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El cerebro | Ese órgano desconocido

14/11/2021

Escritor Español Petrusvil

Poeta, escritor, divulgador y analista.
Tiempo de lectura 19 minutos.
El cerebro | Ese órgano desconocido

Tabla de contenidos

Contrariamente a la idea generalmente establecida nuestro cerebro no procesa información, ni recupera conocimientos de la memoria ni almacena recuerdos. En resumen: Su cerebro no es una computadora. lEl cerebro no es un ordenador sino organismo vivo. ( jEl cerebro | Ese órgano desconocido )

.El cerebro | Ese órgano desconocido

El hombre no es una máquina ni su cerebro un ordenador

No importa cuánto empeño pongan en ello, los científicos y los psicólogos cognitivos nunca encontrarán;una copia de la Quinta Sinfonía de Beethoven en el cerebro; o copias de palabras, imágenes grabadas, compilaciones de reglas gramaticales o cualquier otro tipo de estímulo ambiental archivado. El cerebro humano no está realmente vacío, por supuesto pero no contiene lo que la gente cree que contiene; ni siquiera cosas tan simples como «recuerdos».

Nuestros juicios de mala calidad sobre el cerebro tienen profundas raíces históricas,;pero la invención de las computadoras en la década de 1940 nos ha confundido especialmente. Desde hace más de medio siglo, psicólogos, lingüistas,;neurocientíficos y otros expertos en comportamiento humano han venido afirmando que el cerebro humano funciona como un ordenador.

Para ver cuán vacía es esta idea, piense en el cerebro de un bebé. Gracias a la evolución, los recién nacidos humanos, como los recién nacidos de todos los mamíferos,;vienen al mundo preparados para interactuar con él de forma efectiva. La visión de un bebé es borrosa, pero presta atención especial a los rostros y es capaz de reconocer rápidamente el de su madre. Prefiere el sonido de las voces a los sonidos extraños que no provienen de la voz humana y puede distinguir los diferentes sonidos del habla. Estamos, sin duda, construidos para conectar socialmente.

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Qué hace un bebé

Un recién nacido sano también está equipado con más de una decena de reflejos, reacciones innatas a ciertos estímulos que son claves para su supervivencia. Gira la cabeza en dirección a algo que le roza la mejilla y chupa todo lo que entra en su boca. Aguanta sin que nadie le haya enseñado la respiración cuando se le sumerge en agua. Agarra las cosas que se acercan a sus manos con tanta fuerza que casi podría sostener su propio peso. Y, lo más importante, vienen equipados con poderosos mecanismos de aprendizaje que les permiten adaptarse rápidamente para interactuar cada vez mejor con su entorno.

Sentidos, reflejos y mecanismos de aprendizaje: con esto y poco más es con lo que comenzamos, y no necesitamos más. Si no tuviéramos alguna de estas capacidades al nacer, probablemente no sobreviviríamos a pesar del dulce cuidado de nuestras madres.

Sin embargo no nacemos con: información, datos, reglas, software, conocimiento, léxicos, representaciones, algoritmos, programas, modelos,;memorias, imágenes, procesadores, subrutinas, codificadores, decodificadores, símbolos o búferes, cosas que traen de serie las computadoras digitales. fNo solo no nacemos con tales cosas, sino que tampoco llegamos a desarrollarlas, nunca.

No almacenamos palabras o las reglas que nos dicen cómo construirlas. No creamos representaciones de lo que podemos ver, ni las almacenamos en una memoria ram a corto plazo;y luego transferimos la representación a una memoria rom o disco duro para archivarlas a largo plazo. No recuperamos información, imágenes o palabras de los registros de memoria, simplemente porque estos no existen. Las computadoras hacen todas estas cosas, pero los organismos, los seres vivos, no.

