios de gracia y misericordia«. ¡Si esto lo leyera San Pablo! La verdad es que la práctica en las parroquias católicas es generalmente dar la comunión a cualquiera que se presente a recibirla. Se parte de la buena fe, de que el comulgante sabe y ha cumplido con la enseñanza de la Iglesia. La Eucaristía sólo puede ser una medicina eficaz si se estaba espiritualmente bien dispuesto y preparado para recibirla. La “teología” impostada del cardenal McElroy desnuda de propósito al arrepentimiento.

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Negar la importancia de la castidad

Si el cardenal McElroy creyera que relajar la disciplina eucarística llevaría a los pecadores al arrepentimiento, no estaría de acuerdo con él, pero aun así consideraría que estaba argumentando de buena fe. Pero no se trata de lograr que los católicos homosexuales puedan comulgar sino de que reformen sus vidas y vivan como Dios les dice que vivan, o que los católicos divorciados regularicen su situación con la Iglesia. El escribe:

Se objetará que la iglesia no puede aceptar tal noción de inclusión radical porque la exclusión de personas divorciadas y vueltas a casar y LGBT de la Eucaristía fluye de la tradición moral en la iglesia de que todos los pecados sexuales son materia grave. Esto significa que todas las acciones sexuales fuera del matrimonio son tan gravemente malas que constituyen objetivamente una acción que puede romper la relación del creyente con Dios. Esta objeción debe enfrentarse de frente.

El efecto de la tradición de que todos los actos sexuales fuera del matrimonio constituyen un pecado objetivamente grave ha sido el de centrar la vida moral cristiana desproporcionadamente en la actividad sexual. El corazón del discipulado cristiano es una relación con Dios Padre, Hijo y Espíritu arraigada en la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. La iglesia tiene una jerarquía de verdades que brotan de este kerygma fundamental. La actividad sexual, aunque profunda, no se encuentra en el corazón de esta jerarquía. Sin embargo, en la práctica pastoral lo hemos colocado en el centro mismo de nuestras estructuras de exclusión a la Eucaristía. Esto debería cambiar.

Es imposible cuadrar esta afirmación con las Escrituras. La pureza del cuerpo es fundamental para la enseñanza del Nuevo Testamento. Incluso un científico social secular como Philip Rieff, un judío incrédulo, reconoce (en su libro «El triunfo de lo terapéutico» ) que desde los días de la iglesia primitiva, la renuncia al «individualismo sexual» estuvo «muy cerca del centro de lo simbólico que no ha existido». Quería decir que renunciar a la autonomía sexual y la sensualidad de la cultura pagana estaba en el centro de la cultura cristiana, una cultura que, de manera crucial, no solo renunció sino que redirigió el instinto erótico. Que Occidente se volviera a paganizar rápidamente en torno a la sensualidad y la liberación sexual era una poderosa señal de la desaparición del cristianismo.

El cardenal McElroy y sus seguidores, al negar la importancia de la castidad, están destruyendo lo que queda del cristianismo ortodoxo. Ciertamente es cierto que el cristianismo es «terapéutico» en el sentido de que está destinado a sanar nuestras almas quebrantadas mostrándonos cómo reconciliarnos con Dios y vivir vidas santas. Lo que ofrece McElroy es una medicina falsa, una cura de charlatanería.

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El deísmo terapéutico moralista

En el libro «Live Not By Lies» , Rod Dreher escribe acerca de por qué esta idea anticristiana de lo terapéutico es tan destructiva.

Extracto:

¿Cómo se convirtió la maximización de la sensación de bienestar en el objetivo final de las personas y sociedades modernas? El sociólogo y crítico cultural estadounidense Philip Rieff no era un creyente religioso, pero pocos profetas han escrito de forma más penetrante sobre la naturaleza de la revolución cultural que se apoderó de Occidente en el siglo XX y que define el núcleo del totalitarismo blando.

En su libro histórico de 1966, El triunfo de lo terapéutico , Rieff dijo que la muerte de Dios en Occidente había dado a luz a una nueva civilización dedicada a liberar al individuo para buscar sus propios placeres y manejar las ansiedades emergentes. El Hombre Religioso, que vivía según la creencia en principios trascendentes que ordenaban la vida humana en torno a propósitos comunitarios, había dado paso al Hombre Psicológico, que creía que no había un orden trascendente y que el propósito de la vida era encontrar el propio camino experimentalmente. El hombre ya no se entendía a sí mismo como un peregrino en un viaje significativo con los demás, sino como un turista que viajaba por la vida según un itinerario diseñado por él mismo, con la felicidad personal como meta última.

Esta fue una revolución aún más radical que el evento bolchevique de 1917, dijo Rieff. Por primera vez, la humanidad buscaba crear una civilización basada en la negación de cualquier orden trascendente vinculante. Los bolcheviques pueden haber sido impíos, pero incluso ellos creían que había un orden metafísico, uno que exigía que los individuos subordinaran sus deseos personales a una causa superior. Casi un cuarto de siglo antes de la caída del Muro de Berlín, Rieff predijo que el comunismo no sería capaz de resistir la revolución cultural proveniente de Occidente, que pretendía liberar al individuo para perseguir el hedonismo y el individualismo. Si no existe un orden sagrado, entonces la promesa original de la serpiente en el Jardín del Edén: “[Vosotros] seréis como dioses”, es el principio fundamental de la nueva cultura.

