
El “proceso constitucional” ficticio surge de unas cortes convocadas en 1977, las cortes ordinarias que no eran cortes constituyentes con lo cual aparece la primera gran ilegalidad de la Constitución. Luego la ley de partidos políticos es la anterior de 1977 y no ha habido una ley exprofeso posterior;que permitiera poner coto a la partitocracia emergente que instituye el artículo 6 muy abierto a interpretaciones. ( La Constitución transmutó un régimen autócrata en partitócrata)
Los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política. Su creación y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constitución y a la ley. Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos.
Artículo 6. Partidos políticos. Constitución Española del 78
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La constitución española tan celebrada por los que a la sacrosanta Transición veneran hirió de muerte la esencia de España. No hubo libertad constituyente con debate e intervención ciudadana; a esta se le dio a elegir, puerilmente engañada, un texto por el cual un régimen autocrático parió al siguiente régimen: Una partitocracia.
Una Constitución en cuyo referendúm sólo votó a favor el 57% del censo;y muchos de los que votaron además votaron engañados, empezando por mí mismo. La Constitución ya empezó cojitranca con una baja aprobación restando legitimidad al régimen nasciente. La democracia española nació con escasez participativa de los españoles y así ha seguido en todas la elecciones sucesivas. ¿Llegaremos a ver leyes que se aprueben con un 30% de participación y se sigua adelante como si nada? Barrunto que sí.
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La Constitución transmutó un régimen autócrata en partitócrata
Recuerdo a Adolfo Suárez mintiendo al decir que en la Constitución no cabía en ni el divorcio ni el aborto. Una Constitución tiene que ser un texto con unas normas claras, concisas y diáfanas de tal manera;que cualquier persona llamada a aplicar esa constitución la pueda interpretar de manera unívoca sin embargo;aquí lo que se buscó fue un texto tan amplio, tan ambiguo que pudiera ser luego interpretado según los intereses de la clase política;y con más razón teniendo en cuenta que como garante de la Constitución se creó el Tribunal Constitucional; como un tribunal al margen del poder judicial con lo cual no pertenece al Poder Judicial sino que es un poder político más; dado que quienes designan a los magistrados del Tribunal Constitucional son los partidos políticos.
Ya, por entonces, muchas personalidades relevantes y muchos ciudadanos protestaron y vieron en la constitución del 78 un texto;que llevaba en sí el germen malévolo de muchos de los problemas que hoy estamos viviendo y estamos contemplando.
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Muy especialmente la siguiente ristra de problemas: Los nacionalismos exacerbados,;la falta de libertades y su continuada restricción con el paso del tiempo; el control de los medios de comunicación; el adoctrinamiento de la juventud mediante las sucesivas leyes educativas sectarias e ideologizantes; el revanchismo político que ha culminado en el guerracivilismo; la imposición de una supuesta verdad oficial, el totalitarismo de los partidos políticos sobre la ciudadanía; el relativismo moral; la destrucción de la familia a través del divorcio, el aborto y las leyes de género (LGTBI, LIVG, etc.); el acoso a los niños para hipersexualizarlos con especial énfasis en la homosexualidad; la instrumentalización judicial de los delitos de odio agravándolos simplemente;porque se cometen contra colectivos victimizados ad hoc y no por el propio delito en sí; la eliminación de los débiles a través del aborto y la eutanasia, etc.
El relativismo y el nihilismo se han incardinado en nuestra Constitución a través de una élite partitocratica relativista;y hedonista para la cual la verdad no existe, que usando los mecanismos constitucionales han impuesto;por la vía parlamentaria cualquier ley moralmente injusta o discriminatoria que sus señorías fueran capaces de imaginar;porque ya no hay límites a la voluntad de poder del hombre que no cree en nada; y considera que no hay nada por encima de él sino que él es su propio dios. La norma superior adolece así del control sobre las acciones del poder por lo que ya no es propiamente;una Constitución que salvaguarde al pueblo de los desmanes relativistas de sus políticos.
