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Antigua y nueva eugenesia: Genética y ética

19/02/2023

Escritor Español Petrusvil

Poeta, escritor, divulgador y analista.
Tiempo de lectura 24 minutos.
Antigua y nueva eugenesia: Genética y ética
«La eugenesia es la autodirección de la evolución humana»: Lema del Segundo Congreso Internacional de Eugenesia, 1921, representado como un árbol que unifica una diversidad de campos diferentes.

Tabla de contenidos


La idea de mejorarnos nos ha acompañado a lo largo de nuestra historia. Los antiguos griegos, romanos e indios, sostuvieron prácticas dirigidas a la mejora de las altas elites. Por medio de la selección de pareja, aborto, infanticidio, educación, etc. (Antigua y nueva eugenesia: Genética Genética y ética)

Antigua y nueva eugenesia: Genética y ética

La vieja eugenesia

Francis Galton y Darwin

Pero no fue hasta el siglo decinueve que Sir Francis Galton, en 1883 – justo un año después de morir Charles Darwin-. Le dio carácter de ciencia al uso de prácticas sistemáticas que tenían como fin mejorar la especie humana. Fue así como el movimiento eugenésico surgió en Inglaterra, continuando su camino por Europa. Llegando luego a América, primero a Estados Unidos y posteriormente a México, Brasil, Perú, Chile y Argentina.

El problema comenzó con Charles Darwin. Su obra revolucionaria, El origen de las especies, cambió la forma en que la humanidad se entendía a sí misma en el siglo XIX. Y su mensaje se extendió rápidamente en el mundo de las ideas políticas. De repente, la noción religiosa de que toda vida era igualmente sagrada fue atacada. Los seres humanos eran como cualquier otra especie: algunos estaban más evolucionados que otros. La raza humana podría dividirse en diferentes categorías y clases. Cuando Karl Marx asumió la tarea de trazar el desarrollo humano y definir la estructura de clases, reconoció su deuda y dedicó una de las primeras ediciones de Das Kapital nada menos que a Charles Darwin.

El resultado fue un compromiso darwinista de mejorar la calidad del acervo genético de la nación británica. Muchas de las reformas admiradas por los izquierdistas de hoy no surgieron, de hecho, de un deseo benigno de mejorar la suerte de los pobres, sino más bien de hacer que los británicos estuvieran más en forma, para garantizar su supervivencia como una de las razas más destacadas del mundo.

Antigua y nueva eugenesia: Genética y ética

Los hombres más brillantes del socialismo británico estaban a favor

La eugenesia es el pequeño y sucio secreto de la izquierda británica. Los hombres más brillantes del socialismo británico estaban a favor: Sidney y Beatrice Webb, George Bernard Shaw, Harold Laski, John Maynard Keynes, Marie Stopes, H.G. Wells, Bertran Rusell, hasta el mismísimo Winston Churchill. Casi todas las figuras icónicas más queridas de la izquierda defendieron puntos de vista que los progresistas de hoy encontrarían repulsivos. Veamos sus opiniones:

George Bernard Shaw: “El único socialismo fundamental y posible es la socialización de la crianza selectiva del hombre”. Más tarde reflexionó que “el derrocamiento del aristócrata ha creado la necesidad del Superhombre”.

– El reverenciado pacifista, desarmante y titán filosófico, Bertrand Russell, sugirió que el estado emitiera «boletos de procreación» codificados por colores. Aquellos que se atrevieran a reproducirse con titulares de un boleto de diferente color enfrentarían una fuerte multa. De esa manera, el acervo genético de alto calibre de la élite no se vería enturbiado por ningún estiércol proletario o, peor aún, extranjero.

– La campaña de Marie Stopes para bendecir a las mujeres de King’s Cross y el resto de la clase trabajadora británica con anticonceptivos no estaba motivada por una especie de protofeminismo. Más bien por la urgencia de reducir los números del floreciente lumpenproletariado. 

– El padre de la economía liberal, John Maynard Keynes. Respaldó el control de la natalidad legalizado porque la clase trabajadora estaba demasiado «borracha e ignorante» para confiar en mantener sus propios números bajos.

