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 La religión climática: La culpabilización del hombre

17/03/2023

Escritor Español Petrusvil

Poeta, escritor, divulgador y analista.
Tiempo de lectura 20 minutos.
 La religión climática: La culpabilización del hombre

La generación de culpa y vergüenza puede convertirse en un medio de poder probado para la autosupresión de las personas; este método se está usando de modo particularmente útil en el contexto del cambio climático. ( La religión climática: La culpabilización del hombre)

La religión climática: La culpabilización del hombre

Una de las herramientas de control y dominación más potentes es la generación de culpa y vergüenza. A diferencia de otro mecanismos, estos dos potentes sentimientos tienen la propiedad de que son generados automáticamente por la propia psique cuando pensamos que hemos incumplido alguna regla moral relevante. Surgen principalmente de la propia conciencia humana y tienen un gran efecto psicológico por el dolor anímico que ocasionan. No requieren control permanente ni «retroalimentación» de amenazas externas como ocurre con el miedo, otro fuerte manipulador. 

En este escrito pretendo examinar cómo funciona el principio de generar culpa y vergüenza en la religión climática.

Introducción

El pecado – fallarle a Dios, fallarse a uno mismo o a los demás, a tu comunidad- engendra culpa y vergüenza. Sentimientos poderosos que surgen cuando una persona rompe las reglas y normas de su religión o la moral de su sociedad o su compromiso con los demás. La culpa y la vergüenza solo existen en un contexto social, en las comunidades. 

Son esenciales si no quieres que una comunidad de personas caiga en el caos o en la barbarie. Desde tiempos inmemoriales, se han establecido, escrito y desarrollado mandamientos y reglas religiosas y éticas que han mejorado las civilizaciones. 

Ocurre que las grandes concepciones ideológicas de nuestro tiempo no iban a ser menos y están aprovechando a fondo esta característica humana de tener conciencia del mal ocasionado. 

Independientemente de la religión, ciertas reglas son universales, se aplican a casi todas las comunidades humanas, forman parte de la denostada Ley Natural: No engañarás, no robarás, no ometerás adulterio, no matarás, por nombrar solo algunas. Nadie podría negar que son fundamentales para una buena convivencia.

La religión climática: La culpabilización del hombre

La conciencia y el dolor interior

Lo que Freud lo llamó el superyó, es lo que todos conocemos como «conciencia» de la que se podría decir que el hombre vino con ella inscrita en su alma y que ha sido esencial para la supervivencia moral en la historia humana. Es nuestro regulador interno, nuestro perro guardián más o menos estricto, nuestro censor interno, nuestro Pepito Grillo, quien nos ayuda a mantener el número de transgresiones al mínimo.

Para que tomemos en serio los avisos correctivos de nuestra conciencia, los sentimientos asociados a ella son dolorosos. Es por eso que queremos evitarlos tanto como sea posible, porque nos advierten de consecuencias nefastas: exposición, pérdida de reputación, exclusión de la comunidad. Así que la mayoría de la gente honestamente trata de cumplir las reglas morales para evitar la culpa y la vergüenza.

Hasta ahora, nos ha sido muy útil. Pero, ¿y si se cambia deliberadamente la base moral de la conciencia?, las reglas dadas por la Ley Natural por otras nuevas. Para ello, en Occidente, hay que arrancar la moral cristiana, proceso que ha llevado varios siglos y que está a punto de materializarse. 

¿Qué ocurre cuando modificamos el escenario básico, y el valor objetivo que ha posibilitado una buena convivencia en libertad lo queremos cambiar por convivencia esclavizada? ¿Cuando nuestros “avisos internos” se dirigen a transgresiones completamente diferentes y nuevas que antes no jugaban ningún papel, ni siquiera existían para nuestra conciencia. ¿Cuando de repente surgen nuevos «pecados»?

La respuesta es obvia: surgen nuevas situaciones que generan culpa y vergüenza. Lo que por supuesto significa que en el futuro intentaremos evitar esas nuevas cosas que desencadenan estos sentimientos negativos en nosotros.