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Qué hace una computadora

Las computadoras, literalmente, procesan información: números, letras, palabras, fórmulas, imágenes. La información debe codificarse en primer lugar en un formato que las computadoras “entiendan”,;lo que significa secuencias de ceros y unos (‘bits’) empaquetados en pequeños cachitos de información (‘bytes’). En un ordenador, cada byte contiene 8 bits, y un cierto patrón de esos bits representa la letra g,;otro para la letra a, otro para la letra t y otro para la letra o. Y puestos uno al lado del otro, esos cuatro bytes forman la palabra “gato”. Una sola imagen, digamos, la fotografía de mi gato de mi escritorio, está representada por un patrón muy específico de un millón;de estos bytes (‘un megabyte’), rodeado por algunos caracteres especiales que le dicen a la computadora que se trata de una imagen, no de una palabra.

Las computadoras, literalmente, mueven esas cadenas de un lugar a otro en diferentes áreas de almacenamiento físico grabadas en componentes electrónicos. A veces también las copian y otras veces las transforman de varias maneras posibles muy concretas, por ejemplo,;cuando corregimos errores en un manuscrito o cuando retocamos una fotografía. Las reglas que siguen las computadoras para mover, copiar y operar esas matrices de datos también;se almacenan dentro del ordenador todo ellos merced a un conjunto de reglas que se denominan «programas» o «algoritmos». Un grupo de algoritmos que trabajan juntos para ayudarnos a hacer algo (como comprar por internet o encontrar una fecha en el calendario) se llama una «aplicación», o lo que la mayoría de la gente ahora conoce como «app´s» en los smartphones.

Discúlpenme por esta breve introducción informática, pero es necesaria para que udes.;entiendan lo diferente que es nuestro cerebro de un ordenador: las computadoras realmente operan en representaciones simbólicas del mundo. Realmente almacenan y recuperan . Realmente procesan. jRealmente tienen recuerdos físicos grabados. Realmente se guían en todo lo que hacen, sin excepción, por algoritmos escritos por nuestros cerebros,;y no pueden salirse de esos algoritmos predefinidos aunque estos pueden ser tan complejos como queramos o su capacidad de procesamiento lo permita.

Los seres humanos, por otro lado, no hacen estas cosas, nunca las hicieron y nunca las harán. Ante esta realidad tan diáfana, ¿por qué tantos científicos hablan de nuestra vida mental como si fuéramos ordenadores? Pues porque gustamos y necesitamos de metáforas o modelos para entender las cosas.

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Seis metáforas del cerebro humano

En su libro In Our Own Image (2015) , el experto en inteligencia artificial George Zarkadakis describe seis metáforas diferentes;que las personas han empleado durante los últimos 2000 años para tratar de explicar la inteligencia humana. Y esto es importante porque son metáforas y como tales no explican el funcionamiento del cerebro; ni siquiera se acercan pero somos presa fácil de su poder de sugestión.

“La palabra «metáfora» –transferencia, transposición– indica etimológicamente la posición de una cosa en el lugar de otra […;] la transferencia es en la metáfora siempre mutua entre los dos o más conceptos que la forman. Si de un ciprés decimos que es como “el espectro de una llama muerta”, aquí tenemos una sugestiva metáfora. ¿Cuál es en ella el objeto metafórico? No es el ciprés ni la llama ni el espectro; todo esto pertenece al orbe de las imágenes reales, y son los conceptos que forman la metáfora que, como tal,;una vez creada, es una cosa nueva que no guarda relación con ellos.

El objeto nuevo que nos sale al encuentro es un «ciprés-espectro de una llama». Una vez aprehendida la metáfora podremos mirar a un cipres como si fuera un “espectro de una llama muerta”; y ya no será ni ciprés, ni espectro, ni llama sino un concepto totalmente nuevo.

Explico todo esto para que entendamos que la metáfora es un formidable acto de la creatividad humana;pero es un instrumento ineficaz para explicar la realidad, como puede ser el caso del cerebro humano. Lo usual, cuando algo escapa a nuestra comprensión, es recurrir a la metáfora y eso ha ocurrido con las interpretaciones de lo que es nuestro cerebro.