H.G. Wells no pudo contener su entusiasmo, alabando la eugenesia como el primer paso hacia la eliminación “de tipos y características perjudiciales” y el “fomento de tipos deseables” en su lugar. HG Wells imaginó una casta de Ubermenschen,  todopoderosos y súper talentosos (superhumanos), que usarían vestimenta al estilo samurái y ordenarían los asuntos del planeta. En este contexto, sólo había desprecio por la gente corriente, a la que se consideraba como “sub-hombres” a los que había que cuidar y cuidar —a través del estado del bienestar— como un rebaño de bovinos.

Beatriz y Sidney  Webb apoyaron la planificación eugenésica con el mismo fervor que la planificación urbana. Beatrice Webb estaba segura de que valía la pena preservar su material genético y se describía a sí misma como «el miembro más inteligente de una de las familias más inteligentes de la clase más inteligente de la nación más inteligente del mundo». Ella y sus compañeros de viaje imaginaron un mundo dirigido por una élite formada por personas como ella, capaces de determinar quién podía reproducirse y quién no. Una idea popular de la época era fomentar la inseminación artificial, no para ayudar a los infértiles, sino para impregnar a las mujeres de clase trabajadora con el esperma de hombres con un alto coeficiente intelectual. 

– En aquellos tiempos, se consideraba que los judíos representaban la principal amenaza de dilución ajena de la sangre inglesa. Bernard Shaw describió a los judíos como “el verdadero enemigo, el invasor del Este, el rufián, el parásito oriental”.

– Cuando era ministro del Interior (febrero de 1910-octubre de 1911), Churchill estaba a favor del confinamiento, la segregación y la esterilización de una clase de personas contemporáneamente descritas como “débiles mentales”.   “La mejora de la raza británica es mi objetivo en la vida”, escribió Winston Churchill a su primo Ivor Guest el 19 de enero de 1899, poco después de cumplir veinticinco años. 

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Antigua y nueva eugenesia: Genética y ética

La eugenesia echó raíces en Gran Bretaña y se expandió por el mundo, incluida la alemania nazi

El resultado final es sombrío pero claro. La eugenesia, el arte y la ciencia de criar mejores hombres, no es solo el problema histórico de Alemania nazi. O, la más cercana, de Escandinavia entre 1934-1976 con un programa de esterilización de mujeres aprobado por el Estado. Ni siquiera de la derecha con botas altas. Echó raíces en Gran Bretaña, empujado y discutido por la izquierda y se expandió por el mundo. De hecho, el desprecio por la gente común y el racismo absoluto fueron dos de los credos definitorios del socialismo británico.

De forma generalizada, las “medidas negativas” de la eugenesia, como la segregación sexual y racial, restricciones de inmigración (principalmente en USA y Alemania), prohibición legal de matrimonios “interraciales” y esterilización involuntaria, estaban destinadas a las clases bajas, con el objetivo último de “hacerlas desaparecer”. Mientras que las “medidas positivas” estaban enfocadas a mejorar la clase media y alta de las sociedades, permitiendo su auge- Favoreciendo la unión entre jóvenes idóneos para la sociedad y para patrocinar el matrimonio de la joven pareja con la esperanza de que procrearían hijos sanos, dotados de las cualidades consideradas adecuadas.

La idea de “eugenesia” que predomina en este periodo es la denominada totalitaria;. Esto es, realizada por Estados con gobiernos que ejercieron un poder centralizado y autoritario. El movimiento eugenésico de la Alemania nazi fue el más poderoso y cruel de todos.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial y darse a conocer el alcance que tuvo la eugenesia en la Alemania nazi, dejó al mundo perplejo e indignado frente a los atropellos cometidos contra miles de personas en pos del perfeccionamiento humano. Y fue en este momento de la historia donde se pensó que la eugenesia pasaría como uno de los capítulos más tristes, violentos y deshumanizantes, convirtiéndose en tabú. Pocos años después, la eugenesia parecía haber quedado únicamente en los libros de historia, debido a la asociación generalizada con el Tercer Reich.

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La nueva eugenesia genética

El ADN y la genética

La segunda mitad del siglo XX traería consigo muchos cambios. En 1953 se marcó un hito en la historia de la biología al darse a conocer la estructura del ADN; posteriormente, la teoría de la biología sintética cambiaría nuestra concepción de herencia y, poco a poco, comenzaron los estudios enfocados en conocer el genoma de plantas, animales y humanos, su interacción con el ambiente y las posibilidades de modificarlo exitosamente.

