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De la oscuridad de estos tiempos hacia la nueva luz

12/02/2023

Escritor Español Petrusvil

Poeta, escritor, divulgador y analista.
Tiempo de lectura 17 minutos.
De la oscuridad de estos tiempos hacia la nueva luz

Tabla de contenidos


Estamos inmersos en una oscuridad entre mundos: el pasado y el desconocido venidero. La civilización cristiana ha muerto. La Cristiandad ha sido desmantelada desde dentro y lo que la sustituye es la negación de su existencia. Nada la sustituye salvo el poder del dinero y la sociedad de consumo: La Máquina. ¿Quién se sienta en el trono vacío de Cristo? ¿Cuál es la salida?: Una ardua tarea espiritual. De la oscuridad de estos tiempos hacia la nueva luz: En busca de una nueva santidad. Occidente espera un nuevo -y sin duda muy diferente- San Benito

De la oscuridad de estos tiempos hacia la nueva luz

Toda una cultura, la occidental, se construye a partir de la venida de Cristo

Esta Tierra es una mala imitación del jardín original, roto y enajenado. Es un vacuo recuerdo de nuestra integración original con el Creador y la creación. En la Tierra debemos trabajar, luchar contra los depredadores. Enfermaremos y moriremos. Hay guerra, dominio y miseria. También hay belleza, amor y amistad, pero todo acaba en la muerte. Éstas son las consecuencias de nuestra búsqueda del conocimiento y el poder que elegimos al comer la fruta del árbol prohibido. Pero seguimos persiguiéndolos porque no conocemos otra salida. Seguimos construyendo torres y ciudades y olvidando de dónde venimos. Fuera del jardín, no tenemos hogar y nunca podemos estar quietos. Olvidamos al Creador y nos adoramos a nosotros mismos, presos como somos de nuestra egocentría.

Llega un momento en que el Creador se apiada. Después de tantos siglos así, después de tantos años en los que los humanos se han desviado del camino, el creador organiza una intervención. Viene a la Tierra en forma humana para mostrarnos el camino de vuelta a casa. La mayoría de la gente no escucha, naturalmente, y todos sabemos cómo acaba la historia. Dios en persona pisa la Tierra y ¿qué hace la humanidad? Lo tortura y lo mata.

El camino de Dios no es el camino del poder, sino el de la humildad, no el de la conquista, sino el del sacrificio. Cuando se hace hombre, no lo hace como caudillo, rey o sumo sacerdote, sino como artesano descalzo en una oscura provincia del desierto. Camina entre los oprimidos y los rechazados, desprecia la riqueza y el poder. Y, con su muerte, vence a la muerte misma y nos libera de nuestra esclavitud. Nos da una salida, un camino de vuelta a casa. Pero tenemos que esforzarnos. El camino de vuelta al jardín sólo puede encontrarse abandonando la vanagloria, la búsqueda de poder y el conocimiento inmerecido, actitudes que nos exiliaron. El camino es el camino de la renuncia, del amor y del sacrificio. Para volver al jardín, tenemos que pasar por la cruz, llevarla encima como Él.

Ahora imagina que toda una cultura se construye alrededor de esta historia. Imagina que esta cultura sobrevive durante casi 2000 años, construyendo capa sobre capa de significado, tradición, innovación y creación, aunque sea imperfectamente, sobre estos cimientos.

De la oscuridad de estos tiempos hacia la nueva luz

¿Qué era la civilización occidental?

Imaginemos después que esta cultura muere, dejando sólo ruinas.

Si vives en Occidente, no tienes que imaginar nada de esto. Usted vive entre esas ruinas, y lo ha hecho toda su vida. Muchas de ellas siguen siendo hermosas –catedrales e iglesias intactas, música sacra, conciertos de Bach, …-, pero no dejan de ser ruinas. Son los restos de algo llamado «cristiandad». Una civilización casi 2000 años en la que esta historia sagrada en particular se filtró osmóticamente y formó con el paso de los años todos los aspectos de la vida, doblando, cambiando y transformando todo a imagen de esa creencia.

