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Macedonio Fernández en doce asertos | Lindo Loco

06/12/2022

Escritor Español Petrusvil

Poeta, escritor, divulgador y analista.
Tiempo de lectura 9 minutos.
Macedonio Fernández en doce asertos | Lindo Loco

Tabla de contenidos

Macedonio Fernández en doce asertos | Lindo Loco

Una novela que comienza (fragmento) Macedonio Fernández

«Puedo asegurar que estoy tan triste mientras escribo encerrado en habitación inadornada, sin nada que llame o acompañe, en esta pieza que nada me dice, solitario a estas horas del anteamanecer en que todo habla de extenuación, de la vida en muerte, del deseo cansado de no volver a la vida, de haber concluido, que siento miedo de saber que tengo un nombre, que soy humano y existo. ¡Qué soledad terrible! ¿Qué estas, Vida, tejiendo conmigo que tanto seguí y te comprendo? Y tú, dulce criatura, pecho de todo amor, dolorida juventud, flor sin sol, niña que ya dejó sin sueños la vida, incomprendida por los malos, inadvertida por los buenos atareados, ¡qué soledad valerosa la tuya, Adriana, que no tienes siquiera la pluma para envanecerte de quejas como yo en mis cobardías! ¡Adónde voy cayendo! (Macedonio Fernández en doce asertos | Lindo Loco)

… yo que no creo en la muerte de los que aman, ni en la vida de los que no aman …

Macedonio Fernandez

Mis páginas serán siempre veraces. No habrá una de ellas sin el nombre de Adriana, que es mi verdad, sin mi sufrir, que no puedo vencer, sin las fábulas forzadas con que procuro defenderme, hacerme querer de la Vida optimista. En esta desierta hora y abandono, tan débil, tan vencido soy que estoy escondiéndome de todo, porque cualquier cosa que me tocara, una mariposa que volara, un papel que cayera al suelo me derrotaría; si sólo viera escrito mi nombre en algún sobre… ¡Si es sólo el temor de caer más, solo aquí, que me contiene! ¿Hubiera imaginado yo ir cayendo así desde hace tres años, a esta tenuidad, a esta nada de cosa humana tan exangüe que el saber que tengo un nombre entre los sueños y los vivires es un miedo para mí…? (…)

Desde el silencio a que retorno, desde las sombras de las cuales no salí nunca para ti, yo que no habité, no habitaré nunca tu camino, que no conoceré nunca el son de tu voz, tus risas, ni miraré tus lágrimas, que no seré nunca una imagen en tu retina ni un pensamiento en tu alma, pero que te he conocido en un instante tan plenamente como si fueras una obra de mi deseo, yo que no creo en la muerte de los que aman, ni en la vida de los que no aman, te digo lo que no me oirás nunca, y que ya sabes: que es imposible que no seas feliz. Y, sin embargo, nos encontraremos; no aquí en la fantasmagoría terrena, sino en la eternidad del yo indestructible, continuo y consciente de su eterna continuidad pasada y a transcurrir. ¡Nos hemos conocido y amado, cuántas veces! «

Macedonio Fernández en doce asertos | Lindo Loco

Diez de febrero; Borges confiesa por Catalina Ortega Díaz

“Yo por aquellos años imité a Macedonio Fernández hasta la transcripción, hasta el apasionado y devoto plagio”

Jorge Luis Borges

Por su utilidad para la compresnsión del personaje pongo este enlace al artículo: Diez de febrero; Borges confiesa por Catalina Ortega Díaz

«En todo, mis asertos son»:

1) Que la Inteligencia (juicio, entendimiento, razón, conocimiento) nada añade a los estados, y por tanto estrictamente nada es lo que significa y que no hay ningún principio de razón. Si la Inteligencia tuviera formas y principios sería mucha casualidad que un Mundo casual se transformara a ellos. Si hubiera en nosotros formas innatas de conocer la inteligencia, sólo podría conocerse a sí misma: el Mundo no podría ser percibido. Sólo puede llamarse inteligencia, pues, la existencia de recuerdos y la acción de atender: ¿a qué? A Estados tales como ellos sean y vengan y nada más.

2) Toda exposición de doctrina es meramente un llamado a la intuición en el lector, puesto que la Inteligencia no es más que crónica de estados y su orden, y puesto que si el lector no ve, toca y oye (intuición) lo que veo, toco, de qué le puedo hablar ni qué persuasión tiene por qué recibir de mí). Las palabras son todas concretas y con ellas no se piensa, sino que, meros instrumentos de recordación para sí y de comunicación por recordación en otro, suscitan la misma escena de imágenes en las dos mentes: del dicente y el oyente, y entonces es posible hablar sobre relaciones entre las imágenes.

