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El Colectivismo Salvífico desmontado por Ratzinger

04/01/2023

Escritor Español Petrusvil

Poeta, escritor, divulgador y analista.
Tiempo de lectura 7 minutos.
El Colectivismo Salvífico desmontado por Ratzinger

Contribuciones de Ratzinger a la filosofía política (El Colectivismo Salvífico desmontado por Ratzinger)

El Colectivismo Salvífico desmontado por Ratzinger

Si nos centramos en el Ratzinger filósofo y teólogo podemos dejar pasar su contribución a la “filosofía política”. Tenía mucho que decir sobre lo que podríamos llamar política ordinaria que está plagado de temas contemporáneos de ideologías, elecciones, constituciones, vicios y guerras. El Papa comprendió el trasfondo cristiano de Europa y lo que significaba su paulatina pérdida en los últimos decenios.

Sobre la guerra, escribió, con sentido agustiniano: “El mundo siempre ha estado desgarrado por guerras y catástrofes, y nada permite esperar que, por ejemplo, la ‘paz perfecta’ [que buscan los modernos iluminados] logre borrar la marca de agua de toda la humanidad”.

NOTA: Entre corchetes precisiones del autor.

Para Ratzinger el evento principal de la postmodernidad ha sido la transferencia y rebaje de las categorías cristianas básicas del orden trascendente al orden político de este mundo. El objeto del cristianismo ha sido reemplazado por una sutil parodia de sí mismo que en este mundo se ven como eventos políticos y desarrollos tecnológicos. [En tanto qué la propia moral cristiana desaparece puesto que el relativismo, que no cree en nada, no la necesita. Así pues las leyes y las ideologías sustituyen a la moral cristiana].

En términos filosóficos, cuando el hombre ha llegado a considerarse el ser supremo del universo, reemplazando a Dios, (en eso tuvo todo que ver Nietzsche) la política se ha convertido en la ciencia suprema, tal como lo había esperado Aristóteles. Todo se ha politizado, incluido el mensaje cristiano mismo.

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Ocurre que al abrigo del nihilismo y mediante extirpación grosera de la responsabilidad personal – el protestantismo tuvo mucho que ver en ello- se ha intentado crear una ética laica. Se estigmatizó la noción del pecado, que si bien era un buen sistema de control de los apetitos; unos por exceso y otros por defecto alienaron su verdadera naturaleza; raro es oír hoy en día a alguien hablar del pecado)

Esa ética laica se ha quedado a medio camino, como ética formal, quizás por la impostación del laicismo; que no nace per se sino que copia lo que le interesa. Aún más si cabe, es una muy mala copia y no deja de ser un trasunto soez y liviano del original; y, más martilleante aún, a que es imposible construir una ética a partir del relativismo. Si desde su óptica nada es verdadero, el hombre no necesitaría reglas para decidir lo que es bueno o es malo que, en definitiva, es el quid de la ética. Y la ley deviene entonces en regla moral. 

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En su libro «Escatología: muerte y vida eterna» (en PDF), Ratzinger, detalla como se instrumentó la transferencia de las nociones de cielo, infierno, muerte y purgatorio para convertirlos, a través de la tecnología, la ecología y la política, en proyectos del hombre para este mundo y “para su propia salvación”.

Ratzinger lo expresó de esta manera en la instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe de 1988 sobre “Libertad y liberación cristianas (en PDF) : “Desde ese tiempo [de Lutero y la Ilustración], muchos han considerado la historia futura como un proceso irresistible de liberación que conduce inevitablemente a una era. en la que el hombre, por fin totalmente libre, gozará de felicidad en esta tierra” (#6). Para Ratzinger, lo que implica esta posición es que la inteligibilidad última de la cultura moderna no radica en la ciencia o la política sino en una desviación teológica.

“¿Cómo”, podríamos preguntar, “funciona esta transformación?” Lo que ha hecho Ratzinger, especialmente en su gran encíclica, Spe Salvi,    y en su “Conferencia de Ratisbona” , es explicar cómo el contenido y la deriva del pensamiento moderno, una vez rechazada la primacía de Dios en la naturaleza y en la propia naturaleza humana, retoma y reduce las doctrinas de la vida cristiana para transponerlas en proyectos políticos.

El Colectivismo Salvífico desmontado por Ratzinger

Así, no se rechaza el fin último y la felicidad del hombre, tomados a su vez de fuentes griegas y cristianas para darle congruencia y contenido al nuevo plan humano sino que se reformula como una meta para que la raza humana colectiva lo logre a lo largo de los siglos. 

Esta última frase de Benedicto XVI resulta clave para entender el engaño. Se podría decir que el «Colectivismo salvífico» es la obra cumbre del neocomunismo de nuestros días

La moralidad, siempre ella misma dirigida a un fin último, ahora se ajusta en términos de este nuevo fin. El principio socrático sobre el que se fundó nuestra civilización, es decir, nunca está bien hacer el mal, se convierte en el «derecho» de hacer lo necesario para lograr nuestro nuevo objetivo. No es vida eterna para cada persona, sino vida en este mundo [o, más propiamente en su raiz ecologista, salvar la vida al planeta y así “salvar” al hombre del pecado ecológico. He puesto salvar entrecomillas porque esa salvación sólo está destinada a unos pocos dado el cariz maltusiano de la reducción de la población del planeta como solución mientras que la Salvación cristiana no es colectivista sino individual].