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El mito del consenso que tanto nos han vendido es el principal fraude de la Constitución pues no puede haber consenso donde no hay diálogo;y en el falso proceso constituyente que se montó no hubo ningún diálogo ni debate con el pueblo. Se le ofreció un texto donde sólo se podía votar sí o votar no, no se podía negociar absolutamente nada. Jámás hubo consenso social y jamás hubo lugar al disenso democrático porque todo era prerrogativa exclusiva de los partidos no de los ciudadanos.
La Constitución transmutó un régimen autócrata en partitócrata
Los padres de la constitución convirtieron a la clase política y a los partidos políticos en los mayores déspotas;que haya conocido la historia del pueblo español. Tan es así, que una mayoría parlamentaria puede legislar absolutamente sobre lo que quiera, incluso superando o evadiendo la norma constitucional,;sin contar para nada con la voluntad de la mayoría a la que se debe, el pueblo español.
La voluntad del pueblo sobre la que, hipotéticamente, descansa la monarquía constitucional española ha sido prostituida por sus representantes;convertidos en diputados de un régimen partitocrático que sustituyó a al otro precedente. Y esto es así no sólo por la propia redacción de los “padres constituyentes”;sino porque el Tribunal Constitucional, que debía ser un tribunal de garantías del pueblo español, se ha convertido;en un tribunal de garantías de los partidos políticos puesto que ellos mismos eligen a los jueces de Tribunal Constitucional.
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La constitución instauró un estado liberal progresista en el que al gobierno se le atribuye la dirección exclusiva de todo ámbito; de la economía, de la sociedad y muy dolosamente de la enseñanza. El estigma constitucional fue la conjunción en un todo pétreo hierático de los tres poderes del Estado. El Ejecutivo “ejecuta”, propugna las leyes al Legislativo y elige a la cúpula de los jueces que controlan el Poder Judicial,;monopolizando la acción parlamentaria coadyuvado por el impuesto régimen de consenso de oligarquía partitocrática. La ladina democracia consensuada pervierte la democracia formal que se basa en la libertad y, por lo tanto, en el disenso.
El certero y cínico “Montesquieu ha muerto” pronunciado solemnemente por Alfonso Guerra allá por 1985 constituye la procaz sentencia de una democracia muerta al nacer. Es decir, nuestros representantes políticos se erigen en la élite intocable con posesión exclusiva de la verdad y la infalibilidad y se arrogan la potestad omnímoda de legislar sobre nuestras vidas y nuestro destino.
La Constitución transmutó un régimen autócrata en partitócrata
Así han llegado a aprobar temas como la ley de la memoria histórica, la de violencia de género, las sucesivas leyes educativas cada vez más desilustradas y creadoras de individuos apesebrados, el divorcio, el aborto y la eutanasia, – inclusive el inconstitucional Estado de Alarma del tan aciago coronavirus palpable demostración de como legislar impunemente por encima de la norma suprema- sin que haya habido oposición que lo deshiciera o disenso parlamentario que lo enfrentara, ni Tribunal Constitucional que lo corrigiera y, por supuesto, ni siquiera participación ciudadana.
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Al elector no se le otorga ni la capacidad de descabalgar al diputado por incumplimiento palmario, reiterado o prolongado del mandato imperativo, sujeto como está a la dictadura de su partido que incumple sistemáticamente su programa electoral, ese contrato social espurio y felón que se mancilla una y otra vez bajo la justificación del idolatrado consenso.
Baste ver, para ello, el artículo el 67.2 donde se establece que “los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo”. Esto constituye la tosca eliminación de toda forma de democracia representativa impidiendo que el representado pueda exigir al representante que vote en función de sus propuestas de programa, esto evidentemente se lo carga la propia constitución con un solo artículo. Así se lleva a cabo la farsa de que un partido político promete lo que quiera en su programa porque no está comprometido u obligado ante sus votantes.