¿Qué ocurre cuando el sentimiento negativo, lo que se culpa al hombre, abarca casi todas las actividades humanas? como pasa con el cambio climático antropogénico y el nuevo acto pecaminoso de la «huella de carbono» que dejamos en la Tierra con nuestras actividades. Entonces el dolor y la purga de ese dolor se vuelve contínuo de manera que sólo vivimos para remediar nuestra contínua agresión a la Tierra – eso nos venden-. El pecado, el «perdón social provisional» y la contricción se vuelve un mecanismo cíclico y en apariencia interminable. Entonces el control llegaría a ser absoluto y no tendría final.

Recordemos que es un mecanismo interno incuestionable que en última instancia tiene como objetivo evitar las emociones dolorosas.

“De la moralidad viene la culpa. Porque nadie es capaz de hacer guardar – incluso en el pensamiento -cada instrucción, cada regla y cada mandamiento de forma permanente en todas las ocasiones,. Tarde o temprano se pecará. Para ello y para solucionarlo, contamos con la “Oficina de la Culpa y la Vergüenza”. Permite la expiación, otorgando el perdón por un corto período de tiempo, evitando que el odio hacia uno mismo se vuelva demasiado grande. Este es nuestro cuidado, nuestra forma de humanidad»

 (de la novela » Detrás del futuro » de Thomas Eisinger, 2021, diálogo con el canciller climático).

La religión climática: La culpabilización del hombre

¿Qué pasa si el poder de la iglesia y la religión se desvanece?

Entonces, la base del pecado, la culpa y la vergüenza son las reglas morales, religiosas, de una sociedad. Durante miles de años, se han prescrito y transmitido principalmente a través de las religiones, con las Tablas de la Ley, y antes con la Ley Natural. 

Sin embargo, esto ha cambiado enormemente en muchos países en las últimas décadas. La importancia de las iglesias cristianas ha sufrido una considerable mengua y ha cuasi desaparecido el temor de no entrar en el reino de los cielos. Esta promesa de entrar un día al paraíso como un verdadero creyente y un pecador arrepentido fue y es la mayor esperanza para todo creyente sin embargo ahora queremos el cielo ya mismo, el paraíso lo queremos en la tierra.  

Sin embargo sigue siendo importante para el hombre contar con un conjunto de normas o de pautas sencillas para vivir, promulgadas desde arriba por una «deidad inmaculada» – o una autoridad prominente-, cuasiomnisciente y cuasiomnipotente que fundamentalmente subyace en la realidad» 

Caitlin Johnston, 3 de abril de 2019: El  éxito del Listerine).

Situándonos en el contexto actual, ¿y si hay cada vez menos creyentes? ¿Y si, para otros, la Salvación está asegurada como vendió Lutero, hagas lo que hagas, bastando con la Fe? ¿O cuando esa última esperanza de vida eterna o el miedo atroz al purgatorio ya no existan para millones? ¿Cómo se puede hacer que estas personas cumplan con todas las reglas y normas si ya no tienen conciencia del mal ni vergüenza

Si las iglesias y las religiones pierden su poder, o si la misma religión se convierte en un mero trámite facilón a la Salvación, ¿quién llenará este vacío? ¿Quién entrará en la brecha como autoridad moral para definir las reglas en el futuro y controlar su cumplimiento?

La religión climática: La culpabilización del hombre

Primero se intentó el miedo

El problema de la secularización de la sociedad occidental es una buena coyuntura para aquellas élites que desean el control porque es una ventana de oportunidad para imponer el suyo. Para aquellos que siempre han perseguido el objetivo de asegurar el gobierno de su pequeña minoría controlando a las masas la situación es perfecta. ¿Cómo crear controles nuevos en una sociedad secular o laicista?

La solución más evidente, por ampliamente conocida y usada, era y es el miedo. Hemos sufrido mucho desde el final de la última gran guerra. Parece un milagro que sigamos tan bien y hayamos alcanzado la sociedad del bienestar habiendo superado el peligro del comunismo, la guerra nuclear, la muerte regresiva de los bosques, el agujero de ozono, las asustantes predicciones no cumplidas de los últimos años. Así como los virus (gripe aviar, gripe porcina, EEB, etc.), el ébola, el terrorismo de todo tipo, el cambio climático y muchos otros más, hasta la desafortunadamente reciente COVID o el muy actual de la guerra de Ucrania. 

