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El tesoro de Moctezuma – Hernán Cortés I

15/08/2021

Escritor Español Petrusvil

Poeta, escritor, divulgador y analista.
Tiempo de lectura 15 minutos.

Tabla de contenidos

El tesoro de Moctezuma – Hernán Cortés I
Cortés ante Moctezuma (8 de noviembre de 1519)

El tesoro de Moctezuma – Hernán Cortés I

Vaya esta trilogía como mi aportación a la conmemoración del 500 aniversario de la toma de Tenochtitlán (México) por Hernán Cortés, que empieza con « El tesoro de Moctezuma – Hernán Cortés I », prosigue con« Narváez, la Noche Triste y la batalla de Otumba– Hernán Cortés II » y culmina con « La épica batalla de Tenochtitlán – Hernán Cortés III »

El encuentro de dos mundos

« Con los primeros resplandores del alba levantóse el capitán español para disponer su gente. Los hombres se agrupaban bajo las banderas, y sus corazones latieron cuando la corneta ;difundió su briosa llamada por el agua y por el bosque, hasta apagarse en el eco lejano de las montañas ».

«El fuego sagrado de los altares de los innumerables teocallis, que sólo se distinguían débilmente a través del color gris opaco de la niebla matinal,; era el único indicio de la capital a tales horas, hasta que los templos, las torres y los palacios se destacaron completamente;bajo la luz radiante de aquel sol que saliendo de la cima de las montañas orientales iluminó el valle. Era el día 8 de noviembre de 1519, fecha notable en la Historia,;pues aquel día los europeos pisaron por vez primera una capital hasta entonces ignorada del mundo occidental».

Así describe un historiador del siglo pasado, W. H. Prescott el momento de gran trascendencia histórica en que el conquistador Hernán Cortés, acompañado por un grupo audaz de cuatrocientos españoles, echó la primera mirada a la ciudad de Méjico, capital del imperio de los aztecas.

« Cuando las tropas de Cortés – los cuatrocientos españoles, secundados por unos seis mil indígenas como tropas auxiliares, especialmente tlaxcaltecas, enemigos hereditarios de los aztecas -hubieron franqueado el dique que unía la tierra con la ciudad insular, y pasaron un gran puente levadizo, todos los españoles se dieron cuenta de que se hallaban a merced de un príncipe de cuyo poder no solamente hablaban de modo impresionante el gran número de guerreros del país que los rodeaban, y la imponente mole de aquellos edificios gigantescos, sino los relatos de todos los indígenas ».

« No obstante, los españoles avanzaron sin vacilar ».

El tesoro de Moctezuma – Hernán Cortés I

« Cuando llegaron a la gran vía central de la ciudad, vino a su encuentro un cortejo de personas ricamente ataviadas. Detrás de tres altos funcionarios que lucían bastones dorados en la mano, unos nobles llevaban a hombros un palanquín de oro,;cuyo palio estaba hecho de plumas de vivos colores, cuajado de adornado con brocados de plata. Los nobles que llevaban dicho palio iban descalzos y avanzaban con solemne paso y la vista baja ».

« A una distancia prudencial se detuvo el cortejo, y del palanquín descendió un hombre alto,; delgado, de unos cuarenta años, de tez más pálida que la del pueblo común,;pelo negro, liso y no muy largo, y de barba más bien rala. Iba cubierto con un gran manto recamado de perlas y piedras preciosas; sujeto al cuello por el lazo que formaban dos de sus picos, y calzaba sandalias de oro, cuyos lazos eran finas trenzas, igualmente de oro ».

« Apoyándose en el brazo de dos nobles se aproximó, mientras los criados iban extendiendo alfombras a sus pies para que no tocasen el suelo. Asi se encontraron Cortés y Moctezuma II, emperador de los aztecas. Cortés descendió de su caballo y apoyándose igualmente en dos de sus hombres, fue al encuentro del emperador ».

Cincuenta años más tarde, Bernal Díaz, uno de los que acompañaron al conquistador, escribió respecto de este encuentro: «Jamás olvidaré tal espectáculo; ahora, al cabo de tantos años, lo tengo aún tan presente como si hubiera sucedido ayer».

« Cuando los dos hombres se miraron cara a cara manifestando una amistad que ninguno de ellos sentía, se enfrentaban dos mundos, dos eras ».

El tesoro de Moctezuma – Hernán Cortés I

El contexto histórico de la época.