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El gobierno y no el poder legislativo es el que lleva la agenda legislativa, y no hay poder legislativo independiente del gobierno que, por lo tanto puede, legislar absolutamente sobre todas las libertades, las leyes o derechos naturales, etc. El derecho positivo es un derecho pervertido porque no se asienta sobre la voluntad del pueblo ni en la tradición normativa consuetudinaria y su propia naturaleza está pervertida por la manipulación de la oligarquía parlamentaria.
La Constitución transmutó un régimen autócrata en partitócrata
No sólo no hay independencia del poder legislativo sino que además se conculca sistemáticamente la iniciativa legislativa popular (ILP): al pueblo español no se le deja intervenir ni se le consulta en prácticamente ninguna legislación relevante que se ponga en marcha por el Ejecutivo. Se requiere la costosa cantidad de 500.000 firmas para que luego las ILP´s (Iniciativa Legislativa Popular) sean sistemáticamente desestimadas, ni siquiera por el Parlamento sino por la Mesa del Congreso, de hecho sólo han llegado a buen término 3 de ellas y sobre temas bastante inocuos.
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Por poner un ejemplo de democracia participativa, en Suiza se llevan realizados 600 referéndums a nivel federal y miles en de ámbito cantonal, en España sólo seis nacionales y nueve en las Comunidades Autónomas.
Item más los españoles no pueden promover ILP´s específicas en contra de ninguna ley aprobada mientras los Suizos pueden hacerlo reuniendo 50.000 firmas o las peticiones de ocho de los 26 cantones en los primeros 100 días para modificar una ley de la que discrepen. Lo usual es que en España se conculque la Constitución en muchas leyes cuyos intentos de revocación duermen años en el Tribunal Constitucional – 12 años lleva así la última ley del aborto- Y sólo los partidos políticos puede impugnar una ley negándose ese derecho a la ciudadanía.
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Como cosa curiosa que casi nadie sabe respecto de las ILP´s es que la Constitución prohíbe terminantemente al pueblo presentar iniciativas legislativas fiscales, es decir, referentes a los impuestos o al sistema impositivo. En las leyes tradicionales de derecho político español (castellano o aragonés) en cualquier fuero se recogía precisamente que unas de las facultades que tenía el pueblo era intervenir en la aprobación de los impuestos. Así, indisimuladamente, la Constitución Española a través de la Ley Orgánica 3/1984 ha blindado el sistema tributario español ante la Iniciativa Legislativa Popular: ¡De los impuestos no nos salva nadie! ¡Chitón y a callar!
La Constitución transmutó un régimen autócrata en partitócrata
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Artículo segundo. Materias excluidas de la iniciativa legislativa popular.
Ley Orgánica 3/1984, de 26 de marzo, reguladora de la iniciativa legislativa popular.
Están excluidas de la iniciativa legislativa popular las siguientes materias:
1. Las que, según la Constitución, son propias de Leyes Orgánicas.
2. Las de naturaleza tributaria.
3. Las de carácter internacional.
4. Las referentes a la prerrogativa de gracia.
5. Las mencionadas en los artículos 131 y 134.1 de la Constitución.
Una Constitución que buscó la alternancia de mayorías de dos partidos políticos mayoritarios, auspiciada por la ley d’Hont que lo que hace es favorecer a los dos partidos mayoritarios en el reparto de escaños. Entonces al final esta Constitución favorece que los partidos más votados puedan hacer aprobar cualquier ley que se les ocurra y puedan legislar en contra incluso del interés general de todos los españoles.
Claro que esto también se incumple con la ley electoral en la que hay listas cerradas de partidos y no hay diputados que se presenten libremente por sus circunscripciones y representen con fidelidad a sus vecinos, amén de que las circunscripciones no cumplen como ya hemos dicho ese criterio tan democrático de “un hombre un voto”, es decir, que cada voto valga lo mismo en cualquier circunscripción, cosa que no ocurre con la democracia española.