Todo los más que hemos conseguido saber del cerebro humano no es ni más ni menos que una sucesión;de metáforas a lo largo de la historia y como acabamos de ver el objeto que sale de una metáfora no tiene nada que ver con cada una de las partes que la construyen. Una metáfora es una creación de algo nuevo que nunca antes existía.

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Metáfora 1.- En la más antigua, que finalmente quedó escrita en la Biblia, los seres humanos se formaron a partir de arcilla,;a la que Dios le infundió un espíritu, un alma. Ese espíritu «explicaba» nuestra inteligencia, al menos gramaticalmente. Como me gusta usar boutades para forzarles a pensar,;les diré que de todas las metáforas del cerebro que vamos a ver, esta es la que más se acerca a la posible realidad. Todas las demás son inferiores a esta: ¡Un organismo vivo con alma!

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Metáfora 2.- La invención de la ingeniería hidráulica en el siglo III a. C. llevó a la popularidad de un modelo hidráulico de la inteligencia humana, la idea de que el flujo de diferentes fluidos en el cuerpo, los ‘humores’, explicaba tanto nuestro funcionamiento físico como mental. La metáfora hidráulica persistió durante más de 1.600 años, obstaculizando la práctica médica todo el tiempo. Recordarán que se hacía sangrar a los enfermos para expulsar los malos humores o la teoría del flogisto o la de la flema.

Metáfora 3.- En el siglo XVI, se habían ideado autómatas impulsados por resortes y engranajes, que finalmente inspiraron a pensadores destacados;como René Descartes a afirmar que los humanos eran como máquinas complejas.

Metáfora 4.- En el siglo XVII, aparecíó el primer relog mecánico en 1656 , la mecánica indujo a pensar que el cerebro era el artefacto mecánico por excelencia. El filósofo británico Thomas Hobbes sugirió que el pensamiento surgía de pequeños movimientos mecánicos en el cerebro (pensamiento mecanicista)

Metáfora 5.- Ya en el siglo XIX, inspirado por los recientes avances en las comunicaciones, el físico alemán Hermann von Helmholtz
comparó nuestro cerebro con un telégrafo.

Metáfora 6.- Finalmente el matemático John von Neumann en el s. XX afirmó sin lugar a dudas que la función del sistema nervioso humano es ‘prima facie digital’, trazando la actual semejanza metafórica entre los componentes de las máquinas informáticas de la época y la composición del cerebro humano que se ha mantenido hasta nuestros días. (The Computer and the Brain (1958))

Cada metáfora refleja el pensamiento más avanzado de la época que la elucubró. Así se entiende que, solo unos años después de los albores de la tecnología informática en la década de 1940,;se dijera que el cerebro era como una computadora, siendo el hardware el cerebro mismo y el software nuestros pensamientos. La metáfora era tan sugerente que se ha impuesto como modelo de cerebro y que, como veremos, es errónea.

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La ciencia cognitiva

El acontecimiento histórico que lanzó lo que ahora se llama ampliamente «ciencia cognitiva» fue la publicación de Language and Communication (1951) del psicólogo George Miller. Miller propuso que el mundo mental podría estudiarse rigurosamente utilizando conceptos de la teoría de la información, la computación y la lingüística.

Propulsado por los avances subsiguientes tanto en la tecnología informática como en la investigación del cerebro, se desarrolló paulatinamente;un ambicioso proyecto multidisciplinario para comprender la inteligencia humana,;decididamente orientado a la idea de que los humanos son, como los ordenadores, es decir, procesadores de información. Este esfuerzo ahora implica a miles de investigadores, con un presupuesto asignado de miles de millones de dólares para la investigación;y ha producido una vasta literatura en artículos y libros.

El libro de Ray Kurzweil, How to Create a Mind: The Secret of Human Thought Revealed (2013), ejemplifica estos postulados, llegando a especular sobre los ‘algoritmos’ del cerebro, cómo el cerebro ‘procesa datos’ e incluso cómo se asemeja en su forma a los circuitos integrados.