Y realmente lo era todo. Ningún aspecto de la vida cotidiana dejó de verse afectado por el cristianismo. La organización de la semana laboral; el ciclo de fiestas anuales y días de descanso; el pago de impuestos; los deberes morales de los individuos; la noción misma de individuo, con derechos y deberes «otorgados por Dios»; la actitud hacia vecinos y extraños – amar el prójimo como a ti mismo-; las obligaciones de caridad; la familia; y, sobre todo, la visión general del universo: su estructura y significado, y nuestro lugar humano en él.

Para un liberal, Occidente es la «Ilustración» y todo lo que vino después: el contrato social, democracia electiva, derechos humanos, individualismo, libertad de expresión. Para un conservador, puede significar un conjunto de valores culturales, la propiedad privada (esto también es del liberal), como las actitudes tradicionales hacia la vida familiar y la identidad nacional, y probablemente un amplio apoyo al capitalismo de libre mercado. Y para el tipo de izquierdista posmoderno que domina y fagocita actualmente la cultura, Occidente -suponiendo que admitan que existe- es en gran medida una tapadera de la colonización, el imperio, el racismo y todos los demás horrores de los que oímos hablar a diario a través de los canales oficiales.

Todas estas formas de pensamiento son un acontecimientos bastante recientes, pertenecen a la modernidad. Occidente es mucho más antiguo que el liberalismo, el izquierdismo, el conservadurismo o el imperio. Cuando Hume, Marx o, más cercano, Scruton llegaron a la fiesta, ésta ya se estaba acabando. Occidente, había sido el resultado de la unión de personas y pueblos de todo un continente, a lo largo de siglos, a través de un orden sagrado construido en torno a una interpretación de esa historia cristiana.

En su libro Religion and the Rise of Western Culture (en PDF), escrito poco después de la Segunda Guerra Mundial, el historiador medieval Christopher Dawson lo explicaba así:

“Nunca ha habido ninguna organización unitaria de la cultura occidental aparte de la proveniente de la Iglesia cristiana, que proporcionó un principio efectivo de unidad social… Detrás del modelo siempre cambiante de la cultura occidental había una fe viva que daba a Europa un cierto sentido de comunidad espiritual, a pesar de todos los conflictos, divisiones y cismas sociales que marcaron su historia”.

Christopher Dawson

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La muerte de occidente (de la Cristiandad)

La cuestión es que cuando una cultura construida en torno a un orden sagrado muere, se producen trastornos en todos los niveles de la sociedad, desde lo político hasta lo espiritual. El sentido mismo de la vida individual, si es que existe, cambiará radicalmente. La estructura familiar, el significado del trabajo, las actitudes morales, la existencia misma de la moral, las nociones del bien y del mal, las costumbres sexuales, las perspectivas sobre todo, desde el dinero hasta el descanso, el trabajo, la naturaleza, los parientes, la responsabilidad y el deber: todo estará en juego.

O, como dice Dostoievski de forma más concisa a través de uno de los Hermanos Karamazov: «¿Sin Dios y sin la vida futura? Significa que todo está permitido».

En resumen, Occidente era la Cristiandad. Pero la Cristiandad murió. ¿En qué nos convierte eso a nosotros, sus descendientes, que vivimos entre sus hermosas ruinas? Este hecho hace de la nuestra una cultura sin orden sagrado y un lugar muy peligroso.

Conste que hablo de la desaparición de la civilización cristiana no del cristianismo que pervivirá, en palabras de Benedicto XVI, en grupos pequeños.

“Todo parecerá perdido, pero en el momento oportuno, precisamente en la fase más dramática de la crisis,  la Iglesia renacerá . Será más pequeño, más pobre, casi catacumbal, pero también más santa. Porque  ya no será la Iglesia de los que buscan agradar al mundo, sino la Iglesia de los fieles a Dios ya su ley eterna. El renacimiento será obra de un  pequeño remanente, aparentemente insignificante pero indomable, pasado por un proceso de purificación. Porque así obra Dios:  contra el mal, un pequeño rebaño resiste ”.