En el contexto histórico de la época, sería injusto atribuir a las brillantes perspectivas del oro de Eldorado el único motivo de los conquistadores, y de Cortés en particular, porque la aspiración de lucro no iba acompañada únicamente de un deseo de aventura, ni la codicia era sólo audacia. Los conquistadores de América viajaron no sólo para ellos mismos, sino para Isabel y Fernando, y más tarde para Carlos I de España y V de Alemania, y también para el Papa, Alejandro VI, que en 1493 dividió el mundo recién descubierto en dos partes con una línea recta trazada por su propia mano, demarcando las posiciones de Portugal y España.

Los conquistadores lucharon por Su Majestad Católica bajo la bandera de la Virgen, como misioneros contra los paganos. En ninguno de sus barcos faltó el sacerdote que, al amparo de la espada, plantara la cruz.

Con la exploración y conquista de América, por primera vez en la historia de la humanidad, se logró una visión global del mundo. El espíritu, la religión, la política, la aventura y el ansia de riqueza, hay que decirlo todo, jugaron un papel igual en este empeño. La ciencia de los astros y la geografía, y el resultado de ambas, la navegación, proporcionaron los medios necesarios para la política expansiva de un imperio hasta entonces europeo pero pronto universal sobre el que « nunca se ponía el sol ».

Bajo sus estandartes sagrados, una fe impetuosa impulsó a estos aventureros, pues el corazón de los nobles castellanos desdeñaba los sueños y anhelaba las gestas. Los españoles marcharon bajo el estandarte de la cruz y al grito del « Espíritu Santo » , la invocación que les había guiado en su lucha más importante. Las cruces y más tarde las iglesias marcaban sus recorridos. Se confesaba antes de cada batalla, y los sacerdotes decían misas solemnes después de cada victoria, tratando de convertir a los aztecas.

El tesoro de Moctezuma – Hernán Cortés I

Dieciséis años preparando su sueño

Cortés, nacido en Medellín (Badajoz) en 1485, había sido estudiante de leyes en la Universidad de Salamanca (1500) donde aprendió latín y nociones legales. En 1502 sin acabar los estudios se fue a Valladolid para aprender el oficio de escribano. Y vino el azar a jugar su papel en la vida de Hernán Cortés, como descubridor y conquistador del Imperio azteca.

Era tan poco el interés que el foro despertaba en él pues era hombre de grandes ambiciones;que se alistó para la expedición que preparaba Nicolás de Ovando, el sucesor de Colón. Pero fracasó en este primer intento, porque poco antes de partir,;Cortés sufría las consecuencias del derrumbamiento de una tapia que pretendiera saltar en una aventura galante. Las lesiones le obligaron a guardar cama. Pero pensemos en el diferente rumbo que la historia de América podría haber tomado;de no haberse caído o de haber sido más alta aquella tapia.

Por fín en 1504 llegó a La Española (Santo Domingo), diecinueve años de edad contaba cuando, al desembarcar, replicó orgullosamente al escribiente del gobernador, que se disponia a asignarle una tierra: «¡He venido a buscar el oro, no a labrar la tierra como un campesino!». A pesar de lo cual llegó establecerse como terrateniente y escribano pues era consciente de que para encontrar oro debía tener oro. Cuando realizó su expedición por tierras aztecas, ya llevaba en América dieciséis años.

A la edad de veinticuatro años participó con Diego Velázquez en la conquista de Cuba, distinguiéndose en tal empresa; luego en un altercado con Velázquez, fue encarcelado. Huyó, fue detenido, se fugó de nuevo, hasta que finalmente consiguió reconciliarse con el gobernador. Durante algún tiempo se dedicó, a pesar de todo, a faenas agrícolas como propietario de las tierras que ganara y así trabajó en su finca; siendo el primero en introducir en Cuba el ganado vacuno europeo; explotó minas de oro, y acumuló la importante suma de unos 2.000 ó 3.000 ducados castellanos.

El tesoro de Moctezuma – Hernán Cortés I

Cortés zarpa al continente.

La posesión de esta fortuna fue el hecho decisivo que buscaba Cortés, pues como ahora ya podia participar económicamente en cualquier empresa,;consiguió el mando supremo de una flota de guerra. Equipándola en común con el gobernador Velázquez;ambos se aprestaban a dirigirse a tierra firme a aquel país legendario del cual los indígenas contaban cada vez más maravillas. En el instante surgieron nuevas divergencias entre Cortés el gobernador; y cuando Cortés estaba ya en La Trinidad (Cuba);– con la flota en que había invertido su fortuna y la de sus amigos, Velázquez ordeno su detención.