La década de los sesenta trajo consigo debates en torno a la autonomía reproductiva y al control natal. En la década de los setenta se vivió el debate sobre el aborto, las posturas provida y proelección. Y fue así como, poco a poco, el tema de la eugenesia encontró nuevamente cabida a partir de las diferentes técnicas en reproducción asistida, las nuevas tecnologías en la fertilización in vitro. Así como la amniocentesis (prueba que se realiza durante el embarazo para diagnosticar ciertos trastornos genéticos, defectos congénitos y otros problemas de salud en un feto), los bancos de semen, la ingeniería genética y finalmente la clonación.

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Vieja o nueva, la idea es la misma

Actualmente existe cierto recelo académico en utilizar el término “eugenesia”, por la asociación que tiene con el asesinato de miles de personas que no cumplían con el modelo de “raza superior”. Se piensa que debería reemplazarse por “intervenciones genéticas”, “perfeccionamiento genético” o “ingeniería genética”, lo que no deja de ser un eufemismo.

En palabras de Ekberg, vieja o nueva, se trata de lo mismo:

«…a pesar de las importantes diferencias de procedimiento, legislativas y administrativas entre la vieja eugenesia y la nueva genética, y a pesar de las importantes variaciones espaciales, temporales y culturales en la interpretación y la aplicación, a nivel ideológico, no hay esencialmente ninguna diferencia. La vieja eugenesia era genética y la nueva genética es eugenesia”.

Ekberg, M. 2007. The old eugenics and the new genetics compared. Soc Hist Med. 20(3): 581-593

La diferencia entre la antigua y la nueva eugenesia es que la primera era el Estado y la sociedad la que la imponía por la fuerza y la segunda se viste de ejercicio de libertad individual al objeto de legitimarla pero sus resultados son igual de “cruentos” en el sentido de que modifican al hombre tal como lo conocemos.

En la actualidad, la “eugenesia positiva” consiste en la aplicación del conocimiento biológico molecular, el diagnóstico y la intervención genética en la búsqueda del enriquecimiento de nuestro genotipo para modificar nuestro fenotipo, con la finalidad de obtener una descendencia que la selección natural probablemente nunca hubiera conseguido; mientras que la “eugenesia negativa” busca corregir errores genéticos y eliminar enfermedades o factores genéticos desencadenantes de ellas. Una consecuencia inmoral de esta última es la desaparición por aborto de las personas con Síndrome de Dawn u otros defectos congénitos.

El colmo de la hipocresía blanqueante de la nueva eugenesia es que tiene como objetivo mejorar o perfeccionar la especie humana. Siempre y cuando ésta sea una decisión individual, no coercitiva y libre del Estado. El mecanismo de regulación estará determinado por intereses económicos del mercado, es decir, sólo al alcance del que pueda pagarlo.

Queda claro que uno de los aspectos de inmoralidad de la vieja eugenesia fue su carácter impositivo que perseguía fines estatales, el cual radicó en la eliminación de grupos considerados no deseables (grupos raciales -como los negros o mestizos-, étnicos -judíos, indios- o sociales -alcohólicos, criminales o prostitutas-). La inmoralidad de la nueva eugenesia son sus consecuencias éticas y la pérdida de los valores morales que pueden atentar a la dignidad del hombre …

Independientemente de cómo queramos denominarlas, ambas “eugenesias” buscan lo mismo: modificarnos – a nosotros mismos o a nuestra descendencia- para mejorar la raza humana.

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Los padres decidirán genéticamente, yendo al mercado, que tipo de hijo desean

¿Mejorar a quienes? A todos aquellos que así lo deseen, esa es la propuesta de la denominada eugenesia liberal, término acuñado por Nicolas Agar en 1999. De acuerdo con Michael Freede, esta nueva propuesta permite a cualquiera que lo desee, por la razón que sea, ofrecer servicios genéticos a todos aquellos que lo anhelen y estén dispuestos a aceptarlos en los términos en que se ofrezcan a los precios fijados. Una de las principales características que tiene este nuevo tipo de eugenesia es que la línea entre tratamiento y mejora se desvanece. Se amplia el rango de decisión de los padres de elegir las características que consideren más convenientes para sus hijos.