Hasta ahora todos esos miedos, reales o no, han servido de instrumentos de coacción y control. No significa que estos peligros no existieran y no existan, pero fue solo la exageración a menudo extrema del peligro y el fuego incesante de los medios de comunicación los que fueron decisivos para asegurar que los temores realmente llegaran a lo más profundo de todos y nos domeñaran. Que fueran realmente sentidos y no sólo captados por la razón. Porque sólo un miedo profundamente sentido hace posibles los cambios de conducta y de actitudes básicas. 

Pero por más duro que suene, como todos sabemos, el miedo a los virus y el miedo a la guerra no pueden sostenerse durante décadas. Normalmente, las «pandemias» y las guerras terminan después de cierto tiempo. Y con ellos el miedo tiende a desaparecer. Lo que nos lleva de vuelta al comienzo de nuestra pregunta: ¿cómo se puede controlar a una población secularizada si no tiene un miedo agudoLa respuesta es: a través de fuertes sentimientos de culpa y vergüenza.

La religión climática: La culpabilización del hombre

Ahora se recurre a la culpa: «El verdadero enemigo es el hombre mismo»

Así ahora, se está inoculando el elemento religiosos de la culpa y el nuevo paradigma es queEl enemigo común de la humanidad es el hombre

 En 1972 los miembros del Club de Roma, una iniciativa fundada por multimillonarios y multimillonarios que publicó el informe «Los límites del crecimiento». Sólo cabe mencionar de pasada que prácticamente ninguno de los horrorosos pronósticos se ha cumplido, aunque hoy en día puebla la tierra mucha más gente de la que se esperaba en ese momento. Después de que decayó el gran revuelo generado por ese informe, dos décadas más tarde en su libro de 1991, “La primera revolución global”, aparecía esta declaración: “El enemigo común de la humanidad es el hombre

Buscando un enemigo común contra el cual unirnos, podemos pensar en la contaminación, la amenaza del calentamiento global, la escasez de agua, la hambruna, las pandemias, y similares. Colectivamente y en sus interacciones, estos fenómenos representan una amenaza común que todos debemos enfrentar juntos. Todos estos peligros que se anuncian son causados – sí, no tengo ninguna duda de que el virus salió del laboratorio de Wuhan- por la intervención humana en los procesos naturales y solo pueden superarse cambiando las actitudes y el comportamiento. Así que el verdadero enemigo es el hombre mismo. Este es el nuevo discurso embaucador.

Resumidamente este artículo disecciona el libro “La primera revolución global” y explica como hemos llegado hasta nuestros días bajo el control del Club de Roma, la Agenda 2030 de la ONU, el Foro Económico Mundial y el globalismo en busca de un gobierno mundial. Pueden clicar el botón «Leer más» para ver un pequeño resumen. Se lo recomiendo porque entenderán muchas cosas:



Así que estamos en la recta final. El hombre mismo es el enemigo a combatir. Este fue el pistoletazo de salida del «Movimiento del Calentamiento Global » , la activación mundial del peligro del cambio climático. Pero, ¿cómo debería convertirse esto en un movimiento que permita guiar y controlar a las personas? 

Como es bien sabido, el clima siempre ha cambiado, nunca ha sido constante en la historia de la tierra. El Polo Norte ha estado libre de hielo más veces de las que ha tenido un casquete polar. ¿Cómo diablos debería asociarse el hombre con esto? Sobre todo: ¿Cómo se le debe dar a una sola persona la idea de que él mismo podría influir en el clima global a través de su comportamiento?