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La ley electoral es evidente que se carga la representatividad de “un hombre un voto”, esto se ha convertido en un mito democrático porque sabemos que no es así y entonces nos encontramos con absurdos como que en Soria por 25 mil sufragios tienes un diputado y para Madrid necesitas 200.000 votos para conseguir un diputado. Una deformación brutal de la teórica voluntad popular. La ley electoral también da poder excesivo a los partidos nacionalistas al necesitar, del mismo modo, muchos menos votos para conseguir sus escaños a nivel nacional.
¿Qué hace un partido regionalista, casi todos nacionalistas y/o independentistas en el Palamento Nacional? Naturalmente estos se han aprovechado hasta la saciedad de la necesidad de sus votos para la gobernabilidad nacional. Con lo cual hacen de vendedores de sus votos al mejor postor y así hemos llegado a unas CCAA a las que se han cedido la mayoría de áreas de poder del estado central. Y esto ya no tiene vuelta atrás porque ya saben Udes. transferencia concedida transferencia que no se recupera. ¡Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita!
La Constitución transmutó un régimen autócrata en partitócrata
La Constitución que debía ser un instrumento integrador de la nación española se ha convertido por mor del articulado que establecieron los “siete padres de la Constitución” en un instrumento disolvente de la nación y de moral disoluta relativista.
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¿Y porqué añado “de moral disoluta relativista»? Ya lo decía San Juan Pablo II en su encíclica Centessimus Annus: “Si no existe verdad última la cual guía y orienta la acción política entonces las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente para los fines del poder de unos pocos”. Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto como ha demostrado muchas veces la historia y en efecto el hecho de no tener una referencia suprema, trascendente que implica concepción verdadera y clara del bien común, entonces no hay límites en las legislaciones que pueda imponer el derecho positivo instrumentalizado por unos pocos individuos nihilistas.
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El artículo 6, antes mentado, deja ceñido el pluralismo político sólo a los partidos políticos y a nada más como si lo hay en otras Constitucioenes y si esto le añadimos las reformas que se han ido haciendo posteriormente a la ley de partidos que impiden que, en la práctica, un grupo incluso numeroso pueda organizar un partido político porque, son tales las cuasi inalcanzables exigencias normativas, administrativas y financieras que se necesitan, que casi ninguno logra acceder. Esto provoca que los que no están ya dentro del sistema difícilmente puedan entrar y siempre son los mismos partidos los que dirigen el cotarro.
Las constituciones se entienden como una carta de derechos que garantizan los derechos de los ciudadanos frente al poder y como hemos visto nuestra Constitución no es garante de nuestros derechos sino de los de la élite partitocrática. Nuestros derechos y libertades han ido siendo cercenadas ley a ley, reglamento a reglamento; desde la misma Constitución hasta la última de las leyes aprobadas por el régimen de partidos.
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Muchas leyes hay al respecto pero la última es especialmente dolorosa respecto a la libertad ¿Verdad que ud. ya no puede entrar en el centro de determinadas ciudades españolas porque su coche no cumple una fecha de antigüedad fijada arbitrariamente para cumplir con los protocolos medioambientales de la Agenda 2030? ¿No se siente ud. discriminado por ello? ¿Cuenta ud. con las simpatías de los que pudiendo tener un coche más moderno entienden que eso es injusto?
Esta es la última consecuencia de la Constitución, que hay mucha gente que se la cree, y hasta la celebra cada año, mientras le sigue el juego a los políticos e incluso aplauden manadilmente las interminables medidas que traicionan sus derechos y libertades.
La Constitución además ha desmontado toda esa capacidad de defensa de la sociedad, ya nadie lucha por sus derechos y libertades, la gran mayoría de los españolitos se han acomodado servilmente – la Servidumbre voluntaria de la que hablaba Étienne de La Boétie- y dan por buenos todos los disparates a los que nos ha llevado.
(FiN) La Constitución transmutó un régimen autócrata en partitócrata
FiN
No hay Emergencisa Climática sino modelos erróneos del ICPP