¿Cómo? Mediante técnicas de ingeniería genética, basadas la gran mayoría en tratamientos de fertilización asistida con transferencia de embriones, mapeo genético, diagnóstico genético preimplantatorio y prenatal, o quizá mediante la inserción de un cromosoma extra: DARPA diseñará genéticamente humanos agregando un cromosoma 47

Todas estas técnicas estarían encaminadas a seleccionar óvulos, espermatozoides, mitocondrias, embriones e información genética deseable, para asegurar que el hijo por nacer pueda hacerlo sin taras, enfermedades o defectos congénitos, o bien con la carga genética diseñada exprofeso por sus progenitores.

¿Con qué fin? La respuesta a esta pregunta es controversial y dependerá de la postura que adoptemos o analicemos para poder evaluarla. Ya sea que nos sintamos afiliados a una postura conservadora (denominada “bioconservadora”) o a una mucho más liberal denominada “transhumanista”.

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Transhumanistas, bioconservadores y el problema del mercado

Los transhumanistas como Nick Bostrom, Gregory Stock y Maxwell Mellman, entre otros, creen que estas tecnologías deberían estar ampliamente disponibles; los individuos deberían poder decidir cuáles de estas tecnologías aplicar a sí mismos o a su descendencia. La finalidad es superar las barreras de nuestra condición humana y dar un salto evolutivo hacia seres poshumanos o superhumanos, con mayor inteligencia, fuerza física, mejor carácter y más longevos que nosotros, los seres humanos actuales.

En el otro extremo se encuentran los bioconservadores que consideran que las mejoras prometidas por el transhumanismo conllevarán el fin de la especie humana. Frente al transhumanismo, los (bio)conservadores defienden la conservación y protección de la esencia y la naturaleza humana. Se oponen al uso de esta tecnología y solo estarían dispuestos a aceptarla si su uso se mantiene estrictamente restringido al ámbito de la salud, pues parten del supuesto de que la aplicación de estas tecnologías sin restricciones, en pos del perfeccionamiento, socavarían la dignidad humana. Sostienen que la finalidad de estas intervenciones no es justificable, pues diseñar un hijo restringe la libertad y autonomía que él mismo pueda tener en su vida, y proponen prohibir el uso de tecnologías que podrían mejorarnos. En este grupo encontramos a Leon Kass, Francis Fukuyama y Michael Sandel .

Ambos grupos sostienen que las intervenciones genéticas traerán consigo consideraciones éticas, tanto para nosotros como para los seres poshumanos, mas no coinciden en los mismos problemas.

Los transhumanistas apuestan a que, tarde o temprano, se podrán identificar los genes que intervienen en el talento, el carácter o la creatividad, y que, cuando eso suceda, quienes tengan la posibilidad de pagarlo podrán alterar o diseñar el código genético de sus hijos por nacer, porque los padres tendrían la libertad y el interés de brindarles a sus descendientes las mejores herramientas. Las consecuencias que prevén desde la ética en este escenario son mínimas, pues no ven un problema en la justificación de este tipo de intervenciones, ya que las equiparan a prácticas actuales, como pagar las mejores escuelas, contratar entrenadores deportivos, usar suplementos vitamínicos o la vacunación, e incluso prácticas un poco más agresivas, como el uso de Ritalin para mejorar la concentración o el tratamiento con la hormona del crecimiento para ganar un aproximado de 10 centímetros de altura.

Aquellos que están en contra de esta postura sostienen que no es equiparable la selección de la escuela al uso de Ritalin (para mejorar la concentración) y mucho menos al diseño genético. Sin embargo, los argumentos, a favor y en contra, rara vez entran en diálogo, porque unos apelan a la sacralidad de la naturaleza humana, los otros a los beneficios tecnológicos y a las innumerables capacidades que se pueden adquirir por medio de las modificaciones genéticas.

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Los transhumanistas, lejos de contra argumentar o debatir sobre estas objeciones, centradas en razones deontológicas o religiosas, insisten en que se deje libertad al individuo y en que estas intervenciones son para quien esté en capacidad de hacerlo y desee hacerlo, si los demás no están de acuerdo, pueden no hacer uso de ellas. En este sentido es lo de siempre: Liberales contra conservadores. El todo vale contra el hay unos límites morales.

