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Salvar al hombre de la tecnología requiere recuperar su espiritualidad

28/05/2021

Escritor Español Petrusvil

Poeta, escritor, divulgador y analista.
Tiempo de lectura 7 minutos.
Salvar al hombre de la tecnología requiere recuperar su espiritualidad

Salvar al hombre de la tecnología requiere recuperar su espiritualidad.

Orden espiritual y civilizaciones

No conozco históricamente ninguna civilización que, incluso con sus altibajos, no haya aceptado la existencia de un orden espiritual trascendente como fuente de los valores morales y la ley moral.

Si bien, el comunismo intentó eliminar todo vestigio espiritual en el hombre ni lo consiguió ni era – ni es en la actualidad – propiamente una civilización. También lo intentó la revolución francesa y los jacobinos, que tuvieron su continuación en los liberales. Este modelo secular no solo sigue coleando sino que es la fuente de la progresiva eliminación del orden espiritual en la modernidad.

Precisar que no me refiero en concreto a la separación Iglesia Estado sino al intento de relegar la religión; primero al exclusivo ámbito personal, luego a eliminar toda manifestación externa individual para extirparla de la vida social y, finalmente, a eliminarla completamente del individuo. En ello está también el masonismo. Curiosamente todos practican una suerte de religión secular, un mal trasunto de la moral cristiana adaptándola al laicismo nihilista.

Algunas de las mentalidades más avanzadas de todas las épocas han creído en el orden espiritual trascendente. Incluso en los casos en que las creencias religiosas tradicionales habían decaido en sus sociedades, como en la Grecia antigua. Vemos que sus filósofos permanecieron fieles a ellas y elaboraban sistemas metafísicos y éticos, para poderlas justificar. También podemos citar a Maquiavelo, Montesquieu, Tocqueville, y tantos otros, para los que la religión constituye un freno a los apetitos y sostiene las virtudes. [ Ver La vida secuestrada III: La cultura en este blog.]

La mente humana desde el alba de los tiempos siempre ha buscado la transcendencia; y ha creído en la existencia de la verdad divina y de un orden de valores espirituales, que son fuente de los valores morales. Todas las grandes religiones del mundo se sustentan en la creencia de una realidad eterna más allá de las cosas temporales y mundanas.

Salvar al hombre de la tecnología requiere recuperar su espiritualidad.

Salvar al hombre de la tecnología requiere recuperar su espiritualidad

La fe cristiana va mucho más allá… Ella y solo ella demuestra cómo esta realidad superior ha penetrado en la historia humana, cambiando su curso. Demuestra de qué modo la semilla de una nueva vida se implantó en la Humanidad, señalando una raza particular como canal de revelación, que encontró su cumplimiento en la encarnación del Verbo Divino, en una persona particular y en un particular momento de la Historia. Demuestra cómo se comunicó esta nueva vida a una sociedad espiritual, que llegó a ser el órgano de la acción divina en la Historia, a fin de que la raza pudiera espiritualizarse progresivamente, levantándose a un plano espiritual superior.

Christopher Dawson (1889 – † 1970 / Inglaterra)

Ciencia, tecnología y orden moral

Existe una relación evidente entre la quiebra del orden moral que acontece si se diluye la espiritualidad; y la quiebra de la civilización, cuando esta se desvincula de los órdenes morales.

Se podría decir que cuanta más ciencia – y tecnología – posea una cultura, tanta más religión necesita; porque si no el exceso científico y tecnológico se pondría por delante del hombre. Dicho de otro modo, este no tendrá asidero que embride a ese caballo desbocado por el que está siendo dominado. Si no asentamos con una mayor espiritualidad los avances tecnológicos y los situamos en el lugar que les corresponde; como magníficos medios y no como fines absolutos, estos doblegarán nuestra voluntad a través de una falsa exhuberancia vital. Nos mantendrán entretenidos mientras se nos pasa la vida. Al hombre espiritual la vida no se le pasa, la vive en plenitud.

Como ya comenté en la entrada [La vida secuestrada III: La cultura ] de este blog. Lo peligroso es que el hombre postmoderno no sólo tiende a confundir la ciencia -en su imagen idealizada- con la verdad sino que también le ocurre con la tecnología; que no es más que su resultado y, como tal, sólo es un mero medio…  Debemos entender que la ciencia y la tecnología dentro de su visión parcial son pacatas. Ni de lejos resuelven las preguntas consustanciales con el hombre que aborda la filosofía o la religión en su visión íntegra de las cosas. Nos hemos quedamos sólo con lo utilitario y lo endiosamos porque parece la perfección en si misma.

La tecnología es como un dios menor griego hecho hombre, como un Hércules biónico que todo lo puede pero tan solo es un instrumento. Esto ciertamente es entendible porque es fácil caer en esta sinécdoque utilitaria; en ese vitalismo consumista que deviene, finalmente, en el endiosamiento del hombre pero es imperativo desmontar este Olimpo Humano, este sofisma que nos obnubila.

Esto es lo que pienso que está ocurriendo en los tiempos modernos.donde la cultura occidental ha vuelto la espalda al mundo espiritual para concentrar toda su energía en la ciencia y la tecnología. Nos encontramos dentro de un extraño orden tecnológico que somos incapaces de dominar.