La metáfora del procesamiento de la información (ProIn) de la inteligencia humana domina ahora el pensamiento humano, tanto en la calle como en las ciencias. Prácticamente no existe ninguna forma de discurso sobre el comportamiento humano inteligente que proceda sin emplear esta metáfora,;del mismo modo que ninguna forma de discurso sobre el comportamiento humano inteligente podría desarrollarse;en determinadas épocas y culturas sin hacer referencia a un espíritu o deidad. La validez de la metáfora del ProIn en el mundo actual generalmente se asume sin lugar a dudas.

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La pegajosa metáfora del cerebro comportándose como un ordenador no deja avanzar a la neurociencia

Pero la metáfora del procesamiento de información es, después de todo, solo otra metáfora: una historia que contamos para dar sentido a algo que en realidad no entendemos. Y como todas las metáforas que la precedieron, ciertamente se dejará de lado en algún momento, ya sea reemplazada por otra metáfora o, al final, reemplazada por conocimiento real.

En una visita a uno de los institutos de investigación más prestigiosos del mundo, uno de los visitantes preguntó a los investigadores si podían explicar la inteligencia humana sin hacer ninguna referencia a la metáfora del procesamiento de la información. Y no pudieron hacerlo. ¿Ven el problema? La metáfora de la ProIn es «pegajosa». Sobrecarga nuestro pensamiento con lenguaje e ideas que son tan poderosas que tenemos problemas para pensar fuera de ella.

La lógica fallida de esta metáfora es bastante fácil de enunciar. Se basa en un silogismo erróneo que lleva a una conclusión falsa. Primera premisa: todas las computadoras son capaces de comportarse de manera inteligente. Segunda premisa: todas las computadoras son procesadores de información. Conclusión errónea: todas las entidades que son capaces de comportarse de forma inteligente son procesadores de información.

Dejando de lado el lenguaje formal, la idea de que el cerebro funciona como un procesador de información solo porque las computadoras lo hacen es simplemente una tontería, y cuando, algún día, la metáfora ProIn sea finalmente abandonada, es casi seguro que los historiadores la vean de esa manera, simplemente como ahora vemos que las metáforas hidráulicas y mecánicas eran estúpidas. Esperemos que la metáfora del procesador de información no dure los dieciseis siglos que duró la metáfora hidráulica.

Si la metáfora de la ProIn es tan simplona, ¿por qué es tan pegajosa? ¿Qué nos impide dejarla de lado, del mismo modo que podríamos apartar una rama que bloquea nuestro camino? ¿Hay alguna manera de entender la inteligencia humana sin apoyarse en esta endeble muleta intelectual? ¿Y qué precio hemos pagado por apoyarnos tanto en esta muleta en particular durante tanto tiempo? Después de todo, la metáfora ProIn ha estado guiando la escritura y el pensamiento de un gran número de investigadores en múltiples campos durante décadas. ¿A que precio?

No tenemos una ‘representación’ del billete quinientos euros ‘almacenado’ en un ‘registro de memoria’ en nuestro cerebro por mucho que nos guste. ¿No podríamos simplemente ‘recuperarlo’ para dibujarlo? Obviamente no, y mil años de neurociencia nunca podrán localizar una representación fehaciente de la imagen de ese billete almacenado dentro del cerebro humano por la simple razón de que no se encuentra allí. La idea de que los recuerdos se almacenan en neuronas individuales es absurda: ¿cómo y dónde se almacena la memoria en lo que es propiamente una célula especializada, la neurona?

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Cómo parece funcionar en realidad el cerebro humano

Una gran cantidad de estudios cerebrales nos dice, de hecho, que múltiples y a veces grandes áreas del cerebro a menudo están involucradas incluso en las tareas de memoria más mundanas. Cuando están involucradas emociones fuertes, millones de neuronas pueden volverse más activas en distintas zonas de nuestro cerebro. Esto nos dice que la idea, propuesta por varios científicos, de que los recuerdos específicos se almacenan de alguna manera en neuronas individuales es absurda; en todo caso, esa afirmación simplemente empuja el problema de la memoria a un nivel aún más desafiante: ¿cómo y dónde, después de todo, se almacena la memoria y en que celda del cerebro?