Ahora bien, la crítica sustancial es que, a diferencia de su predecesora, la nueva eugenesia estará regulada por los mecanismos económicos del mercado. Lo cual genera dos problemas evidentes: por un lado, la libertad de obtener los beneficios de estas nuevas tecnologías estaría al alcance de quienes pudieran pagarlas. Y, por el otro, se corre el riesgo de que los productos, objetivos y resultados de la investigación se vean corrompidos por intereses de las compañías que desarrollan y aplican las nuevas biotecnologías, con el poder de poner a su favor cualquier regulación sanitaria o de bioseguridad.

Por su parte los bioconservadores parten del supuesto de que las intervenciones genéticas provocarán la pérdida de la dignidad humana (Leon Kass), el Factor X (Francis Fukuyama: Biotecnología contra la naturaleza humana), nuestra libertad (Jürgen Habermass ) o nuestros “dones” (Michael Sandel), no en nosotros sino en los individuos producto de estas intervenciones. Arguyen que el hombre en sí se constituiría de esta manera en objeto mercantilizado que puede ser creado a medida por sus padres o rediseñado por él mismo en base a su capacidad económica.

A pesar de las diferencias significativas entre ambos grupos, ambos comparten terreno común: el determinismo genético.

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La respuesta está en nuestros genes

El determinismo genético es la teoría biológica que sostiene que las características complejas de los seres humanos son causadas por genes específicos y, por tanto, es extremadamente difícil intentar modificar el comportamiento criminal, la obesidad o el alcoholismo por cualquier otro medio que no sea el genético.

La realidad es mucho más compleja, el gen es que solo es un factor dentro de un complejo entramado de otros genes, sustancias, reacciones y procesos orgánicos, y todo ello dentro un entorno histórico, social, cultural y ambiental específico para cada individuo. Es decir, los comportamientos de los individuos no son debidos sólo a un gen específico.

Tal como la eugenesia de mediados de siglo XX buscó limitar la inmigración y la reproducción (por medio de la esterilización), y la posterior eliminación, de grupos no deseables, con la intención de erradicar de sus sociedades a los alcohólicos, prostitutas y enfermos mentales, porque se pensaba que estas conductas eran hereditarias, la nueva eugenesia busca también relacionar ciertas condiciones conductuales con genes específicos heredables. La ventaja en esta ocasión es que se eliminaría al gen y no al individuo.

El fenómeno que permite el resurgimiento del determinismo genético es considerar nuestro material genético como un icono. Aparentemente no tenemos problemas con procedimientos que modifiquen nuestro corazón, cerebro o hígado, pero recientemente intervenir en el genoma es cuestionable, ya que pensamos que la genética es sinónimo de destino.

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El ADN como icono y el gen como fetiche

El ADN se ha convertido en un icono cultural, cuyo sentido simbólico es independiente de su definición biológica, es una forma de definir personalidad, justificar estereotipos y moldear políticas sociales con base en fuerzas naturales. Creemos que nuestro genoma es lo que nos hace humanos. No solo nos da una idea de nuestra salud, sino que, aparentemente, ofrece bases sólidas para las relaciones humanas. Al parecer, nos indica si vamos a ser criminales, alcohólicos, disléxicos, exitosos o inteligentes; y, por otro lado, y por ende, debemos entender, aceptar y adaptarnos a nuestras limitaciones genéticas.

Se sugiere que “el gen” se ha convertido en un fetiche, desarticulado de su contexto y considerado como algo en sí mismo, cargado de significado psicológico, cuando la realidad es que solo es un factor dentro de un complejo entramado de sustancias, reacciones y procesos orgánicos, los cuales actúan en un contexto histórico, social, cultural y ambiental específico.

De acuerdo con Strohman, esta interpretación está vinculada con la información dada a conocer por los medios de comunicación que, junto con los intereses de grandes empresas dedicadas al desarrollo de tratamientos genéticos, promueven la idea de que intervenir en la información genética es la solución a nuestros males.

