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La advertencia huxleyana: La tecnología tiene ideología

04/12/2022

Escritor Español Petrusvil

Poeta, escritor, divulgador y analista.
Tiempo de lectura 9 minutos.
La advertencia huxleyana: La tecnología tiene ideología

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Hay dos maneras en que el espíritu de una cultura puede evanescerse. En el primero -el modo orwelliano- la cultura se convierte en una cárcel. En el segundo, el modo huxleyano, se convierte en una obra burlesca. (La advertencia huxleyana: La tecnología tiene ideología)

La advertencia huxleyana: La tecnología tiene ideología

El Gran Hermano no necesita vigilarnos, “nos vigilamos nosotros mismos»

Nadie necesita que se le recuerde que nuestro mundo ahora está leso por muchas culturas carcelarias cuya estructura describió Orwell. Básicamente, maquinarias del control del pensamiento tal como opera actualmente en decenas de países y en millones de personas. Por supuesto, Orwell no fue el primero en enseñarnos sobre las devastaciones espirituales de la tiranía. Lo insustituible de su obra es que da igual si nuestros guardias están impulsados por ideologías de derecha o izquierda. Las puertas de la prisión son igualmente impenetrables, la vigilancia igualmente rigurosa. Y la adoración – al gran Hermano o a la CiencioTecnología- es igualmente omnipresente en el mundo Huxleyano.

Lo que Huxley enseña es que en la era de la tecnología avanzada es más probable que la devastación espiritual venga de un enemigo con una cara sonriente que de alguien cuyo rostro exude sospecha y odio. En la profecía Huxleyana, el Gran Hermano no necesita vigilarnos, “nos vigilamos nosotros mismos”. No hay necesidad de guardianes o puertas o Ministerios de la Verdad. Cuando una población empieza distraerse con trivialidades, cuando la vida cultural es redefinida como una ronda perpetua de entretenimientos,. Cuando la conversación pública seria se convierte en una forma de charla infantil, cuando un pueblo se convierte en una audiencia embobada y su quehacer público en un acto de vodevil. Entonces una nación se encuentra en riesgo; entonces la muerte de la cultura acaece.

En Occidente, las profecías de Orwell son poco relevantes, pero las de Huxley están camino de realizarse. Occidente participa en el experimento más ambicioso del mundo para acomodarse a las distracciones tecnológicas de nuestros tiempos.

Este es un experimento que comenzó lenta y modestamente a mediados del siglo XIX y ahora, en la segunda mitad del siglo XX, alcanzó una perversa madurez. Esta es la consumidora historia de amor lúdico de occidente con la televisión, y en el s. XXI la perversión consumidora de imágenes continúa con los portátiles y teléfonos inteligentes, con las Redes Sociales y las plataformas de contenido. (Nota: En adelante cuando hable de audiovisual estaré hablando de todo lo anteriormente mentado. Porque todo ello es audiovisual, es la cultura de la imagen o del texto corto (twitter)).

La advertencia huxleyana: La tecnología tiene ideología

La soberanía de lo audiovisual

El hecho cierto es que los occidentales han puesto fin a la era de la palabra impresa, lenta y trabajosa de seguir pàra nuestros acomodaticios coetáneos. Y han concedido a lo audiovisual la soberanía sobre todas sus instituciones y, en última instancia, sobre la verdad. Decía Orwell que “ya no hará falta quemar libros, simplemente no los leeremos”.

Es harto dificultoso para los que observan este hundimiento cultural en un mundo huxleyano advertir a sus coetáneos. Y aquellos que lo intentan son tildados de histéricos, negacionistas, inadaptados u conspiranoicos y quedan sujetos al “martirio moderno” de la defenestración y el silenciamiento público.  La verdad es que la apariencia de este “totalitarismo autoimpuesto o consentido” viene impregnada de tintes benignos y, cuando no, es invisible por completo. Un mundo orwelliano es mucho más fácil de reconocer (dolorosa y monstruoso) y al que oponerse que un mundo huxleyano (benigno y divertido).

Todo en nuestro fondo humano nos ha preparado para conocer y resistir una prisión cuando las puertas comienzan a cerrarse a nuestro alrededor. Nadie será indiferente a las voces de los Sajarov y los Timmerman y las Walesas. Tomamos las armas contra un mar de problemas contra nuestra libertad, reforzados por el espíritu de Milton, Bacon, Voltaire, Goethe y Jefferson, pero ante un mundo huxleyano ¿no se oyen gritos de angustia? ¿Quién está preparado para tomar las armas contra un mar de diversiones? ¿A quién nos quejamos, y cuándo, y en qué tono de voz, cuando el discurso serio se disuelve entre las risas de los hiénidos? ¿Cuál es el antídoto para el ser de una cultura agotada por la diversión?