3) Con mi inteligencia como crónica comunico al lector: que no he encontrado al Yo en mí ni fuera de mí, y que he notado en mí que al descubrir en un inventario de todas mis percepcione que no había Yo, desapareció de mí el «asombro de ser» (emoción) que venía turbándome desde años. Invito al lector a experimentarlo: como no hay Causalidad, no hay nada que fuerce a que el lector perciba lo que yo, ni siquiera a que mis palabras escritas susciten en él la escena mental que tengo en mí. Entonces, ¿por qué escribo? Porque no hay Causalidad, porque a veces nos determinamos por finalidad y a veces nuestra acción mental o física no se propone nada; es una espontaniedad que no tiene por qué buscar nada.

¡Cuántos «por qué» (palabra de la Causalidad) para estar negando la Causalidad! Es que la imposible Causalidad que los lógicos llaman pomposamente Inducción, para prever el porvenir, no es la mía. Yo no predigo: yo narro el orden que en mi pasado presentaron los cambios subjetivos: o no existe el porvenir o no es dable conocerlo.

Macedonio Fernández en doce asertos | Lindo Loco

4) El Ser es totalmente inteligible (por lo mismo que no hay inteligencia) pues la inteligencia es parte del Ser, le pertenece, es él mismo, la Inteligencia es el «estado», y si el Ser no fuera inteligible tendríamos sencillamente: una inteligencia ininteligible.

5) La inteligencia es: las actividades de las imágenes-signos de imágenes, palabras escritas o habladas, signos gesticulados de los mudos, escritura musical, telegráfica, signos de luces y colores, de barcos y trenes, silbatos, etc. En todos los casos: no imágenes de imágenes (abstracción), sino imágenes-signos concretas de imágenes concretas.

6) Nada es si no es imagen (visual-táctil conspicuamente, o quizá visual privativamente) o Afección. Concebíbilidad e imagen son la misma cosa (y basta con Imaginabilidad); palabra que sea tal es sólo aquella que suscita una imagen y una misma y privativa. Cuando se me contesta, por ejemplo, que «y°» cs el cuerpo, digo que entonces tenemos imagen para la palabra yo y la palabra cuerpo queda sin imagen, error cuyo padecimiento se experimenta en la frase «mi cuerpo». ¿De quién? De Yo. El cuerpo de yo, es decir: «El cuerpo de yo es mi yo».

7) La estricta concepción y quizá el límite deconcebibilidad es «mi estado presente». Un estado que no es presente o que no es mío no tiene concepción. Es decir: falta imagen para la vinculación de un estado a un tiempo, y de un estado a un otro-yo (con excesivo énfasis quizá, diré que un estado que ocurre fuera de mi sensibilidad o fuera de mi presente, son muertes de mí; que algo acontezca y no sea mi acontecimiento o mi acontecer es una limitación que quizá me niega; pasado, para mí, es como no-yo, y éste es mi no-ser; un estado en que no estoy pone mi no-ser, teoriza mi no-ser; un estado en un pasado sería concebido (pseudo-concebido) como una cesación o vacío en mi presente. Toda concepción de existencia sin mi es concebir aquello donde yo soy nada. Así defino mi doctrina de plenitud,
continuidad y eternidad de toda sensibilidad, de la única sensibilidad.

Macedonio Fernández en doce asertos | Lindo Loco

8) Mi idealismo es de tres tesis y es el único enunciado de un idealismo absoluto: que sólo hay lo sentido; que es totalmente conocible y que el estado o Ser, es ayóico, pues el Yo sería para el estado una externalidad tan genuina como la Materia. Sería dualista el idealismo con sujeto.

9) En fin, repudio la ambigüedad denominada Subconciencia, y sostengo que ni las ideas ni los sentimientos progresan o cambian sino psicológicamente, con continuidad de historia psicológica. Un sentimiento ni una idea no cambia, avanza entre el dormirse y el despertarse por labor oculta en la Subconciencia, sino por labor visible del Ensueño. O Vigilia o Ensueño, nunca Subconciencia. Repudio también las teorías finalistas del Instinto. No creo en el instinto de conservación ni menos en el de conservación de la enfática Especie en la Humanidad. Nuestros amores son para nuestros amados y nuestro hoy, sea en la Amistad o en el llamado Amor y toda Altruística.