La religión climática: La culpabilización del hombre

Con una sola suposición ha sido suficiente: El dogma de la huella de carbono

Todo el mundo sabe la respuesta hoy, hace 30 años nadie la hubiera sabido. Por supuesto es el CO2. Un gas que está contenido en el aire que respiramos, pero que representa sólo el 0,04 por ciento del aire. Una minucia dentro del aire ya ven. Que es al mismo tiempo tan vital para las plantas de nuestro planeta como lo es el oxígeno para nosotros. Era necesaria una sola suposición para establecer la conexión, ese gas que es una simple traza dentro de los gases de la atmósfera produce el llamado efecto invernadero. Bloquea una pequeña cantidad de calor para que no se irradie al espacio. 

Este es el único argumento de que el hombre es responsable del cambio climático a través de su actividad aquí en la tierra. En principio, esta suposición no se puede probar ni refutar, ya que el sistema climático es demasiado complejo para ello

El propio Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) habla de «múltiples ecuaciones no lineales acopladas» que hacen fundamentalmente imposible para realizar cálculos. Según el IPCC, el sistema climático consiste en toda una serie de tales sistemas, todos los cuales interactúan e influyen entre sí.

Como no se puede calcular, se monta todo con simulaciones. Estas son las previsiones climáticas que se publican en cada caso. Curiosamente, en los últimos 30 años, ni un solo modelo de cálculo ha sido capaz de predecir el curso real del desarrollo climático. Sin embargo, se publican impávidamente las suposiciones más dramáticas, nunca las más probables. Esta es la única forma de lograr el objetivo real: un cambio global masivo en el comportamiento humano.

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La creación de la nueva moral

Lo que nos lleva de vuelta a donde empezamos: ¿cómo cambiar el comportamiento a escala mundial?  Cambiando la moral, como ahora sabemos. Y aquí es donde todo cuadra. En consecuencia, el nuevo primer mandamiento de nuestro tiempo es: No producirás CO2. El planeta nos está avisando con su clima y la huella de carbono es la nueva verdad reveladaSólo a través de una renuncia radical – Net Zero, Sin huella de carbono- podremos purgar nuestros pecados climáticos.

Si me permiten el sarcasmo, dado que el ser humano no puede evitar generar CO2– lo hace cuando respira, bebe, come y defeca, se mueve, se divierte, folla, viaja o, incluso, si se está quieto- gran parte de la población mundial -los prescindibles que veremos luego- vivirán bajo la perpetua bota de la culpa arrastrándose vitalmente por la tierra. Una esclavitud sufriente, un infierno en vida mientras las élites se dan la vida padre.

Pero la religión del Cambio Climático tiene ya su credo, sus pecados climáticos, los demonios o excomulgados negadores climáticos. Todo el vocabulario que se desarrolla por sí solo muestra que no se trata de un discurso racional, sino de una perversa conducta moral, un artificio religioso. Ante la verdad revelada ya nada puede ser cuestionado – «todos están de acuerdo» – ya no hay ninguna diferencia fundamental con la incuestionable Palabra del dios climático. 

Es un sistema cerrado, de un orden isoentrópico esclavizante, cuyos axiomas están más allá de cualquier discusión. De ahí los términos pecado, culpa, vergüenza, negación… Y el de exclusión que sustituye al “excomulgar” cristiano: es la nueva división moral del mundo en el bien y el mal,. La creación de una nueva conciencia humana planetaria y culpabilizante que desplaza a la anterior.

Nosotros mismos estamos ahora llamados a expiar esta culpa. El planeta ha elegido a nuestra generación para ser el Cordero, somos el Agnus Dei del presente que asume este monstruoso pecado

(Thomas Eisinger, “ Behind the Future ”, 2021).

No se discute ya que “la generación de CO2” es el nuevo “pecado original del hombre” y es el único causante del cambio climático, cualquier duda se disipa con el argumento de que «el 97% de los científicos – los nuevos chamanes- lo han confirmado». Que este consenso es una falsedad se puede leer en muchos lugares  y es lo opuesto a la ciencia. Porque el principio científico no consiste en votaciones ni consensos entre investigadores, sino en construcción de teorías, experimentación, refutación y refinamiento.

