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La vida secuestrada II: La trampa lábil

01/07/2021

Escritor Español Petrusvil

Poeta, escritor, divulgador y analista.
Tiempo de lectura 18 minutos.

Tabla de contenidos

La vida secuestrada II: La trampa lábil

La vida secuestrada II: La trampa lábil

El sistema de creencias

Cuando el hombre se pierde es que su sistema de creencias cede bajo sus pies- aquí fue donde me quedé al final de La vida secuestrada (I): El deambuleo– (si no la han leído les recomiendo que empiecen por ella, pues es el principio de este ensayo). Ese perderse puede ser que sea porque esta mirando erróneamente dentro y fuera de si. Es posible, también, que no sea capaz de salir de su propia y actual visión del mundo. O que su circunstancia haya cambiado y se lo niegue a si mismo. Pero lo más grave que le puede pasar es que el sistema de creencias sea huero y no se tenga consciencia de ello. Sobre la base de que el sistema de creencias nos permite vivir sabiendo lo que hacemos, cómo lo hacemos y porqué lo hacemos. (La vida secuestrada II: La trampa lábil)

El neomarxismo, el masonismo y su hijo putativo el laicismo apelan malévolamente, pues carecen de ellas, a la conciencia y moral cristiana para obtener solidaridades, adeptos seducidos por una laxa exigencia. Ortopedas de la existencia envenenan con una comodidad lábil sobre el suave terciopelo del relativismo. 

Escritor Español Petrusvil

Así pues, antes de seguir situemos conceptualmente lo que es un sistema de creencias. Y posteriormente hablaremos de las dificultades que encuentra el hombre postmoderno en ejercitar la tetralogía vital que le permitiría reencontrarse. (La vida secuestrada V: Sinfonía del nuevo mundo).

La vida secuestrada II: La trampa lábil   

En primer lugar para el que crea que estoy hablando de creencias religiosas, le digo que si, que hablo de estas creencias; ¡y de todas las demás! Resalto, para el que no se haya percatado, que el sistema de creencias no es  sólo la religión, la incluye pero sólo es una parte del mismo. La creencia es una idea que ha llegado a estar fijada en el hombre de modo que este no la discute, la asume, la cree; está en ella y por lo tanto rara vez la repiensa o la modifica: Las ideas se tienen, en las creencias se está.  

«Vivimos, nos movemos y somos con nuestras creencias» o «las ideas se tienen ,en la creencia se está» ……..»El lenguaje vulgar ha inventado certeramente la expresión «estar en la creencia». En efecto, en la creencia se está, y la ocurrencia (la idea) se tiene y se sostiene. Pero la creencia es quien nos tiene y sostiene a nosotros. 

Ver mi post Ortega y Gasset «Ideas ycreencias»

Si el sistema de creencias es huero, sin substancia, implotaría a menos que, artificialmente, se le sostenga, en unas creencias «falsas»; inyectadas -que no asentadas libremente por cada individuo- que sostienen el globo hinchado. Esnobismo, banalidad, lo que yo llamo consumo de vida, una vida facilona, engreida y hedónica; son las consecuencias de un sistema de creencias erróneo y autodestructivo. El narcisismo individual y social es una tramoya artificial que basta para sostener el tinglado de consumir vida en vez de vivirla.

El sujeto ama un objeto que es su constructo psicológico de buenitud: Su falsa imagen o apariencia de superhombre – en el sentido nietzschiano -. Y, como es lo máximo que puede conseguir -la perfección nihilista-, sólo le resta quedarse donde está y disfrutarlo -consumirlo-; queda atrapado pues en su autocomplacencia narciso-hedonista. Es condición necesaria para que lo anterior se cumpla que el sistema moral  sea relativista, si no el tinglado se derrumbaría sobre sí mismo. 

El hecho de que el hombre postmoderno haya perseguido bastarse a sí mismo, sin el otro -prójimo- y sin Dios, ha devenido en el sujeto acabo de describir.

El superhombre nietzschiano

En esas condiciones deja de darse el hombre que crece asentado en una norma superior a él, más allá de él, que domeña sus impulsos. Norma que le exige, que le obliga a la excelencia no por él mismo -ególatra y altanero- sino por los demás, o por Dios, o más sencillo por amor. Limitado, si, pero no como sostienen los laicistas -asumiendo a Nietzsche– que afirman que la moral cristiana somete a las personas a una moralidad esclava, a un espíritu gregario.