Visualizar algo (es decir, ver algo en su ausencia) es muchísimo menos preciso – es casi un halo- que ver algo en su presencia. Es por eso que somos mucho mejores reconociendo que recordando. Al re-cordar algo (del latín re , ‘nuevo’, y memorari , ‘tener en cuenta’), tenemos que tratar de volver a vivir una experiencia; pero cuando reconocemos algo, simplemente debemos ser conscientes del hecho de que hemos tenido esta percepción antes. Un pianista se vuelve más hábil para tocar un concierto sin mirar una copia de la partitura con la práctica pero cuando toca no extrae de su memoria la partitura, ni la rítmica de los movimientos de los dedos, simplemente lo hace, la toca.

¿Podemos comenzar a construir el marco de una teoría libre de metáforas del comportamiento humano inteligente, una en la que el cerebro no está completamente vacío, pero al menos está vacío del bagaje de la metáfora de la ProIn?

A medida que vivimos en el mundo, una multitud de experiencias nos cambian. De especial interés son estas experiencias: (1) observamos lo que sucede a nuestro alrededor (comportamiento de otras personas, sonidos de música, instrucciones dirigidas a nosotros, palabras en las páginas de un libro, imágenes en las pantallas de un escritorio); (2) estamos expuestos, a la vez, a la combinación de estímulos sin importancia junto con estímulos importantes; (3) somos castigados o premiados por comportarnos de cierta manera.

Nos volvemos más efectivos en nuestras vidas si vamos cambiando de manera consistente con estas experiencias, si ahora podemos recitar un poema o cantar una canción, si somos capaces de seguir las instrucciones que nos dan. Si respondemos a los estímulos importantes. Si nos comportamos con más frecuencia según las formas que son recompensadas.

Nadie tiene la menor idea de cómo cambia el cerebro después de haber aprendido a cantar una canción o recitar un poema. Pero ni la canción ni el poema se han «guardado» en él. El cerebro simplemente ha cambiado de una manera ordenada tal que ahora nos permite cantar la canción o recitar el poema bajo ciertas condiciones de partida. Cuando se me pide que actúe, ni la canción ni el poema se «recuperan» en ningún sentido de ninguna parte del cerebro, como tampoco se «recuperan» los movimientos de mis dedos cuando toco mi piano con los dedos. Simplemente, tal cual, cantamos, recitamos o tocamos música, no es necesario recuperarlos.

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Una forma de interacción directa entre un organismo y su mundo.

Algunos científicos cognitivos, en particular Anthony Chemero de la Universidad de Cincinnati, autor de Radical Embodied Cognitive Science (2009), ahora rechazan por completo la opinión de que el cerebro humano funciona como una computadora. La opinión generalizada es que nosotros, como las computadoras, le damos sentido al mundo realizando cálculos sobre representaciones mentales del mismo, pero Chemero y otros describen otra forma de entender el comportamiento inteligente, como una interacción directa entre los organismos y su mundo.

Podemos ver la dramática diferencia entre la perspectiva de la metáfora del procesamiento de información y lo que algunos científicos llaman ahora la visión ‘anti-representacional’ del funcionamiento humano involucra dos formas diferentes de explicar cómo un jugador de beisbol logra atrapar una pelota elevada bellamente explicado por Michael McBeath, ahora en la Universidad Estatal de Arizona, y sus colegas en un artículo de 1995 en Science.

La perspectiva de la PreIn requiere que el jugador formule una estimación de varias condiciones iniciales del vuelo de la pelota (la fuerza del impacto, el ángulo de la trayectoria, ese tipo de cosas) y luego cree y analice en un modelo interno la trayectoria a lo largo de la cuál es probable que la pelota se mueva y, finalmente, use ese modelo mental para guiar y ajustar los movimientos de su cuerpo y sus manos en el tiempo para interceptar la pelota.

