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La alegría de vivir creando humildemente – Le Corbusier

Escritor Español Petrusvil

Poeta, escritor, divulgador y analista.
15/11/2021
Tiempo de lectura 4 minutos.
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La alegria de vivir creando humildemente - Le Corbusier


Le Corbusier, Charles-Édouard Jeanneret, (La Chaux-de-Fonds, Suiza; 6/10/1887-Francia; 27/8/1965), arquitecto, urbanista, pintor, escultor y hombre de letras suizo. Se nacionalizó francés en 1930. Le Corbusier, el hombre que unió el arte con las matemáticas y revolucionó la arquitectura. ( La alegría de vivir creando humildemente – Le Corbusier ).

Eran blancas las catedrales.

Desearia llevar al examen de conciencia y al arrepentimiento a quienes, con toda la ferocidad de su odio, de su miedo, de su indigencia espiritual, de su carencia de vitalidad, se empeñan con nefasto encarnizamiento en destruir y combatir lo más bello que existe en este país Francia y en esta época: la invención, la valentía y el genio creador muy particularmente vinculados a las cosas de la construcción -a esas cosas en que coexisten la razón y la poesía, en que celebran alianza la cordura y el espíritu de empresa.

Cuando eran blancas las catedrales, Europa había organizado a los gremios por requerimiento imperioso de una técnica completamente nueva, prodigiosa, locamente temeraria, cuyo empleo conducía a sistemas de formas inesperadas formas, en verdad, cuyo espíritu desdeñaba el legado de mil años de tradición, sin vacilar ante la perspectiva de lanzar a la civilización a una aventura desconocida. Una lengua internacional reinaba en todos los puntos en que se encontraba la raza blanca, favoreciendo el intercambio de ideas y el transporte de la cultura. Un estilo internacional se difundió de Occidente a Oriente y de Norte a Sur, un estilo que arrastraba la corriente apasionada de los deleites espirituales; amor del arte, desprendimiento, alegria de vivir creando.

Eran blancas las catedrales porque eran nuevas. Las ciudades eran nuevas; se construían integras, ordenadas, regulares, geométricas, de acuerdo con planos. La piedra de Francia, recién tallada, era resplandeciente de blancura, como blanco y deslumbrante había sido el Acrópolis de Atenas, como lucientes de granito pulido habían sido las Pirámides de Egipto. En todas las ciudades o los pueblos encerrados en murallas nuevas, el rascacielos de Dios dominaba la comarca, Lo habíanhecho tan alto como pudieron, extraordinariamente alto. Era desproporcionado en el conjunto. ¡No, era un acto de optimismo, un gesto de coraje, un signo de orgullo, una prueba de maestría! Al dirigirse a Dios, los hombres no firmaban abdicación.

Comenzaba el mundo nuevo. Blanco, límpido, alegre, aseado, neto y sin retornos, el nuevo mundo se abría omo una flor sobre las ruinas. Se habia abandonado todo lo que era costumbre reconocida; se había vuelto la espalda. En cien años se cumplió el prodigio y Europa se transformó.

Eran blancas las catedrales.


La alegria de vivir creando humildemente – Le Corbusier

Nuestras catedrales las nuestras no están construidas aún

Materialicemos en nuestras imaginaciones ese espectáculo lleno de alegría. Dejemos, por un instante, de leer estas líneas y pongamos bien ante nuestros ojos las catedrales blancas sobre el fondo azul o gris del cielo. Es preciso hacer entrar esa imagen en el corazón, Entonces podremos proseguir nuestras reflexiones. No deseo mostrar otra cosa que la gran similitud de esos tiempos pasados con la época presente. Nuestras catedrales las nuestras no están construidas aún. Las catedrales son las de los demás -las de los muertos -; están negras de hollín y roídas por los siglos. Todo está negro de hollín y roído por el desgaste: las instituciones, la educación, las ciudades, las granjas, nuestras vidas, nuestros corazones, nuestros pensamientos.

Empero, todo es nuevo en la contingencia, fresco, naciente en el mundo. Ojos que se apartan de las cosas muertas miran ya hacia adelante. El viento cambia; el viento de invierno es suplantado por el viento de primavera; el cielo aún está negro de nubarrones, pero el viento se los lleva. Esos ojos que ven, esa gente que sabe, hay que dejarles construir el mundo nuevo. Cuando las primeras catedrales blancas del mundo nuevo estén en pie, se verá, se sabrá que es cierto, que la cosa ha empezado. ¡Con qué entusiasmo, qué fervor, qué alivio se producirá la media vuelta! La prueba estará ahí. Temeroso, el mundo reclama ante todo la prueba.

Pero nosotros que vivimos intensamente la época presente de los tiempos modernos, hemos roto el cuadro de esta curiosidad limitada e indigente. Hemos extendido nuestra simpatía al mundo entero y a todos los tiempos. Hemos vuelto a encontrar la vida, y el eje de todos los asombros y todas las angustias humanas; estamos lejos de ese tablado teatral que pretende colocar los acontecimientos de la calidad por encima y fuera de las labores humanas. Estamos en las realidades cotidianas, frente a la conciencia misma.


La alegria de vivir creando humildemente – Le Corbusier

… varios siglos de decadencia y, sobre todo, espantosamente, en los últimos cincuenta años

Apelamos a la realidad de las cosas que hacen la vida de todos y de cada cual. Realizamos la transmutación, en la masa activa total, de las virtudes de calidad que una secta ha creído poder apropiarse en varios siglos de decadencia y, sobre todo, espantosamente, en los últimos cincuenta años. La obra requiere la participación, la de todos, en orden y no en confusión, jerarquizada y no desnaturalizada por doctrinas de artificio. Si Venecia es aún hoy la intacta prueba de una vida colectiva, para nosotros, en Francia, alzamos ante nuestros ojos la imagen de los tiempos en que eran blancas las catedrales.

La vida estalla por doquier, fuera de los talleres en que se «hace» arte, fuera de los cenáculos en que se habla de arte, fuera de los escritos en que se aísla, se localiza y se desintegra el espiritu de calidad.

No hay crisis de vida. Sino tan sólo crisis de una corporación: la de los hacedores de arte.

Los plásticos dei mundo están, por doquier, en plena producción: intensa, innumerable, ilimitada. La Tierra ve surgir cada dia, cada hora, esplendores que son verdades y belleza presente. ¡Pasajeras quizá! Mañana, nuevas verdades y nuevas bellezas florecerán. Pasado mañana, etc…

Asi, la vida está henchida, llena.¡La vida es bella! No tenemos – ¿verdad?- la intención ni la pretensión de determinar el destino de las futuras cosas eternas. Todo, a cada hora, es solamente en la obra del tiempo presente.

La hora presente es creadora, creativa, de una intensidad inaudita. Una gran época ha comenzado. Una época nueva.

Manifestada ya en innumerables obras individuales y colectivas, unida a la casi totalidad de la producción contemporánea, surgiendo de los talleres, de las manufacturas, de las fábricas, de los cerebros de los ingenieros y los artistas objetos, estatutos, proyectos, pensamientos- la civilización maquinista estalla.

¡Nuevos tiempos! ¡Ocurrió exactamente lo mismo, una vez, hace siete siglos, cuando nacía un mundo nuevo, cuando eran blancas las catedrales!

La alegría de vivir creando humildemente – Le Corbusier

FiN

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