Pero no atisban siquiera que al elegir por comprender ser limitado, libremente, puede alcanzar la plenitud por reconocerse incompleto y necesitado de algo superior a él. Porque ¡ay del hombre que no siente limitación ninguna! no ha entendido la naturaleza de su humanidad, ni su poquedad. lNo se sabe morador en las lindes de sus flaquezas – lujuria, pereza, gula, ira, envidia, avaricia, y soberbia-. No ha comprendido que sólo puede alcanzar su grandeza a través de su entrega desinteresada, del amor.

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El superhombre, según Friedrich Nietzsche, es una persona capaz de generar su propio sistema de valores identificando como bueno todo lo que procede de su genuina voluntad de poder. El sistema de valores -de creencias- individual propio del superhombre nietzschiano -que nos ha traído hasta aquí-; sólo puede existir en la medida en que se requiere que nazca de él mismo. Y, por ello, contiene el germen de su imposibilidad puesto que tal sistema pensado como propio es subjetivo; y se asentaría sobre el egoísmo – voluntad de poder-. Si yo no me doy al otro no puedo encontrar mi sistema de valores porque al no existir el otro no puedo contrastarlo según la primera regla básica «no hacer al otro lo que no me haría a mi mismo».

Se ve que este  enfoque persigue la eliminación de la ética –Aristóteles, Sócrates y Platón– y de la moral -cristiana- pero veremos que nos conduce a un sistema de creencias vano. Si el sistema de creencias no responde a las preguntas fílosóficas del hombre – el hombre se esfuerza en conocer porque le es natural, quiere saber los «dondes», los «comos», los «porqués» y los «adondes»- si es un  angustioso admitir que nada es verdad, nada es cognoscible, que mi mundo es relativismo puro; entonces es un sistema vano, huero, volátil: Un postsistema. Necesita retroalimentarse de su propia vaciedad para que su globo no implote. Crece vaciando al hombre de contenido. Triste ¿verdad?

Y es que Chema fue dado a la vida con su bagaje de virtudes y defectos, de habilidades y carencias, de fortalezas y flaquezas; como cualquier hombre y eso, precisamente es lo que le hizo y nos hace únicos e irrepetibles a todos. Es indubitable que siendo perfectos no seríamos hombres y nos estaría vedado alcanzar la suprema grandeza de serlo. Así pues, con esa maravillosa conjunción de humanas condiciones mi hermano se lanzó a la vida para vivirla y hacerla completa en su humana incompletitud. 

Escritor Español Petrusvil > «La razón de nuestra grandeza».

La vida secuestrada II: La trampa lábil

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Si no hay verdad cognoscible no hay sistema de valores que valga

Respecto de ese argumento por el cual Nietzsche tacha de espíritu gregario y moralidad esclava al sistema ético del cristianismo (catolicismo, mas propiamente hablando) y de sus predecesores griegos (Platón y Sócrates) olvida que para el cristianismo  el hombre es libre y que puede elegir a Dios o no; claro que cuando lo elige se somete a esa creencia precisamente porque tiene fe en ella; y eso no parece esclavitud sino libertad desde la realidad de que lo que elijo me compromete.

Pensar que el hombre libre, individualmente, que no se debe a nadie, puede alcanzar un sistema de valores digamos que es razonable; en ello está el laicismo. Pero exige un compromiso con ese sistema dado que es elegido libremente salvo que este se nutra del relativismo; en cuyo caso no debería existir porque el nihilismo no lo necesita -. Si no hay verdad cognoscible no hay sistema de valores que valga- luego es falaz hablar de un sistema de valores desde esta perspectiva.

Aún más, si no se basara en el relativismo que, para mi, es consecuencia inevitable del modelo nietzschiano conduciría a una moralidad esclava del  hombre en si mismo que actúa en libertad -según sus mismas palabras- porque el que elige un sistema de creencias se compromete a él ,quiera o no quiera, empeña en él su fe, cree en él y -según las propias palabras de Nietzsche dejaría de ser libre. Si no tengo reglas éticas porque la verdad no existe, no tengo principios, ni sistema de valores. 