El orden tecnológico que hoy amenaza la existencia humana.

El orden tecnológico que hoy amenaza la libertad espiritual, e incluso la existencia humana,. con los poderes ilimitados que pone al servicio de la pasión y la voluntad humanas, resulta aterrador sin su subordinación a un principio superior; inmergido como está en la voluntad de poder del hombre por si solo y sólo por el hombre.

Salvar al hombre de la tecnología requiere recuperar su espiritualidad.

Esa banalidad de las masas ya la intuyó Ortega: Para el hombre moderno «vivir es no encontrar limitación alguna – nada nos limita-; por tanto, abandónese tranquilamente a sí mismo. Si, «el hombre-masa ha llegado a sentirse soberano de su vida» pero no sabe que hacer con ella mientras que «el hombre-selecto o excelente está constituido por una íntima necesidad de apelar de sí mismo a una norma más allá de él, superior a él» a cuyo servicio libremente se pone. El hombre-masa no consiente la excelencia porque le recuerda que hay cosas que están por encima de sus pretensiones. Y eso es impensable para el superhombre moderno heredero del pensamiento nietzschiano.

La vida secuestrada (Primera Parte): El deambuleo.

El hombre es un ser transcendente que no es soberano sino que libremente se debe a algo que se encuentra más allá de él mismo. Sin embargo el hombre contemporáneo no entiende que pueda renunciar a su yo mismo. para servir al prójimo y menos a Dios toda vez que ya ha obtenido su soberanía personal. No tiene límites y puede hacer lo que le de la gana. Sólo están sujetos a las leyes que se han convertido en una suerte de moral coactiva. Claro está, que no existiendo un orden moral, se necesitan muchas leyes y cada vez más para embridar el exceso nihilista. El resultado es que pasamos de unas sencillas, y preexistentes en el orden natural, normas morales a un interminable cúmulo de legislaciones sin límite imaginable.

La tecnología debe pasar a ocupar su propio lugar como un instrumento y no un fin.

Tarde o temprano los hombres, como en épocas anteriores, se darán cuenta de que. este desarrollo cancerígeno de la cultura actual es una amenaza para su propia supervivencia; y es contrario a los verdaderos intereses del hombre y de la sociedad. Y emprenderá el regreso a un principio de orden espiritual y a un reconocimiento de esta perdida dimensión de la cultura de Occidente.

La tecnología debe pasar a ocupar su propio lugar como un instrumento más, un medio más complementario pero subordinado al orden espiritual y moral. Pero esto es imposible mientras nuestra sociedad carezca de propósitos espirituales; y sólo esté atenta a la satisfacción de su codicia de poder, de sus deseos egoístas y hedonistas.

Salvar al hombre de la tecnología requiere recuperar su espiritualidad.

Sólo se puede lograr un cambio mediante una orientación radical de la cultura hacia fines espirituales. Esto significa una tarea inmensa, ya que supone una inversión del movimiento que ha dominado a la civilización occidental durante los dos o tres últimos siglos.

Christopher Dawson (1889 – † 1970 / Inglaterra)

Es necesario para recuperar la cordura que el hombre occidental recobre el uso de sus facultades espirituales superiores. Su poder de contemplación, su capacidad de introspección, el reconocimiento de su poquedad y su visión transcendente de la vida. Facultades que ya les fueron dadas desde el principio de los tiempos por Dios y se encuentran en su propia naturaleza. Lo primero para la sanación del hombre enfermo es el reconocimiento de su enfermedad.

Esa espiritualidad que traía de serie y que se ha atrofiado por tres siglos de negligencia. en que su mente y su voluntad se han concentrado espuriamente en la conquista de los poderes político, económico y tecnológico por las élites; y en el decaer profundo del hombre en el bienestar hedonista, el relativismo moral y el nihilismo.

Reconocer la necesidad de un cambio espiritual ya ha ocurrido otras veces en la historia de la humanidad

Una reconversión religiosa a través de la cual el hombre se aperciba de la necesidad de Dios y, abandonando su soberbia, recobre un nuevo mundo de verdades espirituales y valores morales.

Reconocer la necesidad de un cambio espiritual ya ha ocurrido otras veces en la historia de la humanidad; y esos advenimientos siempre se han producido una vez alcanzada una sima insoportable de decadencia moral. Sólo que, ahora, no sabemos cuando tocaremos ese fondo desde el cual volveremos a ascender y a recuperar lo que se encuentra en nuestra propia naturaleza primigenia: Nuestro espíritu transcendente.

Salvar al hombre de la tecnología requiere recuperar su espiritualidad.

Finalmente, volví a mirar el inabarcable sideral infinito; y recordé las palabras del filósofo Inmanuel Kant (1724-1804): «El cielo estrellado sobre mi, y la ley moral dentro de mí». Miré otra vez a las estrellas y busqué una con una pipa humeante; y me dije que no te olvidaría nunca, que nunca olvidaría lo que me enseñaste: A disfrutar la vida en toda su grandeza y armonía ( «El cielo estrellado sobre mí…) respetándome a mi mismo y, por ende,  a los demás; respetando las reglas del juego escritas en mi interior (» y la ley moral dentro de mí»)

En este blog. A mi padre | Panegírico

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FiN

A mi padre.