Advertido Cortés, aceleró su marcha y se hizo a la mar en 1519, antes de recibir la notificación. Por entonces Cortés era ya un personaje querido por sus soldados;y la ejecución de tal orden hubiera provocado la revuelta de sus huestes, en vista de lo cual se permitió; que zarparan sus navios, el mayor de los cuales era de cien toneladas, hacia el teatro de su aventura más emocionante y trascendental.

Aquel día, toda su fuerza combativa, con la que zarpaba a la conquista de un país del que no tenía una idea muy clara,; consistia en 110 marineros. 553 soldados – entre ellos 32 ballesteros y 13 arcabuceros-, 10 cañones pesados, 4 culebrinas ligeras y 16 caballos.

Bajo su estandarte de terciopelo negro bordado de oro, con la cruz encarnada y la inscripción latina: «Amici sequamur crucem » (Amigos, sigamos a la Cruz), dirigió una arenga a sus hombres, cuyo contenido conocemos por la tradición, que terminaba asi: «Sois escasos en número, pero fuertes en decisión, y si ésta no falta, no dudéis que el Todopoderoso, que nunca ha abandonado al español en su lucha contra los paganos, os protegerá aunque os veáis rodeados por gran número de enemigos; pues vuestra causa es justa, y lucharéis bajo la insignia de la cruz. Adelante, pues, con serenidad y confianza; terminad la obra que se empezó con tan felices auspicios, y a un final glorioso».

El día 16 de agosto de 1519, desde un lugar de la costa situado en las proximidades de lo que después sería Veracruz, empezó la conquista de Méjico (Tenochtitlán). Había creido que tendría que habérselas con tribus; mas ahora veía que tenía que conquistar un imperio. Había supuesto que tendría que medir sus fuerzas con grupos de salvajes bárbaros, mas ahora se enteraba de que luchaba contra un pueblo muy civilizado.

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Habia esperado que en su camino veria rudimentarios poblados y chozas; mas ahora surgían ante él, en la llanura, inmensas ciudades con templos y palacios. El hecho de que después de tales encuentros y tal perspectiva no vacilase en su designio de someter a aquel pueblo,;demuestra cual era la índole de Cortés y aquellos hombres indómitos.

El tesoro de Moctezuma – Hernán Cortés I

Tres meses para tomar Tenochtitlán

No puedo narrar en todos sus detalles los episodios de esta conquista temeraria,;insensata, hercúlea, que en sólo tres meses colocó a Cortés ante la capital de Moctezuma. Venció los obstáculos del terreno, del clima y las enfermedades desconocidas. Luchó contra unos treinta o cincuenta mil indios y los venció. Su fama de invencible corre de ciudad en ciudad. En él se unen el más exacto arte militar con la conducta más enérgica y en todo una gran agudeza política.

Así, despide siempre a los emisarios de Moctezuma con ricos presentes; incita a luchar entre si a los distintos pueblos vasallos del emperador de los aztecas; y sabe dominar en poco tiempo a un pueblo como los tlaxcaltecas, haciendo de ellos sus aliados y amigos.

Persigue una meta, y, obsesionado, no le retienen ni las amenazas ni las súplicas de Moctezuma; que por último le ruega – él, que disponia de más de cien mil guerreros- que se abstenga de hollar la capital de su reino. Dificil de explicar esta triunfal y velocísima carrera que quedó inscrita en los anales de la historia militar.

La fuerza de Cortés residía en la unión de una fama verdaderamente mítica y en la superioridad de saber conducir la guerra de una forma organizada, disciplinada. Aquí – como dice un historiador- estaban los griegos contra los persas.

Pero en este caso los «griegos» habían reforzado su disciplina con las nuevas armas de fuego, terribles para el enemigo. Además poseían aún otro elemento de combate que aterrorizaba a los indios: los caballos, gigantescos y fabulosos seres. A los ojos de los indígenas, caballo y jinete parecían un solo ser, y ni siquiera perdían su temor supersticioso cuando cogían a uno de estos animales,;hasta tal punto que no fue eficaz la medida que adoptó uno de los consejeros del rey, que mandó cortar en pedazos un caballo y mandar sus trozos a todas las ciudades del reino.