Rieff vio, sin embargo, que no se podía tener cultura sin culto—es decir, sin la creencia compartida y la sumisión a un orden sagrado, lo que se obtiene es una “anticultura”. Una anticultura es intrínsecamente inestable, dijo Rieff, pero dudó que las personas criadas en este orden social alguna vez estuvieran dispuestas a volver a las viejas costumbres. Incluso los líderes de la iglesia, escribió, se mentían a sí mismos sobre la capacidad de las instituciones que dirigían para resistir la terapéutica. Rieff previó el futuro de la religión como una devolución a una espiritualidad líquida, que podría acomodar cualquier cosa. Rieff vivió lo suficiente para que su predicción de 1966 se hiciera realidad. En 2005, los sociólogos de la religión Christian Smith y Melinda Lundquist Denton acuñaron la frase deísmo terapéutico moralista para describir la forma decadente que el cristianismo (y todas las religiones, de hecho) había tomado en la América contemporánea. Consistía en la creencia general de que Dios existe,

En la cultura terapéutica, que ha triunfado en todas partes, el gran pecado es interponerse en el camino de la libertad de los demás para encontrar la felicidad como ellos desean. Esto va de la mano con la revolución sexual que, junto con las políticas de identidad étnica y de género, reemplazó a la fallida lucha económica de clases como el foco utópico de la izquierda radical posterior a la década de 1960. Estos revolucionarios culturales encontraron un aliado en el capitalismo avanzado, que enseña que nada debería existir fuera del mecanismo del mercado y su clasificación de valor de acuerdo con los deseos humanos.


Es esta combinación de cinco creencias lo que etiquetan como «deísmo terapéutico moralista», a lo que yo llamo ”hedonismo moral”:

  • Existe un Dios que creó y ordenó el mundo y vela por la vida humana en la tierra.
  • Dios quiere que las personas sean buenas, agradables y justas entre sí, como se enseña en la Biblia y en la mayoría de las religiones del mundo.
  • El objetivo central de la vida es ser feliz y sentirse bien consigo mismo.
  • Dios no necesita estar particularmente involucrado en la vida de uno, excepto cuando se necesita a Dios para resolver un problema.
  • La gente buena va al cielo cuando muere.

Esto es lo que significa la negación del significado de la castidad explícita en el falso evangelio del cardenal McElroy. Es un príncipe de la Iglesia del Deísmo Terapéutico Moralista. Y parece contar con el apoyo del Romano Pontífice. El cardenal avanza hacia su conclusión en lo que sigue:

Es un misterio demoníaco del alma humana por qué tantos hombres y mujeres tienen una animosidad profunda y visceral hacia los miembros de las comunidades LGBT. El principal testimonio de la iglesia frente a este fanatismo debe ser de aceptación en lugar de distanciamiento o condenación. La distinción entre orientación y actividad [Práctica del sexo homosexual] no puede ser el enfoque principal para tal abrazo pastoral porque inevitablemente sugiere dividir a la comunidad LGBT en quienes se abstienen de la actividad sexual y quienes no. Más bien, la dignidad de cada persona como hijo de Dios que lucha en este mundo, y la extensión amorosa de Dios, deben ser el corazón, el alma, el rostro y la sustancia de la postura y la acción pastoral de la iglesia.

Increíble. Primero caracteriza a quienes creen que lo que la Iglesia todavía (por ahora) enseña sobre la sexualidad, en particular sobre el sexo gay, está motivado por el odio. Sin duda, algunos odian a las personas LGBT y, de ser así, son pecadores que necesitan arrepentirse. Pero McElroy quiere decir que si odias el pecado, entonces debes odiar al pecador, ¡y que es una discriminación envidiosa dividir a los LGBT entre los castos (es decir, aquellos que hacen un uso correcto de su deseo sexual) y los impúdicos! No hay forma de evitarlo: el cardenal McElroy está aquí tratando de decir que el sexo gay no es pecaminoso.

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¿Pedro va camino de no ser la roca que sostiene la Iglesia de Cristo?

No es de extrañar que el recientemente fallecido cardenal George Pell estuviera tan gravemente preocupado por el estado de la Iglesia bajo Francisco. ¿Pedro va camino de no ser la roca que sostiene la Iglesia de Cristo? ¿A dónde irá la roca sobre la que el cristiano podía pararse con confianza, si así lo deseaba?

18 Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.

Mateo 16:18

Habrá muchos cardenales que se opondrán a la posición de McElroy, desde luego. Será interesante ver cómo reaccionan estos apóstoles de la «inclusión» y de la «escucha de las periferias» cuando los cardenales africanos y asiáticos se niegen a bendecir la homosexualidad.

Los católicos que se levantan para oponerse a esta revolución en la Iglesia Católica deben estar completamente conscientes de la estrategia aquí, especialmente el uso orwelliano del lenguaje por parte de McElroy y los revolucionarios. Toda esta charla sobre «diálogo», «inclusión», «estructuras de exclusión», «viaje de fe», etc., está diseñada para enmarcar el conflicto de manera que pone a la defensiva a los fieles católicos ortodoxos. No se deje engañar. Escuche a los anglicanos ortodoxos, los metodistas y otros protestantes que han soportado, o que actualmente están soportando, una toma hostil de su iglesia por parte de apóstoles terapéuticos militantes del anti-Evangelio. Han visto todo esto antes. Ellos saben cómo funciona. En Occidente, si esta gente captura la Iglesia Católica, ¿qué queda?

Existe, gracias a Dios, la ortodoxia. Todos los cristianos ortodoxos fieles en Occidente deberían prepararse ahora para la batalla, porque esta lucha también nos llegará a nosotros. Ya ha comenzado, y nos viene por parte de académicos ortodoxos “liberales”. No hay donde esconderse ni debemos hacerlo…

(FiN) La Teoría Crítica de la Raza envicia la Iglesia


FiN

¿Con Dios o Sin Dios? ¿Orden o Caos?