Así pues, el  relativismo no es un sistema de creencias porque no cree en nada, no necesita moral, porque ese hombre relativista -postmoderno- no tiene criterios éticos para decidir; hoy hace una cosa y mañana la contraria…no puede haber sistema de creencias para el que no cree en nada. 

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El reverso del hombre que reconoce su poquedad es el hombre postmoderno de hoy para el que «vivir es no encontrar limitación alguna. Nada nos limita por tanto abandónese tranquilamente a sí mismo. Si, el hombre-masa ha llegado a sentirse soberano de su vida pero no sabe que hacer con ella ; mientras el hombre-selecto o excelente está constituido por una íntima necesidad de apelar de sí mismo a una norma más allá de él, superior a él a cuyo servicio libremente se pone.

Escritor Español Petrusvil > ( La vida secuestrada: El deambuleo)

Las primeras creencias: La imitación.

Recuérdese que lo primero que hace el hombre cuando nace  es fijarse en lo exterior a sí mismo, en los demás; su primer sistema de creencias es imitación. Es decir, la cultura le insufla ese sistema de valores y este es ajeno al individuo, le viene dado; mas sobre él crece, cambia, depura, lo gestiona en su propia individualidad. Las decisiones morales han de ser gestionadas por cada individuo en base un sistema de valores imbuidos por la cultura – con religión o sin ella-;, no cambiante al gusto o a la apetencia personal.

Es el individuo el que aplica lo que denomino la pirámide moral en su toma de decisiones cotidianas. Esa pirámide de las virtudes morales (Virtudes Cardinales cristianas) se ha ido cubriendo por las arenas del desierto amoral. En su base se aposentaban la regulación del apetito sensible (Templanza),  de la agresividad (Fortaleza) y del respeto al otro o la voluntad de dar a cada uno lo suyo (Justicia). Estas eran iluminadas por el vértice de la sabiduría (Prudencia), la capacidad de comprender y obrar sabiamente en cada situación moral concreta. La base alimentaba también al vértice pués para ser prudente era necesario ser justo, templado y fuerte. Ese contínuo decidir que es la vida iba conformando el hábito ético aposentado sobre la fuerte estructura de la pirámide moral.

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Las virtudes cardinales.

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Así, para mi, el individuo sólo puede ejercitar la ética o la moral mediante reglas de decisión que le han sido aportadas por un sistema de valores externo a él (Los cristianos creemos que Dios los insufla al hombre, de modo, que la persona nace con las leyes morales divinas: «… a su imagen y semejanza»).

A lo sumo, el hombre a lo largo de su vida, podrá elegir entre varios sistemas de valores; pero una vez elegido decide en base a cada situación moral concreta con las pautas del mismo. Ya digo, pues, que es libre de elegir su creencia aunque los valores de partida sean debidos a su circunstancia; pero una vez elige lo asume, se compromete con él, con su fe o su creencia, con la ética o la moral elegida.

Es más puede libremente cambiarlas por otras si encuentra que cede su creencia original y resuelve que está más seguro de y en la otra. Insisto son necesariamente compatibles y están fuertemente embridados el sistema individual y el social -civilización, cultura- que el individuo asume; la gran diferencia es que el primero se refiere a mi vida y el segundo a lo que está fuera, mis circunstancias.

La soledad forma parte de la condición humana. Sólo el que se sabe solo llega a ser hombre en su sentido más estricto. Sólo el que conoce su soledad se maneja con entereza, templanza y prudencia domeñando esa tristeza amarga con el coraje del alma. Si miramos dentro de nosotros, nos hallaremos y el precio del hallazgo será la soledad, bendito precio por saber quienes somos. El que a la soledad se oculta o rehuye, inane sucumbe si no la acepta cuando le alcanza.

Escritor Español Petrusvil

La suposición de Rousseau y Kant de que el hombre es bueno por naturaleza no se ha demostrado; por mucho que su verosimilitud sea ansiosamente deseada por parte de la humanidad. Oiga, es que si eso se demuestra el hombre no necesitaría ni a la civilización ni a Dios. Algo que parece ser deseado con lujuria ensoberbecida por los bocetos de superhombre; dos “pecados” en uno.