Benedicto XVI / La profecía de Benedicto XVI y la Iglesia clandestina | Escritor Español Petrusvil

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El pueblo ha ido abandonando las iglesias y se ha paganizado

El filósofo Alasdair Macintyre sostenía en su obra clásica After Virtue que la propia noción de virtud acabaría siendo inentendible una vez eliminada la fuente de la que surgió. “Si se considera que la vida humana no tiene un telos o un significado superior – un propósito-, dijo, será imposible ponerse de acuerdo sobre lo que significa la «virtud», o por qué debería significar algo”. El maestro preferido de Macintyre era Aristóteles, no Jesús. Pero su crítica de la Ilustración y su predicción de su fracaso final se basaban en una comprensión clarividente de la visión mítica de la cristiandad medieval y del humanismo parcial, vacío y excesivamente racional con el que los filósofos de la Ilustración intentaron sustituirla.

Macintyre, hace ya cuatro décadas, pensaba que este fracaso del orden cristiano era ya claramente patente, pero que la sociedad no lo veía, porque los templos y monumentos al antiguo orden sagrado seguían en pie – como las estatuas romanas tras la caída del Imperio-. El mecanismo de la Iglesia y su influencia seguían obrando pero el pueblo, poco a poco, ha ido abandonando las iglesias y se ha paganizado.

En su ensayo, escrito en 1958,, el entonces joven de 31 años señaló: “La apariencia de la Iglesia de los tiempos modernos está determinada esencialmente por el hecho de que de una manera completamente nueva se ha convertido y se sigue convirtiendo cada vez más en la Iglesia de los paganos…, de paganos que todavía se llaman cristianos, pero que en verdad se han vuelto paganos”.

Benedicto XVI / Benedicto ¿Una figura preapocalíptica? | Escritor Español Petrusvil

Macintyre sugiere que los tabúes y, en general, las reglas del orden tienen una historia que se desarrolla en dos etapas. En la primera etapa están integradas en un contexto que les confiere inteligibilidad… Si se priva a las reglas de un orden de su contexto original, pueden aparecer inmediatamente como un conjunto de normas o prohibiciones arbitrarias. Como de hecho suelen aparecer cuando se pierde el contexto original, cuando las creencias de fondo a la luz de las cuales se habían entendido originalmente las reglas del orden no sólo se han abandonado, sino que yacen en el olvido.

Una vez que una sociedad llega al punto en que se ha olvidado la razón por la cual seguía sus reglas del orden, basta un empujón para que se inicie un efecto dominó que los derribará a todos. Macintyre creía que este estadio ya se había alcanzado en Occidente.

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Las generaciones actuales no conocen ni la historia ni el antiguo orden cristiano

Hoy sólo existen unos «fragmentos inconexos» que son un remanente del antiguo orden sagrado occidental. Esa historia también incorporaba elementos de anteriores sistemas de valores «paganos», así como aspectos de la filosofía griega, especialmente de su piedra angular, Aristóteles. Pero cualquiera que fuera su génesis precisa, la historia resultante había construido la forma de la mente occidental.

El «contexto original» de esa historia de la civilización cristiana, especialmente para las generaciones millennial y post-millennial, hace tiempo que desapareció. Muchos de ellos ni siquiera la conocen a grandes rasgos (la generación de los 80 ya apenas se aferraba a ella) y muchos más se oponen visceralmente a lo que, engañados, imaginan que representa. Ahora, como predijo Macintyre, los últimos tabúes del orden cristiano están cayendo, y los efectos se dejan sentir en todo el espectro cultural.

Si eres socialmente conservador, por ejemplo -lo que en la práctica significa que sostienes puntos de vista que hace menos de un siglo eran la corriente dominante-, las preguntas te llegan como un aluvión. ¿lPor qué un hombre no debe casarse con un hombre? ¿Por qué un hombre no puede convertirse en mujer? ¿Por qué un niño no puede tener tres padres o nacer de un vientre femenino trasplantado al cuerpo de un hombre? Dado que la fuente de nuestra antigua concepción del matrimonio, la familia, la sexualidad y tal vez incluso el dimorfismo biológico fue la ahora problemática historia cristiana, éste es el tipo de preguntas para las que ahora sólo hay una respuesta oficialmente legítima: ¡Y por qué no!