Las proles se nos hacen amadas y las defendemos de dolor, pero en nuestra conciencia no eran un fin, y la Pasión pierde belleza, el espléndido «Hoy» de la Pasión se menoscaba con finalismos. Amar su hoy es el mayor homenaje y servicio al Porvenir.

10) Todo juicio recae sobre imágenes, es mi verdad; todo es la Experiencia, todo aserto es sobre la experiencia, es la opinión de Kant. Es debilidad grande. Juzgamos siempre intuiciones, pero la Experiencia, si bien es toda de intuiciones, no es todas las intuiciones. Hay las Imágenes. Prueba de ello y de la inseguridad de Kant es que se ve a éste sorprendiéndose de que las imágenes (mentales) tengan magnitud. Por eso son intuiciones: los objetos de una escena soñada ofrécense como de distintos tamaños en un ambiente no espacial, sin distancias: la mente.

11) Que sólo exista lo sentido es una mitad del idealismo; que no exista lo sintiente es la otra. No han visto los idealistas que la concepción del Yo es un realismo, una externalidad al estado, tan ajena a él como a la percepción el mundo exterior, la Materia. Que ese yo que se pone como típico de lo interior es una ininteligibilidad ociosa, es nuevamente la Substancia, bajo el cambio, de los estados, que convierte a éstos, que son presentaciones plenas, en representaciones precarias. Dos realismos: Materia y Yo, o sólo el Yo, tienen la misma virtud total: negación de efectividad a nuestros estados. La crítica del conocimiento o Metafísica, no es un fin: alguno se de tiene en la actitud crítica cuando tiene ante sí por última vez el Yo, por primera vez la Mística, tesis final de la crítica.

Macedonio Fernández en doce asertos | Lindo Loco

Y empero, la anulación del Yo es un acrecimiento: a ella le sigue la plenitud mística. Si en el Ser hubiera un «yo» es sería lo único mortal. El problema de la Percepción es: que siendo subjetivamente (único modo del ser) sólo una Imagen, queremos que sea una imagen con realidad, como si alguna vez la realidad nos hubiera dado otra cosa que imágenes; el problema de la Sensibilidad o Ser es que: queremos algo más que sus estados, un Yo en ellos como si alguna vez hubiéramos sentido otra cosa que estados. No creemos que los estados puedan concluirse en un día, pero sí que nuestro yo pueda faltar a los estados, como si alguna vez hubiéramos conocido a ese Yo. Ni conocemos más que «estados» y sólo estados «nuestros». No conocemos más que Imágenes y no causas no sentidas de imágenes (Percepción, Realidad).

12) En fin, ensueños y realidad distínguense como imágenes por asociación e imágenes por causalidad; llamo causalidad únicamente a las grandes frecuencias, revocables siempre, y no a nexos eternos, inseparables. Mas para la afección, principalidad del Ser, realidad y ensueño son siempre y sólo la Imagen (mundo de la Representación con el quería ser feliz Schopenhauer sin Voluntad como si la felicidad fuera otra cosa que un estado de la Voluntad, afección pura; yo concluyo opuestamente: la Pasión es la dicha, y siendo ella personalísima su horror es la Muerte (la muerte del otro-yo amado) hija de la Pluralidad de las Imágenes, pluralidad de cuerpos personales.

No conocemos (imagen) personas sin cuerpos: la muerte, y nacimiento de éstos solamente, no la de personas; la cesación del cuerpo personal amado, en quien tenía su yo el amante con sobreviviencia del cuerpo de éste. Esta sobrevivencia es la fulminación de desengaño que hiere al que creía y quería tener su yo en aquel otro cuerpo; enloquécelo el recobro súbito de su yo, que ocurre por «sentirse» a sí sin aquel cuerpo, que, por la pasión, era el de su yo y sin el cual nada sentía. El yo olvidado puede anularse al punto por suicidio, pero juntamente la necesidad de este «acto» de destrucción de un cuerpo, el suyo (en el cual no creía él tener su sentir) para que su sentir cese acrecerá su horror, hará que la destrucción voluntaria de su cuerpo
se ejecute en el paroxismo del Desengaño.

Yo pienso que en la pasión máxima, honor del Ser, sin el cual átomos, planetas, ideas, imágenes, serían un espantable sueño del Tedio, una gratuidad innoble, serían lo Feo inventado para encomio de la Inexistencia, el Cosmos creado para que hubiera una categoría más baja que la de Inexistencia; una sola muerte física destruye ambos cuerpos sin Acto, sin que ninguna Sensibilidad haya perecido.

(FiN) Macedonio Fernández en doce asertos | Lindo Loco

FiN

La distraída decoración de la prosa – Jorge Luis Borges