Ni nuestros filósofos de antaño ni los modernos nos han dado ninguna guía para acometer este peliagudo asunto. Nadie lo previó, badie lo previno. Las advertencias de los intelectuales, los antiguos pues los de ahora son especie en vias de extinción, se han dirigido habitualmente contra aquellas ideologías formuladas conscientemente que apelan a las más terribles tendencias de la naturaleza humana. Pero nos hallamos ante una ideología inconsciente que va inundando los recovecos de la mente humana en medio de una felicidad somática – la droga huxleyriana era la diversión-, corporeizada, de sentimiento puro – en vez de razón pura-. y animalizada. El hombre común camina ido hacia la animalia.

La advertencia huxleyana: La tecnología tiene ideología

En un mundo tecnologizado, la tecnología es, per se, ideología

Pero lo que está sucediendo en Occidente no es el diseño de una ideología articulada al modo del Mein Kampf o del Manifiesto Comunista. Viene como consecuencia involuntaria de un cambio dramático en nuestro modos de conversación y relación pública. Pero es una ideología, no obstante, porque impone una forma de vida, un conjunto de relaciones entre las personas e ideas, sobre las que no ha habido consenso, ni discusión y no ha habido siquiera oposición. Solo cumplimiento, consentimiento sin más.

La conciencia pública todavía no ha asimilado que la tecnología es, per se, ideología porque dirige a un lugar muy concreto si ella (la tecnología) toma las riendas del hombre, lleva a la servidumbre. A pesar de que delante de nuestros propios ojos ha ocurrido la modificación de todos los aspectos de nuestra vida por la tecnología durante los últimos ochenta años.

Por ejemplo, habría sido excusable en 1905 para nosotros no estar preparado para los cambios culturales que el automóvil trajo. Quién podría haber sospechado entonces que el automóvil definiría cómo íbamos a llevar a cabo nuestras actividades sociales y sexuales. Qué reorientaría nuestras ideas sobre qué hacer con nuestros parques, urbanizaciones y ciudades. Qué crearía nuevas formas de expresar nuestra identidad personal y nuestra posición social.

Se nos ha hecho tarde para darnos cuenta y la ignorancia cometida es inexcusable. No se ha sido consciente de que una tecnología viene “equipada” con un programa de cambio social. Al revés, hemos mantenido que la tecnología era neutral, que la tecnología es siempre amiga de la cultura: Nada más estúpido.

La advertencia huxleyana: La tecnología tiene ideología

Creemos ir hacia un paraíso al que nos lleva la tecnología

Además, ya deberíamos haber visto lo suficiente como para saber que los cambios tecnológicos en nuestros modos de comunicación (smartphones, internet, redes sociales, plataformas de contenidos, etc.) están incluso más cargados de ideología que los cambios en nuestros modos de transportarnos – como hemos visto con el coche-. Y esto es porque afectan sustantivamente a la forma de comunicarnos, al lenguaje. Y ante lo audiovisual el lenguaje es unidireccional y el contemplante se reduce a una mera esponja que absorbe. No se produce diálogo, ni discusión. Simplemente el mensaje entra en nuestra mente.

Introduce el alfabeto a una cultura y cambias sus hábitos cognitivos, sus relaciones sociales, sus nociones de comunidad, historia y religión. Introduzca la imprenta con tipos móviles metálicos intercambiables, y consigues mucho más aun. Introduce la velocidad de la luz en la transmisión de imágenes – y su presencia omnímoda- y tienes una revolución cultural. Sin votación, sin polémicas. Sin resistencia guerrillera.

La exposición permanente al martillo pilón de los medios, las imágenes, los videos… no permite digerir lo que se nos va viniendo encima de forma tan inmisericorde. Aparentemente la solución a esto pasaría por el “filtrado crítico” de la información en términos del interés de cada uno pero, tal parece, que al común de los mortales le conduce ineluctablemnte al sometimiento abúlico.

Aquí está la ideología, pura, subliminalmente adquirida. Aquí está la ideología transmitida sin palabras, que son mucho más complicadas en la difusión ideológica y requieren del esfuerzo, lleva de forma banal hacia el sometimiento mental del individuo. Se trata de toda una ideología difundida en unas puras y sencillas imágenes. Es todo lo que se necesita para que una población crea devotamente, para que se mantenga en la inevitabilidad del progreso. Y en este sentido, todos los occidentales somos marxistas, porque no creemos en nada si no en que la historia se está moviendo hacia un paraíso predestinado y que la diosa tecnología es la fuerza liberadora que está detrás de ese “movimiento maravilloso”.