Sin embargo, las cosas no van mucho mejor para los izquierdistas preocupados por las destructivas desigualdades creadas por la economía moderna. “Ay de vosotros los ricos», dijo Jesús, en uno de los muchos ataques contra la riqueza y el poder que podemos leer en los Evangelios. “La avaricia es un pecado contra Dios», escribió Tomás de Aquino. Ahora ya no. Ahora la Máquina funciona con avaricia, y se ríe en la cara de cualquier romántico insensato y poco realista que la rechace. Las endebles correas con las que la Cristiandad sujetaba la avaricia y el pecado se han roto, dejándonos sin mejor argumento contra la codicia desenfrenada o contra la licencia sexual total o la remodelación del propio cuerpo humano.

Esto es lo que Nietszche sabía, y lo que los humanistas liberales de hoy niegan con demasiada frecuencia: si se derriban los pilares de un orden sagrado, el propio universo cambiará de forma.

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La Cristiandad fue desmantelada desde dentro y lo que la sustituye es la negación de su existencia.

Cuando se rompe ese orden, ¿qué lo sustituye? Depende de cómo se produzca la ruptura. El fin del orden cristiano no está trayendo consigo una «libertad» abstracta, sino ha despojado a la cultura de su corazón. Ese corazón, en realidad, había dejado de latir tiempo atrás, pero ahora que la arquitectura formal también había desaparecido, quedaba un espacio vacío a la espera de ser llenado, y la naturaleza aborrece el vacío.

Parece que en Occidente nos encontramos en este punto. Desde al menos los años sesenta, nuestros tabúes (reglas de orden) se han vaciado y se han ido debilitando, y en los últimos años han sido derribados, a menudo literalmente, los últimos monumentos que quedaban. La Cristiandad caducó a lo largo de los siglos por un complejo y variopinto conjunto de razones, pero no la mató un enemigo externo. Ningún ejército hostil invadió Europa y nos convirtió por la fuerza a una fe rival. Por el contrario, la desmantelamos desde dentro. Lo que la sustituyó no fue un nuevo orden sagrado, sino la negación de su existencia. Tanto es así, que no hay ahora ni un nuevo orden ni es sagrado.

En After Virtue, Macintyre explica lo que ocurrió después. El proyecto de la Ilustración del siglo XVIII fue un intento de construir una «moralidad» (una palabra que no había existido en este sentido antes de esa época) desligada de la teología. Era el proyecto de construir un ser humano totalmente nuevo Después de Dios, en el que un sentido moral nuevo y personal -que ya no era de naturaleza eterna ni debía rendir cuentas a ninguna fuerza superior- constituiría la base de la cultura y del individuo.

¿Funcionó? En una palabra: no. La «moralidad» posterior a la Ilustración, decía Macintyre, no sustituía a un propósito superior o a un sentido metahumano del significado. Si el camino correcto para la sociedad o el individuo se basaba únicamente en el juicio personal del individuo, ¿quién o qué iba a ser el árbitro final? En última instancia, sin ese propósito superior que la vincule -sin, en otras palabras, un orden sagrado- la sociedad caería en el «emotivismo», el relativismo y, en última instancia, en la desintegración. La Ilustración fracasó en su empeño de sustituir al cristianismo pero lo destruyó y de paso nos condujo al caos nihilista y al relativismo.

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Del destronamiento de Cristo al triunfo completo del poder del dinero

Continúa Macintyre: «Toda cultura, lo sepa o no, se construye en torno a un orden sagrado. Por supuesto, no tiene por qué ser un orden cristiano. Puede ser islámico, hindú o taoísta. Puede basarse en la veneración de los antepasados o en el culto a Odín. Pero hay un trono en el corazón de cada cultura, y quienquiera que se siente en él será la fuerza de la que reciba su instrucción».