¿Quién da más? Si ese deseo se cumpliera, ipso facto, el hombre sentiría un abismo insondable bajo sus pies; un terror en soledad tal que anhelaría darse la vuelta y volverse por donde había venido o buscaría acomodo en el nihilismo. Justo lo que está ocurriendo ahora. Se consume vida, se entrega el hombre a una ficticia obra de teatro donde se ve feliz y dichoso, un ser sin alma. Para ello necesita , y ahora lo tiene, el bienestar y la tecnología para bastarse a si mismo y para evadirse. Tengan por seguro que el hombre del neolítico no vivía ficticiamente.

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Ingeniería Social: «Deconstrucción»

Se entiende, por ello, ese afanoso trajin de la postmodernidad que aspira a «deconstruir»; y a reconstruir la cultura, lo social se pretende ver con la posibilidad de ser modelado; porque eso permitiría controlar al hombre. Un hombre sin estructura moral, relativista, se ceñirá a una norma impuesta, ¡eureka!, la ley se convierte en moral coactiva, de hecho deviene en la única moral. Otra vez los filósofos han sido usados por el hombre; Nietzsche, y muy a su pesar, ha sucumbido al espíritu gregario y la moral esclava del hombre postmoderno; y para mayor guasa este no la ha elegido libremente pero, ilusamente engañado, se cree que si. ¡La cuadratura del círculo del poder, oigan! Si Dios ha muerto ,a Nietzsche lo han matado con alevosía.

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La ensoberbecida ingeniería social es la locura del superhombre moderno; que no entiende que lo social, la cultura, son procesos osmóticos que se llevan acabo en la majestuosa lentitud de los siglos. Son como los procesos biológicos, tan complejos, que la mera intervención del hombre ha ocasionado catástrofes; porque no pueden ser controlados por sistemas gestionados por el ser humano. Por lo mismo que el complejo proceso económico no puede ser gestionado por el Estado. Esta engreída y fatal pretensión de omnisciencia sólo conduce a desastres, los biológicos y los económicos son sobradamente conocidos. Así pues bástese trasladar estos argumentos repletos de hechos empíricos contrastados, a la ingeniería social para echarse a temblar por sus consecuencias.

Ocurre que al abrigo del nihilismo y mediante extirpación grosera de la responsabilidad personal – el protestantismo tuvo mucho que ver en ello- se ha intentado crear una ética laica. Se estigmatizó la noción del pecado, que si bien era un buen sistema de control de los apetitos; unos por exceso y otros por defecto alienaron su verdadera naturaleza; raro es oír hoy en día a alguien hablar del pecado)

Esa ética laica se ha quedado a medio camino, como ética formal, quizás por la impostación del laicismo; que no nace per se sino que copia lo que le interesa. Aún más si cabe, es una muy mala copia y no deja de ser un trasunto soez del original; y, más martilleante aún, a que es imposible construir una ética a partir del relativismo. Si desde su óptica nada es verdadero, el hombre no necesitaría reglas para decidir lo que es bueno o es malo que, en definitiva, es el quid de la ética.

La vida secuestrada II: La trampa lábil

Percátense que todo lo que acabo de decir en los párrafos anteriores es un torpedo a la línea de flotación del hombre postmoderno. Supongo que, a estas alturas, muchos de ellos han dejado de leerme y hacen bien porque mis palabras no están destinadas a ellos; ya que ellos ya se creen libres.

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El origen del Sistema de Creencias

Del que se quede, alguno protestará porque, según Nietzsche afirmó, es insostenible la pretensión absoluta de un sistema de valores o creencias que se constituya en el único posible. Para no meter más a Nietzsche en nuestra disquisición y evitar el fárrago. Digamos sólo que, aunque no se pueda demostrar unicidad en las creencias, no significa que un sistema de creencias no pueda ser evaluado desde una perspectiva ética, moral o histórica (costumbre) de otros sistemas de creencias, faltaría más, y en base a ello podamos decidirnos por uno o por otro; que en definitiva es lo que ha venido haciendo el hombre desde sus épocas más remotas.