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Medios de comunicación, conflictos de interés, impacto mediático, desconocimiento y miedos (la criticada decisión de Angelina Jolie)

Lo cierto es que tenemos que considerar que los medios masivos de comunicación, junto con las afirmaciones de científicos prominentes, propician que el genoma sea representado, según sostiene Nelkin, como un término icónico. ¿Por qué no creerle al Dr. James Watson cuando afirma que “solíamos pensar que nuestro destino estaba en las estrellas. Ahora sabemos (…) que nuestro destino está en nuestros genes?”. Tal como sostiene un participante del estudio de Ann Scott sobre, “la gente siempre se ha interesado en la astrología y otras formas de saber el destino. ¿Por qué no tener una forma científica de conocer(lo) en vez de algo que no es científico?”. Este tipo de afirmaciones están teniendo un gran impacto en la sociedad.

Se ha elevado la demanda de pruebas genéticas que detectan la presencia de genes asociados a enfermedades, con el objetivo de tomar medidas preventivas.

Por ejemplo, el 14 de mayo de 2013 el diario The New York Times publicó en su apartado de Opinión una carta de la célebre actriz norteamericana Angelina Jolie. En la que se lee que la pérdida de su madre, debida al cáncer de mama, fue el principal motivo para someterse no solo al escaneo genético sino a una doble masectomía, seguida de una reconstrucción mamaria estética. Y en marzo de 2015 se sometió nuevamente a una cirugía preventiva de retirada de ovarios y trompas de Falopio, para reducir la posibilidad de padecer cáncer.

La razón por la cual esta actriz tomó una decisión que para muchos puede parecer demasiado drástica, fueron los resultados de un estudio genético (para detectar el gen BRCA1) que arrojaban una posibilidad de 87% de desarrollar cáncer de mama y 50% de padecer cáncer de ovario. Su decisión ha causado polémica, tanto en los medios de comunicación como en el ámbito médico.

La carta de la actriz señaló en ambas ocasiones que no quiso dejar esta situación en lo privado, porque considera que muchas mujeres se pueden ver beneficiadas de su historia. Tanto para realizarse escaneos genéticos como para tomar decisiones que, en su caso, lejos de debilitarla como mujer, la empoderaron. La típica grandilocuencia absurda buscando el impacto mediático de una persona que, por muy conocida que sea, no es nadie para recomendar nada.

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En ambas ocasiones, los diarios del mundo replicaron la noticia en diferentes idiomas, unos alabando la fortaleza de esta mujer y otros cuestionando su decisión, la ligereza con la que Jolie presenta los efectos secundarios y el mensaje que se estaba dando a mujeres de todo el mundo.

La principal crítica es que tener la mutación del BRCA1 y BRCA2 no es equivalente a una sentencia de muerte. Ni tampoco significa que quien la tenga desarrollará cáncer de mama u ovario: solo es un índice de riesgo. De acuerdo con el Instituto Nacional de Cáncer del gobierno de los EUA, una mujer nacida hoy tendrá una posibilidad de 1 entre 8 (12,5%) de ser diagnosticada de cáncer de mama en el transcurso de su vida. Se estima que la mutación BRCA1 y BRCA2 está presente en el 5% a 10% de los casos de cáncer de mama u ovárico entre las mujeres caucásicas norteamericanas.

Por tanto, tomar la misma decisión de Jolie “no salvará la vida de innumerables mujeres”, pues para la mayoría de las mujeres, incluída ella, existen otros factores de riesgo no hereditarios relacionados con sus hábitos diarios, como el peso, el consumo de alcohol, el tabaquismo o la falta de actividad física, que las hacen más propensas a desarrollar cáncer de mama que la presencia de estos genes (pruebas genéticas de BRCA1 y BRCA2).

Me parece interesante presentar el caso, porque en él se puede apreciar la repercusión sesgada y errónea que está teniendo la información genética relacionada con el cáncer de mama por una figura pública que, nos guste o no, tiene gran influencia en los medios.

Bertha Coombs, reportera de CNBC, reportó el 14 de mayo de 2013 una nota en la que se lee que, a partir de la publicación del caso Jolie, las acciones de Myriar Genetics (empresa encargada de realizar el test genético en busca de los genes BRCA1 y BRCA2, y que hasta poco antes de la noticia tenía la patente por el proceso de detección) habían incrementado un 4% en cuestión de días. Esta información indica que la consolidación de un mercado enfocado en la búsqueda e identificación de genes que permitan tomar decisiones preventivas (como la de Jolie), o solicitar tratamientos de fertilización in vitro con diagnóstico genético preimplantatorio para traer bebés sanos (como las bebés en España e Inglaterra que nacen “libres del gen” BRCA1 y BRCA2), o generar medicamentos y tratamientos personalizados, etc., es posible.