El cristianismo mantiene que toda persona humana es creada por Dios para un propósito sobrenatural que solo puede alcanzarse después de la muerte en función de cómo vivió o no en el mundo terrenal. Las cuatro últimas cosas —el cielo, el infierno, la muerte y el purgatorio— quedan finalistamente relacionadas con la forma en que se hayan vivido las vidas individuales durante su tránsito en este mundo.

Lo que Ratzinger nos indica es que cada uno de estos objetivos tiene ahora una versión secularizada. El cielo se convierte en la misión de la humanidad para sobrevivir a lo largo de los siglos durante el mayor tiempo posible. Individualmente, ahora se hacen reiterados esfuerzos de la ciencia para acabar la muerte o, al menos, alargar la fecha de caducidad del hombre. Pero, como señala Ratzinger, mantenernos vivos en este mundo durante cientos y cientos de años es per se un infierno en la tierra.

El Colectivismo Salvífico desmontado por Ratzinger

Otrora también, con las ideologías hemos creado un “infierno colectivizado” en la tierra en el que los “malos” se eliminan al depurarlos socialmente [ cancelar, lo llaman] a aquellos que se piensa que lo causan [el mal]. Ya ven, se establece un purgatorio en la tierra que tiene sentido a la luz de la naturaleza de los ‘nuevos pecados’ y la naturaleza de nuestro arrepentimiento por ejemplo, arrepentirse por deteriorar el planeta o por discrepar de las agendas 2030, LGTBi o Woke. 

[Los débiles, fetos y ancianos, son una rémora para los nuevos fines transhumanistas por lo que o no se les concede el derecho a la vida o se les quita la que les pudiera quedar. La Salvación colectiva requiere de los sacrificios de los débiles y ancianos. Hay tintes claramente nazistas en estos modos eugenésicos].

El cristianismo acepta la noción griega de la inmortalidad del alma. Es consciente y consistente en que debe hacerse algún juicio sobre los responsables de crímenes y males. Aporta la esperanza en una justicia última y divina que arregla las injusticias de la vida. 

Ya Platón había visto que el mundo sería creado en la injusticia sino se producía alguna resolución de los crímenes impunes de los seres humanos reales. Pero Ratzinger señala que la inmortalidad del alma no es suficiente para explicar la naturaleza personal tanto del crimen como de la salvación.

Ratzinger cita a dos filósofos marxistas, Theodor Adorno y Max Horkheimer, que reconocieron que la justicia no puede ser realmente restituida [retribuida o recompensada] sin la resurrección del cuerpo y la restauración de la “persona entera” en este mundo. La noción cristiana de la resurrección del cuerpo en el otro mundo indica una comprensión mucho más profunda del hombre que la noción de algún fin colectivo interior-mundano alargado a lo largo de un tiempo indefinido.

El Colectivismo Salvífico desmontado por Ratzinger

Como muchos pensadores han señalado, hacer que el fin último del hombre “sea una ciudad perfecta a lo largo de los siglos” significa que la mayoría de la humanidad no será más que esclava de este fin. La mayoría de los hombres nunca verán su supuesta gloria. Serán sacrificados en aras del fin mismo. 

En su “Conferencia de Ratisbona”, Ratzinger hace algo de enorme importancia para la filosofía política. Estableció el principio que nos permite ver cómo la vida mortal de los hombres en las ciudades existentes se relaciona con la revelación. Establece el hecho de que tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento encontramos en acción una inteligencia, un logos, una inteligibilidad.

 Lo que se le pide a la vida política y a la filosofía misma es que responda lo mejor que pueda a todas las preguntas últimas sobre la naturaleza del hombre. En este proceso, llegan a ciertas cuestiones que aparentemente no pueden responder por sí mismos, aunque pueden formular las preguntas que los desconciertan.

Las preguntas que surgieron en la vida política y en la filosofía, las que terminaron en un callejón sin salida, resultaron tener respuestas inteligibles en la revelación. La razón y la revelación no se encuentran propiamente hasta que la razón misma formula las preguntas a responder. Así, la vida y las pruebas tanto de Sócrates como de Cristo llevan la razón hasta el punto de que en este mundo no se logra la justicia y que la muerte no es el mayor mal. La filosofía en este punto puede ver que las respuestas cristianas a estos problemas son al menos factibles. No pueden rechazarse simplemente por motivos de irracionalidad.    

Joseph Ratzinger es un filósofo. Es principalmente un teólogo. Cuando leemos su cuidadoso relato de Jesús de Nazaret   (en PDF), nos damos cuenta de que trata con todos los argumentos, científicos, literarios y de otro tipo, acerca de por qué la revelación cristiana no puede ser verdadera. Explica por qué estos argumentos no pueden ser válidos en sí mismos. Termina afirmando que, cuando hemos examinado todas las pruebas, Jesús de Nazaret es quien dijo ser. Este solo hecho hace que el mundo sea muy diferente.

Miradas desde el punto de vista de la filosofía política, las muertes de Sócrates y Cristo son el comienzo de la disciplina del Logos. Encuentran sus fines coherentes en la necesidad de rechazar todas las propuestas alternativas de este mundo para la existencia humana que pueblan la mente moderna.

(FiN) El Colectivismo Salvífico desmontado por Ratzinger

FiN

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