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La victoria absolutista de la ética de la convicción sobre la ética de la responsabilidad

Es tanto más sorprendente que el único argumento causal, el efecto del COsobre el desarrollo climático, no se discute, no se puede discutir. Ese solo hecho, sin saber ni saber nada más, es una prueba clara de que no se trata de conocimiento, ¡se trata de otra cosa!

Porque toda prohibición de pensar, todo tabú, es claramente producto del poder y de la ideología. Quien tiene el poder de cambiar nuestros fundamentos morales es más poderoso que el gobernante de los ejércitos. Los creadores de la Nueva Moralidad se han asegurado una ventaja estratégica invaluable: ¡ellos mismos están, aparentemente, en el pináculo de la moralidad más alta! A partir de ahí, no tienes que discutir con nadie, especialmente sobre cuestiones de hecho, porque cada objeción solo muestra la inferioridad del otro punto de vista. Es la victoria absolutista de la ética de la convicción sobre la ética de la responsabilidad.

«En muchos debates, las emociones y la referencia a la moralidad correcta de la huella de carbono han ganado dominio discursivo, reemplazando la discusión fáctica y basada en evidenciaYa no se gana un debate con hechos y cifras, sino con la actitud adecuada” (“Discusión productiva”, Fundación Giordano Bruno).

Así que es lógico considerar a los renegados científicos, políticos, periodistas, ciudadanos con los conocidos términos despectivos: conspiranoicos, estafadores, negacionistas, etcéteraY es legítimo moralmente negarles cualquier forma de oportunidad de discurso público, y cancelar personas socialmente. Porque nada ni nadie tiene derecho a atacar a los que se sientan entronizados en el pináculo de la moralidad ceodosera, que encarnan el “bien” mismo.

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Donde hay verdad absoluta, no puede haber contradicción

Así es como logramos mantener pura la gran narrativa climática. Cualquier duda podría sacudir el edificio moral construido sobre una sola tesis. Eso sería lo peor que podría pasar. Por eso se emplean innumerables limpiadores narrativos —conocidos popularmente como fact checkers— que tienen una sola tarea: derrumbar la narrativa de los ateos climáticos y climatizar a las personas pecaminosas. Y funciona. Porque los ciudadanos modifican su comportamiento hacia la forma deseada sin el uso de la fuerza física. Se adaptan para evitar la asfixiante presión pública. 

La narrativa oficial de la verdad climática revelada, los medios de comunicación haciendo de oradores de púlpito y los factchekers auténticos torquemadas excomulgadores van cambiando poco a poco la forma en que pensamos, hablamos, consumimos, comemos y viajamos. Incluso el mundo empresarial está fuertemente impregnado del tufo climático. La premisa permanece indiscutible: el hombre es la peste que destruye el clima. 

Denuncian a los «pecadores» y practican doble rasero al mismo tiempo. Y ya florece la venta de indulgencias: CO2 compensaciones por vuelos, por compras en eBay, los límites de CO2 para automóviles y recién comienza el asunto ya con la comida. Todo esto no sólo recuerda a la venta de indulgencias en la Edad Media, sino que en realidad es el mismo principio: pagando dinero uno puede liberarse de sus «pecados», muy pocos tienen acceso a ella.

Se prepara una discusión para implantar un presupuesto personal mensual de CO2 en un futuro próximo y a poco llegarán las pulseras que nos avisarán si hemos pecado superando nuestro límite de huella de carbono. Con toda probabilidad, la disputa se encaminará de tal manera que no habrá discusión sobre el sentido de todo el asunto, sino sobre si deben ser 3, 5 o 6 toneladas mensuales.

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Los prescindibles y las élites exentas

Debe quedar claro aquí que la «protección del clima», esto es, evitar el CO2 , no tiene absolutamente nada que ver con la protección del medio ambiente. Si bien la protección de la naturaleza, nuestro entorno de vida, es absolutamente necesaria y aún queda mucho por hacer aquí, muchas de las «medidas climáticas» dañan el medio ambiente al mismo tiempo

Las turbinas eólicas matan insectos y pájaros y secan el suelo y contaminan cuando acaban su vida útil; los cereales para biocombustibles o los campos de placas solares roban valiosas tierras de cultivo para alimentos; el cultivo de maíz para plantas de biogás conduce al agotamiento del suelo y al uso masivo de pesticidas, dónde tiraremos la enorme cantidad de contaminantes baterías de los coches eléctricos que, dicho sea de paso, consumen más CO2 en su fabricación que en su uso, donde tiraremos los aerogeneradores y las placas solares cuya vida útil es tan sólo de 20 años, etc. 

