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La redistribución forzada de la riqueza nos empobrece

20/11/2021

Escritor Español Petrusvil

Poeta, escritor, divulgador y analista.
Tiempo de lectura 4 minutos.
La redistribución forzada de la riqueza nos empobrece

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La humanidad puede acabar con la pobreza extrema “básicamente de inmediato”, en un de un año. Eso afirmó recientemente Jeffrey Sachs, director del Centro para el Desarrollo Sostenible de la Universidad de Columbia, en una conferencia en el Vaticano. (La redistribución forzada de la riqueza nos empobrece )

La redistribución forzada de la riqueza nos empobrece

La prosperidad proviene del crecimiento económico, no de una redistribución bienintencionada

La propuesta de Jeffrey Sachs para lograr la desaparición de la indigencia, era esta: Una transferencia de riqueza masiva;que proporcionaría $ 1,000 anuales a cada uno de miles de millones de personas más pobres del planeta. El dinero lo aportarían las tres mil personas más ricas del mundo, que es más o menos la cifra de multimillonarios mundiales.

Nadie duda de la urgencia moral de erradicar la pobreza extrema, pero ¿son las transferencias de riqueza la solución? Si, de alguna manera, el mundo entero, empezando por los que tienen que soltar la pasta, accediera a probar la “altruista propuesta” –;con fondos ajenos- y se llevaran a cabo las transferencias con éxito, sin el típico manoseo apropiador;que intermedia en el asunto, ¿se terminaría realmente con la pobreza?

Los programas de asistencia social de transferencias de efectivo no son nada nuevo y hay mucha información que nos dice que su efectividad es escasa. Estos programas generosamente bien intencionados no han logrado eliminar la condición subyacente de la pobreza. En muchos casos, en realidad hacen que sea menos factible que los beneficiarios mejoren su condición económica de una manera sostenida a largo plazo. Es bien sabido que las diferencias en la capacitación humana y la redistribución de rentas habitual del mercado –;partiendo de una hipotética situación inicial de reparto por igual de riqueza- volvería a establecer diferencias de renta.

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Hasta la fecha, ningún país ha salido de la pobreza gracias únicamente a la ayuda exterior.

Hasta la fecha, ningún país ha salido de la pobreza gracias únicamente a la ayuda exterior. Basta con mirar a Haití, donde el flujo constante de caridad ha perjudicado a las industrias locales y ha empeorado la economía del país.

La caridad, en situaciones excepcionales, puede ser una medida provisional útil y efectiva, y los esfuerzos caritativos, cuando son voluntarios, son dignos de elogio. Pero exigir una redistribución de la riqueza tan incomparable como la que sugiere Sachs probablemente serviría solo como una distracción, o peor aún.

Realmente es un arcaísmo que se sostiene y se mantiene aun, tal es el caso de la pretendida redistribución de la renta;que el progresismo ha terminado encargando al Estado benefactor y de hecho se aplica profusamente hoy en día. Se persigue la igualdad por la via del concepto prehistórico del reparto comunal;cuando la riqueza para ser creada requiere que no se produzca la extracción onerosa de los activos necesarios a tal efecto.

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¿Qué es lo que cura realmente la pobreza?

Entonces, ¿qué es lo que cura realmente la pobreza? Los países más ricos de hoy fueron antes tan pobres como lo son ahora las áreas más pobres de Asia y África. ¿Cómo hemos llegado a un mundo con una vida media de sólo 24 años y la miseria casi universal a una donde el promedio;de vida es de más de 70 años y la renta global media es más de 15,000 dólares?

Parece más razonable pensar, en base a los datos empíricos, que al aumentar la riqueza ganamos todos y eso es lo que ha venido; ocurriendo desde el siglo pasado en que, a pesar de las desigualdades,;mucha más población ha tenido acceso a un nivel de vida no sólo digno sino mucho mejor.

Las historias de éxito económico más importantes del mundo, desde Estados Unidos hasta Suiza y Corea del Sur, tienden a seguir un protocolo común: Deje que la gente cree industrias, comercie y obtenga beneficios. La gente naturalmente usará esos beneficios para reinvertir y para mejorar la formación de ellos y sus hijos. La educación mejora el capital humano y los trabajadores altamente calificados que genera innovan, creando, a su vez, nuevos negocios o productos que hacen que el país pase de una economía industrial a una economía de servicios avanzada. Y, ¡eureka!, ahí lo tienes: la senda segura para ir desde la pobreza a la prosperidad postindustrial.

Como buena nueva, el tiempo que se tarda en recorrer la senda – ese enriquecedor viaje económico- parece que ha ido acortándose. Corea del Sur, Taiwán y Singapur lograron pasar de barrios marginales y talleres clandestinos a lujosas metrópolis en menos de dos generaciones. Ese mismo proceso requirió un siglo en los Estados Unidos de América.

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Pero ¿por qué no todos los países han tomado ese camino seguro hacia la riqueza? Es que sólo se puede seguir adelante en la senda bajo ciertas condiciones, y todas ellas requieren del estímulo de la libertad. Sin embargo, esos requisitos son muy simples: paz y estabilidad relativas, estado de derecho y garantía de protección de la propiedad, seguridad jurídica, facilitar administrativa y fiscalmente la creación de nuevas empresas y libertad para hacer negocios. Finalmente, poder participar en el comercio internacional sin regulaciones excesivamente onerosas ni multitud de trámites burocráticos.

En la misma conferencia que Sachs, Helen Alford, monja y vicerrectora de la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Roma, más atinadamente, dijo: «Necesitamos la riqueza económica como base para la vida». Y tenía razón: sin riqueza, la gente está condenada a una existencia terrena breve, hambrienta y dolorosa. Con tantas vidas humanas en juego, la lucha contra la pobreza mundial es un asunto demasiado serio e importante como para apostar por políticas buenistas que simplemente “hacen sentir bien” en el corto plazo sin generar una mejora económica duradera.

La defensa, por muy bien intencionada que sea, de soluciones inviables o ineficaces, hace más mal que bien. Hay que apoyar las políticas comprobadas y fiables que han llevado la pobreza a los niveles más bajos jamás soñados por nuestros antepasados. No hay una solución rápida y no vamos a acabar con la pobreza extrema «inmediatamente», pero hay que prestar mucha atención a las lecciones que nos brinda la historia, y podemos continuar en la dirección correcta: Crear más riqueza.

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FiN

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