El tesoro de Moctezuma – Hernán Cortés I

El tesoro de Moctezuma

De este modo se aproximó rápidamente el día de la conquista de la capital, 8 de noviembre de 1519, conquista que sólo era una ocupación provisional, después hubo una segunda y definitiva conquista que tuvo que ser a sangre, fuego y destrucción. Pero una vez instalado en la metrópoli mejicana, el hallazgo del tesoro con que tanto había soñado de joven; y su precipitación de colocar prematuramente el signo de la Cruz en los templos de los dioses aztecas, fueron causa de múltiples complicaciones que estuvieron a punto de malograr la empresa.

El 10 de noviembre de 1519, tres días después de la entrada en la capital, Cortés pidió al emperador azteca permiso para instalar una capilla en uno de los palacios que habían asignado para el alojamiento de los españoles. Le fue concedido inmediatamente y Moctezuma incluso le mandó unos artesanos indígenas para que les ayudasen.

Los españoles, mientras tanto, iban estudiando el terreno y pronto observaron que en una parte de los viejos muros de aquella estancia;se veian huellas recientes de argamasa, y con la experiencia adquirida por muchos hallazgos sospecharon al punto que allí se ocultaba una puerta. Y aunque por el momento eran huéspedes del emperador comenzaron a derribar el muro. Pronto descubrieron, en efecto, una puerta, que abrieron inmediatamente, y fueron en busca de Cortés.

Cuando éste echó una mirada a la estancia recién abierta tuvo que cerrar los ojos. Se hallaba ante una sala llena de las más ricas telas, de joyas,;de toda clase de enseres preciosos, y plata y oro, no solamente en objetos maravillosamente labrados, sino en lingotes. Bernal Diaz, el cronista, escribe: «Yo era muy joven y me parecia que todas las riquezas del mundo se hallaban en aquella estancia.

El tesoro de Moctezuma – Hernán Cortés I
Tejo de Oro encontrado en 1981, parte del tesoro de Moctezuma y testigo de la Noche Triste

El tesoro de Moctezuma – Hernán Cortés I

Estaban ante el tesoro de Moctezuma; mejor dicho, el del padre de Moctezuma, aumentado por las adquisiciones del hijo. Cortés demostró gran inteligencia al ordenar que fuera tapada inmediatamente la puerta, pues él no se hacía ilusiones respecto a lo arriesgado de su situación.

Sabía que estaba sobre un volcán que podía estallar en cualquier momento. La audacia de aquel pequeño grupo de españoles, encerrados en una ciudad gigantesca, que se calcula tenia 65.000 casas, no conocía límite.

Pues ¿qué probabilidades de triunfo podían contar? ¿Cómo acabaría su aventura? ¿Tenian la menor perspectiva de poder sacar de la metrópoli donde estaban encerrados aquellos tesoros tangibles? ¿Estarían tan ciegos para creer que podrian apoderarse algún dia de aquel imperio,;y que su colonización iba a serles tan fácil como lo había sido la de las islas salvajes del Nuevo Mundo hasta entonces conquistadas?

Si, en efecto; estaban tan ciegos. Pero su ceguera, bien llevada por Cortés, nunca salió de las posibilidades de una política audacísima, pero muy realista. Sólo había un medio de afianzar su posición en la capital, un medio al que sólo pueden recurrir unos aventureros y;sólo unos conquistadores audaces pueden ejecutar, Cortés había comprendido la significación casi sagrada;de la persona de Moctezuma, cuyas órdenes, por perniciosas o absurdas que fuesen, eran fanáticamente obedecidas. Por lo cual dedujo que si se apoderaba de la persona del emperador eliminaba todo peligro de actitud hostil por parte de sus súbditos.

El tesoro de Moctezuma – Hernán Cortés I

Moctezuma es tomado como rehén

Y asi, cuando hubo transcurrido un plazo prudencial, invitó a Moctezuma a trasladarse a su palacio;y a unir, por lo tanto, la residencia imperial con la suya. Fundamentaba tal petición en razones en las que iban mezcladas la súplica y la amenaza –;en las puertas de la residencia real hacían guardia sus mejores caballeros completamente armados y Moctezuma, en un momento de cobardía, cedió.