Es importante hacer siempre una distinción clara aquí: ¿Qué medidas sirven para el medio ambiente y cuáles para la reducción de CO2 ?

Entonces, ¿quién se ve afectado por este trastorno fundamental en nuestra sociedad? Son los que no pueden – o apenas pueden- pagar los precios futuros del impuesto al CO2 y la compra adicional de su presupuesto personal de gasto disponible en huella de carbono. Los «prescindibles‘, como los llama el principal ideólogo del Foro Económico Mundial (FEM), Yuval Harari. 

“La mayoría de la gente es superflua para la economía. El problema será dar sentido a la vida de las personas en el futuro.”

Yuval Noah Harari

Las élites, los ricos, los propietarios de superyates, jets privados y varias casas en los lugares más hermosos de este planeta no se verán afectados. Ni sentirán culpa ni vivirán arrastrados. Porque ellos son los que han inventado todo esto. Quienes nos demuestran cada día su doble moral, haciendo lo contrario de lo que le piden a los «superfluos» porque saben que nada les puede pasar. 

La implantación de la nueva moralidad climática ya ha avanzado tanto que las masas pagarán voluntariamente el precio. No solo de forma voluntaria, sino con la firme convicción de que estamos haciendo algo bueno, de lo contrario seremos la última generación. Trágicamente, los jóvenes activistas realmente creen que están del lado de los buenos, a pesar de que los desvergonzados multimillonarios les pagan por sus acciones. 

La religión climática: La culpabilización del hombre

¿Qué podemos hacer entonces?

Nada podría estar más equivocado. Por eso escribo, una y otra vez, sobre la religión atea del cambio climático. ¿Qué podemos hacer entonces? 

El primer paso es tomar conciencia del trasfondo: a partir de una suposición única e indemostrable, se intenta cambiar toda nuestra vida. 

El segundo paso: encontrar su propia posición, investigar información usted mismo, cuestionar sus propias ideas morales. No es fácil, ya que la moralidad climática se vierte en todos los consumidores todos los días a través de los medios de comunicación y en el mundo empresarial. La honestidad, la confianza en uno mismo y el coraje son importantes aquí. Opóngase a la aparente opinión mayoritaria, cuestiónela críticamente

El tercer paso requiere aún más coraje: defender los propios puntos de vista en la conversación con los demás. Esto significa el riesgo de exclusión, condena, rechazo. Aquí es donde un tipo apreciativo de comunicación ayuda, respeto por las opiniones de los demás y, si es posible, un corazón abierto. 

Y cuarto: la comprensión de que uno no tiene derecho a disuadir a otros de su punto de vista. Esa es quizás la parte más difícil.

Pero ciertamente el entrenamiento del propio coraje, que es necesario para resistir la presión que acecha para conformarse o rendirse, será una de las tareas de desarrollo más importantes para el futuro.

A cambio, se obtiene una gran recompensa: la creciente capacidad de volverse cada vez más consciente de la manipulación externa y del propio funcionamiento interno, de desarrollar opciones para desprenderse de los adoctrinamientos inconscientes. Porque hay una cosa que nadie te puede quitar, como bien lo expresó Victor Frankl:

«Todo se le puede quitar a una persona, excepto su última libertad: elegir su actitud personal en cada situación«.

Victor Frankl

Conociendo al ser humano que ama la libertad y no estará dispuesto a vivir eternamente sito en la culpa arrastándose por el planeta. auguro una próxima rebelión que ya empieza a mostrarse. ¡Qué luchará porque dejen de demonizar al ser humano!

(FiN) La religión climática: La culpabilización del hombre

FiN

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