El experimento moderno ha consistido en destronar a los soberanos humanos literales y al representante del orden sagrado, y sustituirlos por nociones puramente humanas y abstractas: «el pueblo», «la libertad», «la democracia» o «el progreso». Estoy a favor de la libertad y también de la democracia (la auténtica, no el simulacro corporativo que ocupa su lugar en la actualidad), pero el destronamiento del soberano -Cristo- que ocupaba el centro del orden sagrado occidental no ha conducido a la igualdad y la justicia universales. Ha conducido – por un atajo sangriento a través de Robespierre, Stalin y Hitler- al triunfo completo del poder del dinero, que ha convertido en astillas nuestra cultura y nuestras almas en un millón de fragmentos desperdigados.

Esta ha sido la terrible ironía de la era de la razón, y de las teorías y revoluciones liberales y de izquierdas que se derivaron de ella. Desde 1789 hasta 1968, todas acabaron fracasando. Pero desafortunadamente al destruir el viejo mundo y su orden sagrado abrieron un espacio para que el capitalismo se instalara y mercantilizara las ruinas. Spengler lo vio claramente. “Los jacobinos habían destruido las viejas obligaciones de sangre y así habían emancipado al dinero. Ahora éste daba un paso al frente como señor de la tierra». La revolución, afirmaba, siempre desempeñará el papel de sierva de la Máquina.

Incluso, no hay movimiento proletario, ni siquiera comunista, que no haya actuado en interés del dinero, en las direcciones indicadas por el dinero y durante el tiempo permitido por el dinero, y sin que el idealista entre sus dirigentes haya tenido la menor sospecha de ello.

El capitalismo que aparentemente era bueno para la humanidad al traer la economía de mercado. Un sistema que beneficia a todos, no solo a los que finalmente consiguen ser ricos. De igual manera. el comercio entre países beneficia tanto a los países ricos como a los que están en vías de desarrollo.
H
asta ahora todo va bien. Los problemas para el capitalismo, la paradoja, surgen cuando la búsqueda de ganancias se vuelve bifocal: el capitalista no solo quiere más dinero, sino también dinero más predecible y seguro: Ganancias sin riesgo.
El sistema totalitario hacia el que nos dirigimos pretende cancelar el riesgo para las élites mediante la Máquina que asegure las ganancias, de la que hablaré ahora.

La paradoja del capitalismo | Escritor Español Petrusvil

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La Máquina

Y como es la segunda vez que mento La Máquina voy a intentar explicar brevemente lo que es:

Es un sistema de poder y tecnología que ahora nos entrelaza a todos; establecido sobre una sociedad tecnológica de consumo. Una minoría dominante creará una estructura uniforme, dominante, envolvente y superplanetaria, diseñada para funcionar automáticamente y dominar al hombre. Persigue el control del crecimiento (sostenible), la sumisión del hombre y la acumulación de riqueza asegurada por parte de las élites.

Podéis verlo con más detalle en: La máquina Global – Escritor Español Petrusvil

Así pues, el vacío creado por el colapso de nuestro viejo orden cristiano fue llenado por el capitalismo de consumo. Ahora se ha infiltrado en todos los aspectos de nuestras vidas del mismo modo que lo hizo en su día la historia cristiana. Lo coloniza todo, desde la forma en que comemos y lo que comemos hasta los valores que enseñamos a nuestros hijos. Liberados en un presente posmoderno, sin centro, sin verdad y sin dirección, sin propósito ni guía, no nos hemos convertido en ciudadanos independientes, responsables y democráticos de una república humana. Nos hemos convertido en esclavos del poder de compra del dinero y en adoradores del monstruoso ídolo de la Máquina.

Los viejos baluartes morales del cristianismo no volverán, y la Cristiandad no regresará a Europa en muchos años, salvo en pequeños grupos. Destronen a Cristo si quieren, destronen a cualquier representante de cualquier orden sagrado de la Tierra. Pero cuando lo hagan, comprenderán que ese soberano, por imperfecta que fuera la gobernanza humana que de Él se derivara, puede haber sido lo único que se interponía entre vosotros y los bárbaros que se agolpan fuera -y dentro- de vuestras puertas.