Pensemos que hemos llegado hasta aquí después de miles de generaciones y en el devenir de los tiempos se han ido probando, desechando, ahormando, añadiendo, conjuntando, etc. distintos modos individuales y sociales de hacer las cosas; de instaurar progresivamente nuestra civilización, nuestra cultura; de elaborar reglas y normas que sean la base o más bien una orientación en la complejidad, en suma la denostada tradición; todo ello para tomar nuestras decisiones bajo un prisma moral o ético sobre el bienestar del hombre; ya sea físico, intelectual o espiritual (sentido de la transcendencia); y que coadyuven a la supervivencia individual y como especie.

Obsérvese cómo he puesto en cursiva los modos individuales y los sociales, aquí, claro está, hablamos del individuo pero no podemos olvidar que lo social y lo individual están fuertemente embridados- ya que lo social es parte de mi circunstancia en el «Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo» (PDF: Meditaciones delQuijote, 1914) de Ortega se incluyen la época y la cultura; nuestros padres, hermanos, familia, amigos, la educación y formación recibida; el entorno en el que nos ha tocado vivir, es decir, el mundo social donde nos desenvolvemos y vivimos.

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Obsérvese que lo único que se ha situado por encima del sistema de creencias, siendo una creencia en sí, es la religión, es Dios. El Dios del principio de los tiempos, Ya hablaremos de eso más adelante.  

Volviendo a lo que estamos y, dicho de otra forma, partiendo de lo que yo decido o quiero hacer con mi vida; si no me pierdo y tengo que resituarme. Cosa hoy harto dificultosa de solucionar como veremos en las siguientes entradas -tengo que elaborarla conviviendo y adaptándola a lo externo (circunstancias de la época que me ha tocado vivir) y a mis circunstancias personales (mis habilidades y mis defectos: biológicos, físicos e intelectuales). En base a lo que sostengo y, dicho con guasa, menudo papelón en el que nos han metido, porque para cumplir la máxima de Ortega necesitamos salvar nuestra circunstancia en este nuestro tiempo completamente circunstancial situado a caballo entre dos épocas  y temporalmente indefinido hasta la llegada de la nueva -las épocas son para mí consecuencias de singularidades humanas-.  

Asumiendo que no hay sistema de creencias absoluto, no lo hay único, empero aquel al que nos dirigimos puede ser destructivo; cosa que ocurre cuando se cimenta en la ideología y la construcción de un sistema impuesto, en vez de que sea el hombre el que lo acepte o no libremente. Ojo que aquí nos jugamos la libertad tan arduamente conseguida. Si desaparece el individuo libre y distinto a todos los otros estaremos en una igualación, en un rasero totalitario socializado. Llegamos pués a las ideologías.  

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Las ideologías

Las ideologías nacen con el mundo moderno, a partir de los años 20, otros dirán que a principios del s.XX. Las ideologías parten de una premisa falsa y a partir de ella desarrollan todo su contenido. Las que campean en el s.XXI son, por situarlas bajo un patrón común, deconstructivas -vaya «palabro»-. Cada una de ellas con sus particularidades pero todas persiguen un objetivo común: su imposición. Y, para ello, impregnadas de esa prisa loca que no es propia de la humanidad tienen que destruir las creencias de cada individuo y de la sociedad (occidental) para implantar las suyas. Las ideologías, en cuanto a ideas que son, pueden terminar siendo creencias.

Claro que hay que usar un palabreja que lo defina pero no asuste, un eufemismo. Deconstrucción parece percibirse como «rehacer sobre» en apariencia parece aprovechar algo de lo que hay, pero en realidad significa «demoler» y «construir» conjuntamente. Como todos los «palabros» de origen ideológico «deconstrucción» es una apropiación, un mal trasunto, de contenidos filosóficos. En este caso de un sistema que usaba Heidegger en sus análisis etimológicos de la historia de la filosofía; buscando el sentido de un concepto en base a su etimología mediante la descomposición de la estructura del lenguaje usado en su descripción. ¡Nada que ver, ya ven! Pongo aquí la wiki pa que no digan)

La vida secuestrada II: La trampa lábil

 Las ideologías, todas ellas, pero aún más las postmodernas son invasivas, impuestas por monótona repetición, por inducción a través de los medios. Y hasta coactivamente impulsadas por las leyes creadas al efecto por nuestros sistemas parlamentarios – el nefando derecho positivo- ya con la consigna penal de impedir la disidencia en el pensamiento único. No voy a nombrarlas, son de sobra conocidas, todas ellas por todos ustedes.  