No parece haber una cura para todo esto y casi nadie piensa que se necesite. El problema existe pero no encontramos la solución porque no vemos el problema.

Si, bien, pero ¿qué podemos hacer?

Para empezar, no debemos engañarnos con ideas absurdas, como la eliminación de la television (lo audiovisual). Está ahí y ahí se va a quedar, hasta que cambie, como toda tecnología. Es casi igualmente poco realista esperar que las modificaciones no triviales en la disponibilidad de los medios jamás se hará. Muchas naciones civilizadas limitan por ley la cantidad de horas que la televisión puede operar y, por lo tanto, mitigar el papel que la televisión  juega en la vida pública. Pero creo que esto no es posible en un Occidente libre. Una vez abierto el Médium Feliz a plena vista del público, no es probable que aprobemos ni siquiera su cierre parcial.

Internet suele ser desconectado en países tiránicos pero sólo en ocasiones y por sólo un momento porque las tendencias se evaporan rápido. Lo cierto es que el poder ha descubierto que eso es lo que nos somete, lo que nos entretiene, lo que nos idiotiza, lo que nos convierte en siervos …¡eureka! se dicen los modernos arquímedes de las élites gobernantes: ¡Entreténlos! El volumen del cuerpo (del entretenimiento) es igual al volumen de líquido desalojado (de las ideas desalojadas de la mente).

Todo es basura-divertida. Las élites elaboran modos de discurso, noticias, política, ciencia, educación, comunicación, religión, y los convierten en paquetes de entretenimiento sin fin. Aparentemente todos estaríamos mejor si los contenidos audiovisuales empeoraran para salir de la cinta de movius pero el rebaje mental es tal que el personal cada vez se divierte más cuando la basura aumenta.

El problema, en cualquier caso, no reside en lo que la gente ve. El problema está en que observamos. El observar permanentemente impide el proceso del raciocinio y lo va deteriorando a medida que se consume entretenimiento. La solución debe encontrarse en cómo miramos. ¿Educar la mirada? ¿Y quién educa la mirada? La solución está en la educación, la formación de mentes críticas, de individuos no influenciables que determinan lo que quieren ver, lo que les interesa y lo que no. Cada uno debe elegir lo que quiere mirar y dejar de mirar cuando quiera. Pero ¡ay! La educación hace mucho tiempo que fue obligada a dimitir de sus funciones primigenias – formar mentes libres y críticas- y está, también, en manos de las élites. De hecho la “educación moderna” tal como está implementada es importantísima para acelerar el proceso de idiotización humana.

No sabemos de qué nos reímos ni por qué hemos dejado de pensar

Porque creo que se puede decir que todavía tenemos que aprender qué es lo audiovisual, qué tipo de agresión mental perpetra, qué efecto alienante tiene en nuestras vidas. Nadie se ha puesto a pensar en ello. Y la razón es que no ha habido una discusión que valga la pena, y mucho menos una generalizada comprensión pública, de lo que es la información, de como ideologiza y de cómo da dirección a una cultura.

Hay una cierta intensidad en esto, ya que hay personas que con más frecuencia y entusiasmo utiliza frases como “la era de la información” y “ la sociedad de la información.” Aparentemente tenemos avanzado hasta el punto en que hemos captado la idea de que un cambio en las formas, el volumen, la velocidad y el contexto de la información significa algo, pero no hemos llegado más lejos. Simplemente nos hemos dejado llevar por ella.

La educación no está formando individuos preparados para ser conscientes de efecto audiovisual y despegarse de él cuando no interesa o perjudica. Algunos han educado el manejo personal de la información, discriminan contenidos y desechan lo perjudicial pero son los menos, la gran mayoría se han convertido en “digeridores autómatas” de las ideologías tecnológicas.

Lo que sugiero aquí como solución es lo que sugiere Aldous Huxley. Él creía como H. G. Wells que estamos en una carrera entre la educación y el desastre, y escribía continuamente sobre nuestra necesidad de comprender la política y la epistemología de los medios de comunicación audiovisuales. Pero al final de su discurso, Orwell estaba tratando de decirnos que lo que afligía a la gente en “Un mundo Feliz” no era que se rieran en vez de pensar, sino que no sabían de qué se reían y no sabían el motivo por el que ellos habían dejado de pensar.

Para mí está claro: Dejemos de ser meros «observadores» («mirones») y centrémonos en vivir nuestras vidas, no en contemplar las vidas aparentes ni los mensajes audiovisuales ajenos. Tomemos el control personal.

(FiN) La advertencia huxleyana: La tecnología tiene ideología

FiN

Huxley vs Orwell