Lo cierto es que el tratamiento de los medios de comunicación no es el adecuado, proporcionan títulos atractivos, pero parciales o generan falsas esperanzas o falsos miedos. Ejemplos como “El ADN de la agresividad”, “Identifican el gen del alcoholismo”, o “El gen de los perezosos”. Estos artículos comienzan señalando que el “gen para” la agresión, el alcoholismo o la pereza ha sido encontrado, y, salvo que uno se quede leyendo toda la nota, podrá darse cuenta de que, conforme se expone la información, se van haciendo las aclaraciones, como que no es determinante, que se encuentra asociado a otros factores, que únicamente se encontró en población finlandesa, etc. Lamentablemente, ya dieron una idea concreta: cualquier conducta puede ser atribuida a nuestros genes.

Y es precisamente este tipo de información tergiversa el alcance del conocimiento que tenemos sobre la estructura e interacción de nuestro genoma, tanto intrínsecamente como con el ambiente.

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No todo depende de un gen, todo es mucho más complejo

Para sostener una idea determinista, primero es necesario comprender las variaciones existentes entre los genes y la expresión de la enfermedad.

  • Una enfermedad monogenética se entiende como aquella en la que, al realizar un estudio genotípico, la presencia o ausencia de n gen conlleva un 100% de probabilidad de desarrollar el padecimiento en un lapso de tiempo determinado. Incluso, puede que pasen años antes de que se expresen los primeros síntomas. De ahí que esta condición también se conozca como presintomática y el ejemplo más famoso es la enfermedad de corea de Huntington.
  • Por otro lado, están las enfermedades multifactoriales, en las que uno o varios genes se encuentran involucrados en la expresión de un rasgo. Pero estos genes pueden reaccionar de forma diferente al ambiente. Así, la mutación es necesaria pero no suficiente para determinar la enfermedad, como el cáncer o la fenilcetonuria.
  • Finalmente, está el enmascaramiento genético, esto es, la persona tiene solo una copia defectuosa del gen, mientras la otra se mantiene “sana”. Si esta última compensa el error de la primera, evita que se presente la enfermedad. Sin embargo, puede pasar este defecto genético a sus hijos, los cuales podrían presentarla en caso de juntar las dos copias defectuosas, como ocurre en la fibrosis quística.

Aunado a lo anterior, existen factores genéticos que debemos considerar:

(a) un solo gen puede estar involucrado en la producción de más de una proteína.
(b) las funciones genéticas pueden traslaparse.
(c) la interacción genética.
(d) la expresión de un gen está ligada a otros factores, por ejemplo, la señalización emitida por una hormona puede alterar la expresión genética. Por tanto, si pensábamos que las modificaciones genéticas necesarias para que un tratamiento eugenésico sea eficiente eran sencillas, estábamos equivocados.

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En qué debería centrarse el debate ético

Una vez expuestos los parámetros de la eugenesia y del determinismo genético para que, a partir de este punto, el argumento de que podemos perfeccionarnos, no solo en lo físico (altura, fuerza, longevidad) sino en lo psicológico (más creativos, menos violentos, más éticos) resulta inválido por una razón: queremos encontrar respuesta simples a problemas complejos. Esto es, querer resolver problemas de orden social y de conducta por medio de la genética es reducir y homogeneizar nuestros problemas para poder aplicarles la solución que hoy está capturando nuestra atención y en la que estamos vertiendo esperanzas de mejora: la genética.

El debate ético debería centrarse en el por qué y para qué buscamos estas mejoras; analizando situaciones concretas. Veamos algunos ejemplos:

– Si nos preguntamos: ¿por qué queremos modificarnos con el objetivo de no tener que respirar, no beber agua dulce, o no comer? Y la respuesta es: para dejar de preocuparnos por la contaminación global y encontrar en estas modificaciones una salida de supervivencia a la falta de alimento, de agua potable o de aire limpio, entonces se puede pensar que no es ético el uso de estas tecnologías, porque se buscaría una respuesta genética a problemas provocados por una industrialización descontrolada y la generación de desechos químicos tóxicos que se vierten al ambiente.