Eso estaría muy bien si funcionáramos como lo hacen los ordenadores, pero McBeath y sus colegas aportaron una explicación más simple: para atrapar la pelota, el jugador simplemente necesita seguir moviéndose de una manera que mantenga la pelota en una relación visual constante con respecto al plato del home (la base) y el paisaje circundante (técnicamente, en una ‘trayectoria óptica lineal’). Esto puede parecer complicado, pero en realidad es increíblemente simple y está completamente libre de cálculos, representaciones y algoritmos.

Dos decididos profesores de psicología de la Universidad de Leeds Beckett en el Reino Unido, Andrew Wilson y Sabrina Golonka, incluyen el ejemplo del béisbol, entre muchos otros, que pueden verse de manera simple y sensata fuera del marco de la metáfora del procesamiento de ingormación. Han estado escribiendo en blogs durante años sobre lo que llaman un «enfoque más coherente y naturalizado del estudio científico del comportamiento humano … en desacuerdo con el enfoque dominante de la neurociencia cognitiva». Sin embargo las principales ciencias cognitivas continúan revolcándose acríticamente en la metáfora del ProIn, y algunos de los pensadores más influyentes del mundo han hecho grandes predicciones sobre el futuro de la humanidad que dependen de la validez de la dichosa metáfora.

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El “problema de la unicidad”

Una predicción, hecha por el futurista Kurzweil, el físico Stephen Hawking y el neurocientífico Randal Koene, entre otros, es que, debido a que la conciencia humana es supuestamente como un software de computadora, pronto será posible descargar mentes humanas a una computadora, en los circuitos. de los cuales seremos inmensamente poderosos intelectualmente y, muy posiblemente, inmortales. Este concepto impulsó la trama de la película distópica Transcendence (2014) protagonizada por Johnny Depp como el científico parecido a Kurzweil cuya mente se descargó en Internet, con resultados desastrosos para la humanidad.

Afortunadamente, debido a que la metáfora del ProIn no es ni siquiera ligeramente válida, nunca tendremos que preocuparnos de que una mente humana se vuelva loca en el ciberespacio; por desgracia, tampoco alcanzaremos la inmortalidad mediante la descarga de la información completa de nuestro cerebro. Esto no se debe solo a la ausencia de software de conciencia en el cerebro; aquí hay un problema más profundo, llamémoslo el “problema de la unicidad”, que es tanto inspirador como deprimente.

Debido a que en el cerebro no existen ‘bancos de memoria’ ni ‘representaciones’ de estímulos, y debido a que todo lo que se requiere para que funcionemos en el mundo es que el cerebro cambie de manera ordenada como resultado de nuestras experiencias, no hay razón para creer que dos de nosotros cambiaremos de la misma manera al vivir la misma experiencia .

Si tú y yo asistimos al mismo concierto, los cambios que ocurren en mi cerebro cuando escucho la 5ª Sinfonía de Beethoven serán casi con certeza completamente diferentes a los cambios que ocurren en tu cerebro. Esos cambios, sean lo que sean, se basan en la estructura neuronal única propia de cada ser humano que ya existe, y cada estructura se ha desarrollado a lo largo de una vida de experiencias únicas e irrepetibles.

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Cada uno de nosotros es único al nacer e irrepetible según sus experiencias, y según ellas nuestro cerebro será “distinto”

Esta es la razón por la que, como demostró Sir Frederic Bartlett en su libro Recordando (1932) , no hay dos personas que cuenten una historia que hayan escuchado de la misma manera y por qué, con el transcurrir del tiempo, sus la historia que cuenten divergirá cada vez más de la original. Nunca se hace una «copia» de la historia; más bien, cada individuo, al escuchar la historia, cambia hasta cierto punto, lo suficiente como para que cuando se les pregunte sobre la historia más tarde, puedan volver a experimentar la audición de la historia hasta cierto punto, aunque no muy bien. Incluso las experiencias más emotivas o impactantes jamás son recordadas o contadas de forma completa sino como un halo difuso de la realidad vivida.