En posteriores entradas iremos viendo como el mundo postmoderno está construido sobre interpretaciones erróneas de muchos de sus pensadores y científicos. O que han persistido no habiendo sido demostradas o que se demostraron erróneas pero continúan en el acervo cultural. Una falacia detrás de otra, construidas sobre la base de ideas mal entendidas llevan a unas creencias hueras, vacías de contenido; impuestas, con lo cual el hombre pierde su libertad en manos de las élites y entes dominantes.  

Nuestros ancestros nos aportaron la tradición, la historia y las creencias, incluidas las religiosas, dando una continuidad y un contenido que ha evolucionado con lentitud y cuidadoso esmero, cada ladrillo ha ido encajando si bien es verdad que ha habido pequeños saltos cuánticos que han requerido  siglos o decenios de asentamiento reconstruyendo destrozos y construyendo sobre ellos no hemos llegado a un sistema impuesto -si que hubo imposiciones pero fueron soslayadas o adaptadas- nada llegó a imponerse, fue un asentamiento paulatino de nuestro sistema de creencias hasta la  modernidad.

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Ahora bien, ha bastado media centena de años del s.XX y lo que llevamos del XXI para que, aparentemente, los caballos se hayan desbocado por un camino que no conduce a ninguna parte. Un atisbo de esperanza es que debemos llegar otra vez a un sistema de creencias no impuesto; pero eso siempre ha requerido del afán de los tiempos y de los sacrificios humanos.

Conclusión

El hombre por si solo es incapaz de crear la cultura o la creencia, ni siquiera intuye cómo se llega a ellas ya que su construcción es de una complejidad inaccesible a la razón humana; dado que es un proceso evolutivo de prueba y error que acontece a los largo de los tiempos y distintos modos, maneras o probaturas, y simplemente se eligeron unas no porque el hombre las preadvirtiera sino porque al probarlas resultaron mejores respecto de las otras.  

Acabo, diciendo que hay algo que me entristece profundamente. El hecho de que el hombre postmoderno se crea el mejor de todos los hombres habidos y casi por haber. Además de ser una peligrosa presunción de la que parten gran parte de nuestros males modernos, me lleva ineludiblemente a la siguiente pregunta ¿es que las vidas de nuestros ancestros fueron menos plenas? ¿Es que tenían menos conciencia de ser? «Pobrecitos, tuvieron la mala suerte de nacer en su tiempo no como nosotros que nacimos en este tiempo».

Aparte de ser un argumento pueril rezuma una falsedad casi hilarante si no fuera por su fatales consecuencias. ¿Eran menos inteligentes? No, sólo tenían menos recursos que nosotros por eso deben ser tratados con respeto,  No hace falta que nos plantemos en el neolítico, o quizás si, basta retrotraernos a la Ilustración, al Renacimiento, a Roma o a la Grecia clásica o a los persas, o a los egipcios, etc. ¿Saben quienes son los que dieron el mayor salto cuántico? Si, esos, los del neolítico. 

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El deber de honrar     En sangre  está regado el precio que pagamos  por nuestros grandiosos logros, que son las obras   de los que en sus anchos hombros nos portan Ese estar cómodos donde estamos   son perlas, que nos ofrecen cual ostras,  forjadas por siglos de vidas generosas aquellas de los hombres más arriesgados   en sus excelsos haceres, saberes y pensares Por eso a nuestros héroes respetamos recordando sus creaciones audaces y, cuantas veces menester sea, les honramos les debemos, al menos, la bonhomía de imitarles para merecer su sacrifico y este no sea en vano.    Y esas perlas preciosas que por los siglos crecen son despreciadas por bandas de ruines y necios ¡Qué inmerecido regalo para esos pueriles!     que dilapidan la obra de nuestros ancestros.

Escritor Español Petrusvil


Y con esto acabo, por hoy. Este ensayo continua con La vida secuestrada III: La cultura si desean continuar su lectura.

La vida secuestrada II: La trampa lábil

(Publicado el 30 de marzo de 2017. Actualizado a 1/7/2021)

FiN