– Si nos preguntamos por qué queremos encontrar la relación genética de comportamientos indeseados socialmente como la violencia, la prostitución o el alcoholismo, y la respuesta es para modificar nuestros genes y dejar de lado los factores sociales que los promueven, como la falta de empleo, el crecimiento de zonas marginales o el aumento de poblaciones vulnerables en cinturones de miseria que caracterizan a las grandes urbes, entonces se puede pensar que no es ético porque estamos buscando una salida de orden genético a un problema social.

– Si nos preguntamos por qué queremos eliminar el gen del factor de coagulación sanguínea VIII de mi descendencia y respondemos que para eliminar la probabilidad de que padezcan hemofilia tipo A o sean portadores, y con esto elimino uno de los tantos factores que pueden afectar su calidad de vida, entonces se puede pensar que es ético, porque estamos buscando una respuesta genética a un problema genético.

Antigua y nueva eugenesia: Genética y ética

Conclusión

Queda mucho por resolver en torno a la eugenesia (o la nueva genética). Que sea accesible todavía no está claro, es un asunto pendiente. Los que están a favor consideran que no solo es deseable sino ético el uso de estas nuevas tecnologías, incluso si éstas mantienen o incrementan la inequidad social. Por su parte, los que están en contra piensan en la dignidad humana y en las consecuencias que las decisiones de individuos hoy tengan en las generaciones futuras y su irreversibilidad.

En este sentido, falta mucha investigación y muchas propuestas para resolver este problema; y un acercamiento entre dos posturas tan contrapuestas. También falta desarrollar una bioética seria que plantee una augenesia genética digna para el ser humano (no la bioética sectaria de hoy: Ver “Los Chamanes de la bioética” en mi post Tiempos luciferinos – No apto para paganos sensibles) que sea capaz de analizar cada situación y decidir si es conveniente (ético) o no.

El punto clave es esto, si no se para la actual tendencia, lleva el camino de que la decisión final la tomarán los individuos – como consumidores- yendo al mercado para “arreglarse un gen para sí o para su descendencia”  y que cada uno podrá elegir el mecanismo que desee, por considerarlo seguro, porque piensa que cuenta con la información necesaria para tomar una decisión autónoma y porque considera que las consecuencias serán mayoritariamente benéficas y los riesgos han sido sopesados y medidos. Aun asumiendo el principio de responsabilidad, no solo de las acciones que nos afectarán a nosotros, sino de aquellas que serán trascendentes para las generaciones futuras, no podemos dejar en manos del “consumidor” algo tan serio. Este camino amén de ser distópico, lleno de trampas y de consecuencias irreversibles.

Debo aclarar que, a pesar de la imparcialidad que he tratado de mantener en este escrito, soy bioconservador. El “todo vale” liberalio no va conmigo.

Dejar sólo en manos del mercado – empresas y consumidores- algo tan serio como esto sería un error grave. Igual que dejar que los políticos definieran el camino hacia un transhumanismo inhumano. Esto último es lo que se conoce como la “eugenesia positiva”: la búsqueda del enriquecimiento de nuestro genotipo para modificar nuestro fenotipo, con la finalidad de obtener una descendencia que la selección natural probablemente nunca hubiera conseguido.

Si parece que la “eugenesia negativa” – que busca corregir errores genéticos y eliminar enfermedades o factores genéticos desencadenantes de ellas- debería ser la que se desarrollara para bien de la salud de los humanos, eso sí estableciendo consideraciones éticas para su aplicación.

En definitiva:

  • Estaría de acuerdo con la moderna eugenesia genética cuando esta se encuentre ligada a la genética moderna en conjunción con la bioética para corregir errores genéticos y eliminar enfermedades o factores genéticos desencadenantes de ello.
  • Para ello, es importante que el concepto de Eugenesia se desvincule con sus antecedentes históricos de barbarie y egoísmo. Cuando en el presente es de recalcar su gran importancia para la supervivencia cercana de una raza humana futura, ésto de la mano inmediata de la ética y el saber científico trazado desde la genética.
  • Las concepciones actuales del tema tratado pintan un panorama alentador para la investigación del genoma humano cuando se posee tantas herramientas para hacer «mejoras» en el ámbito de la salud, siempre y cuando prime la importancia ética sobre el interés egoísta que ensombrece al hombre.

Antigua y nueva eugenesia: Genética y ética

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