Esto es magnífico e inspirador porque significa que cada uno de nosotros es verdaderamente único al nacer e irrepetible según sus experiencias, y según hayan sido nuestro cerebro será “distinto”; no solo en nuestra estructura genética, sino incluso en la forma en que nuestro cerebro cambia con el tiempo. También es ciertamente deprimente, porque hace que la tarea del neurocientífico sea desalentadora casi más allá de la imaginación, no deja hilo donde agarrarse. Para cualquier experiencia dada, el cambio ordenado podría involucrar mil neuronas, un millón de neuronas o incluso todo el cerebro, y, esto es muy importante, con un patrón de cambio diferente en cada cerebro y en cada instante de la vida de ese cerebro concreto.

Peor aún, incluso si tuviéramos la posibilidad de tomar una instantánea de las 86 mil millones de neuronas del cerebro y luego simular el estado de esas neuronas en un ordenador cuántico, ese vasto patrón no significaría nada fuera del cuerpo, del cerebro que lo produjo. Esta es quizás la forma más atroz en la que la metáfora del procesamiento de información de Von Newman ha distorsionado nuestro pensamiento sobre el funcionamiento del cerebro humano.

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O el cerebro, organismo vivo, sigue funcionando o desaparecemos.

Mientras que las computadoras almacenan copias exactas de los datos, copias que pueden persistir sin cambios durante largos períodos de tiempo, incluso si se ha apagado la energía, el cerebro sólo mantiene nuestro intelecto solo mientras permanece vivo. No hay interruptor de on/off, no podemos reiniciarnos como un smartphone si nos quedamos “colgados”. O el cerebro sigue funcionando o desaparecemos.

Es más, como señaló el neurobiólogo Steven Rose en The Future of the Brain (2005), una instantánea del estado actual del cerebro también podría no tener sentido a menos que conozcamos la historia de vida completa del dueño de ese cerebro, tal vez incluso sobre el contexto social y la época en que se crió.

Piense en lo difícil que es este problema. Para entender incluso lo más básico de cómo el cerebro mantiene el intelecto humano, tendríamos que conocer no sólo el estado actual de los 86.000 millones de neuronas y sus 100 billones de interconexiones, no sólo la fuerza variable con la que están conectadas, y no sólo los estados de más de 1.000 proteínas que existen en cada punto de conexión, sino cómo la actividad del cerebro en cada momento contribuye a la integridad del sistema.

Si a esto le añadimos la singularidad de cada cerebro, provocada en parte por la singularidad de la compleja historia vital de cada persona, la predicción de descargar el cerebro de una persona sin merma de su integridad es completamente inverosímil. En un reciente artículo de opinión en The New York Times, el neurocientífico Kenneth Miller sugería que se necesitarán «siglos» sólo para averiguar la conectividad neuronal básica.

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Somos organismos, no ordenadores

Mientras tanto, se recaudan enormes sumas de dinero para la investigación del cerebro, basadas en algunos casos en ideas erróneas y promesas que no se pueden cumplir. El caso más flagrante de neurociencia malograda, documentado recientemente en un informe de Scientific American, se refiere al Proyecto Cerebro Humano de 1.300 millones de dólares lanzado por la Unión Europea en 2013. Convencidos por el carismático Henry Markram de que podría crear una simulación de todo el cerebro humano en un superordenador para el año 2023, y de que ese modelo revolucionaría el tratamiento de la enfermedad de Alzheimer y otros trastornos, los funcionarios de la UE financiaron su proyecto prácticamente sin restricciones. En menos de dos años, el proyecto se convirtió en una «ruina cerebral» y se pidió a Markram que renunciara.

Somos organismos, no ordenadores. Supéralo. Sigamos tratando de entendernos a nosotros mismos, pero sin cargar con un bagaje intelectual innecesario. La metáfora de la propiedad intelectual lleva medio siglo funcionando, y ha producido pocas ideas, si es que ha producido alguna, en el camino. Ha llegado el momento de pulsar la tecla DELETE.

(FiN) El cerebro | Ese órgano desconocido

FiN

No pongamos límites al hombre: Somos ricos porque somos muchos