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¿Cuál es la salida?: Una ardua tarea espiritual

¿Cuál es la salida? Aquí Macintyre coincide con Spengler, y también con el filósofo francés René Guénon. Guenón creía que lo que él llamaba «la desviación occidental» del orden sagrado había desatado demonios materialistas que «ahora amenazan con invadir el mundo entero». En 1927, en su breve libro La crisis del mundo moderno, Guénon vio con clarividencia que el poder de la ciencia materialista, aliada con el capitalismo de consumo, haría que Occidente «desapareciera por completo» si no cambiaba de rumbo:

Los que desencadenan las fuerzas brutas de la materia perecerán aplastados por esas mismas fuerzas, de las que ya no serán dueños. Una vez que las hayan puesto en marcha imprudentemente, no podrán esperar mantener indefinidamente a raya su curso fatal. Poco importa que se trate de las fuerzas de la naturaleza o de las fuerzas del populacho humano, o de ambas a la vez; en cualquier caso, son las leyes de la materia las que entran en juego y las que destruyen inexorablemente a quien ha aspirado a dominarlas …”

Macintyre fijo que la tarea a la que nos enfrentamos hoy en día es similar a la que se planteó a los que vivieron el colapso de Roma. No «apuntalar el imperium», sino empezar a construir de nuevo. Guénon creía igualmente que la tarea no era política sino espiritual: redescubrir las verdades eternas que deben estar en la base de toda cultura funcional.La verdad no es un producto de la mente humana«, escribió; una noción que los filósofos de la Ilustración rechazaron, pero que ahora quizás estamos empezando a comprender de nuevo.


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De la oscuridad hacia la nueva luz: En busca de una nueva santidad

Spengler predijo que el fracaso de la Ilustración conduciría a una nueva búsqueda de esa verdad que va más allá de lo humano. Todos los edificios teóricos construidos por los intelectuales occidentales modernos para sustituir a su antiguo orden sagrado -el liberalismo, el socialismo en sus múltiples formas, el conservadurismo, el nacionalismo- habían fracasado. A partir del siglo XXI, los nietos de los revolucionarios y los racionalistas, a la deriva en una cultura materialista en decadencia, entrarían en lo que él llamó una «segunda religiosidad»:

Sigue Splenger: “La era de la teoría está llegando a su fin. Los grandes sistemas del liberalismo y del socialismo surgieron entre 1750 y 1850. El de Marx tiene ya medio siglo y no ha tenido sucesor. En su lugar se está desarrollando incluso ahora la semilla de una nueva piedad resignada, surgida de la conciencia torturada y el hambre espiritual, cuya tarea será fundar un nuevo “por aquí hay que ir” que busque secretos en lugar de conceptos brillantes como el acero”.

Día tras día, más gente se da cuenta de que nuestro nuevo soberano, la Máquina, es un dios falso. Y no tenemos ni idea de cómo destronarlo. Pero el ciclo de ascenso y caída es una parte inevitable del patrón histórico humano; y es necesaria. «El paso de un ciclo a otro», escribió Guénon, «sólo puede tener lugar en la oscuridad«.

“Ahora estamos en ese paso; vivimos en una oscuridad entre mundos». Macintyre concluyó que Occidente esperaba «un nuevo -y sin duda muy diferente- San Benito«. Eso fue hace cuarenta años, y todavía estamos esperando, pero no es una mala manera de ver el reto al que nos enfrentamos. A la modernidad no le faltan ideas, argumentos, insultos, ideologías, estrategias, conflictos, máquinas de salvar el mundo ni ingeniosas charlas TED. Pero le faltan santos, y cómo necesitamos su amor, sabiduría, disciplina y quietud en medio del rugido de la máquina. Tal vez sea mejor que empecemos a ver cómo encarnar un poco de eso nosotros mismos.


(FiN) De la oscuridad de estos tiempos hacia la nueva luz

FiN

Una vez eliminado Dios es muy fácil destruir al hombre