Aquella misma noche, los padres Olmedo y Diaz celebraban la santa misa en la capilla recién instalada en una estancia contigua a la del tesoro; del cual cada uno de los españoles que allí rezaban se creían con derecho a una buena participación. A la derecha estaba sentado el propietario del tesoro – emperador en medio de su imperio, y simple rehén en manos de un puñado de hombres -,;que se limitaba a escuchar palabras de consuelo para atenuar lo indigno de su situación. Bernal Díaz observa que los españoles permanecían serios y dignos durante el oficio,;«en parte por el oficio mismo, y en parte por ejercer influencia edificante sobre los paganos sumidos en la oscuridad de las tinieblas».

Todavía no se había producido el gran cambio en los éxitos de Cortés. Aún parecía que todos sus golpes habian de triunfar, pero pronto,;y en breve lapso de tiempo, se produjeron tres acontecimientos que cambiaron por completo la situación: El reparto del tesoro, la llegada de Narváez y el baño de sangre que perpetró Alvarado en su ausencia.

Los primeros contratiempos surgieron en las propias filas de los españoles. Cuando Cortés hubo hecho prisionero a Moctezuma, ya no vio motivo alguno que le impidiera tocar el tesoro. El infeliz emperador intentó conservar su dignidad manifestando que regalaba todo aquel tesoro al gran soberano de Cortés ;-a Su Majestad hispana-, uniendo a ello el juramento de ser su fiel vasallo, cosa que no representaba gran mérito habida cuenta de su situación.

Cortés mandó trasladar el tesoro a una de las grandes salas, para valorarlo. Los españoles tuvieron que construir ellos mismos las balanzas y pesas,;pues los aztecas, grandes matemáticos, no conocían los sistemas de peso ni el valor total. Y asi hallaron que era de unos 162.000 pesos oro. En el siglo XVI era esto una cantidad tan fabulosa que podemos suponer;con bastante fundamento que ningún soberano tenía atesorada tal suma en aquella época. ¿Era extraño, pues, que los soldados se volvieran locos al calcular su participación proporcional?

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El reparto del tesoro

Pero llegado este momento, Cortés se opuso a una participación igualitaria. ¿Era injusto? Por lo menos fue hábil. Desde luego, él habia marchado a Ultramar por encargo de su Majestad el rey, que con razón tenia derecho a una participación; pero él, Cortés, había equipado los barcos con su dinero, contrayendo muchas deudas que un dia tendría que pagar.

Por eso, Cortés dispuso que una quinta parte del tesoro correspondería al rey de España, otra quinta parte a él; otra quinta parte la reservaba a Velázquez, como gobernador que era, y para aplacarlo, ya que no había obedecido sus órdenes, huyendo de su jurisdicción con todos los barcos; otra quinta parte, para los caballeros, artilleros, arcabuceros, ballesteros y la guarnición que había dejado en la costa de Veracruz. Quedaba, pues, una quinta parte para repartirla entre los soldados, a cada uno de los cuales tocaba 100 pesos oro.

¡Aquello era una miseria para lo que habian hecho, una limosna para quienes habían contemplado todo el tesoro! Los soldados estaban a punto de amotinarse y llegaron a producirse duelos sangrientos, cuando intervino Cortés con más elocuencia que severidad: «Con aquellas palabras convincentes que sabía emplear en cada caso» dice uno de sus soldados y los convenció, Cortés supo pintar en las frágiles paredes de su fantasía una ganancia mucho mayor que la que ellos mismos soñaran.

Por consiguiente, de todo el tesoro sólo una quinta parte se repartió por igual. Las otras cuatro, destinadas al rey, al gobernador y las de Cortés y sus hombres escogidos, quedaron bien guardadas en el palacio.

Lo que sucedió pocos meses después fue mucho más serio. Cortés supo, por el capitán que había dejado en la costa, que al mando de cierto Narváez, y por orden de Velázquez, habían desembarcado en Veracruz tropas que llevaban la orden de destituirle y conducirle prisionero a Cuba, para responder de un delito de rebelión manifiesta y por extralimitarse en el uso de sus funciones.

Entonces sucedió algo extraordinario. Todos los que hasta ahora habían creído que los triunfos de Cortés se debian únicamente a su audacia y al hecho de que sus adversarios fueran unos pobres indios mal equipados, tuvieron que cambiar de opinión. Cortés decidió salir al paso de Narváez y combatirle a pesar de estar, una vez más, en inferioridad de condiciones.

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Sigue en “Narváez, la Noche Triste y la batalla de Otumba– Hernán Cortés II

FiN

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