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Covid – Una pérdida de confianza global

07/01/2022

Escritor Español Petrusvil

Poeta, escritor, divulgador y analista.
Tiempo de lectura 8 minutos.
Covid – Una pérdida de confianza global

Bueno, creo que ha transcurrido el tiempo necesario para ver las cosas con cierta perspectiva de conjunto. A estas alturas, después de casi dos años podemos hacernos una idea del desastre que ha sido la gestión de una epidemia artificialmente inflada; y hacer ya una valoración fiable de los resultados. Quiero destacar y resaltar como conclusión final la pérdida global de confianza en los gobernantes; y en las instituciones así como en gran número de mis congéneres humanos. (Covid – Una pérdida de confianza global )

Covid – Una pérdida de confianza global

En cuanto a …

  • En cuanto a las medidas tomadas:
    No funcionaron ninguna de las medidas totalitarias: Ni los confinamientos, ni la distancia social, ni las mascarillas, ni las vacunas, ni los pasaportes covid. La epidemia fue mantenida artificialmente con los PCR´s después de la primera ola y,;gracias a Dios, Omicron, un primo hermano del mismo virus que la empezó, la va a terminar repartiendo generosamnte inmunidades naturales. Ya no tendrán razón de ser todos los artificios totalitarios que nos han impuesto. Pero habrá que ver si tienen la desfachatez de mantenerlos porque los gobernantes una vez que han probado la carne del autoritarismo,;como el caníbal la carne humana, ya no pueden dejar de comerla máxime si, como ha sido el caso con las medidas covid,;los gobernados han dado muestras de una docilidad palpable.
  • En cuanto a los organismos intervinientes:
    No funcionaron o se prestaron a la farsa – hubiera o no intereses espurios- todos los estamentos oficiales: Los gobiernos, los responsables de salud de los gobiernos, los entes nacionales de salud pública, los entes supranacionales (OMS, ONU, FMI, …). Al igual que los entes privados;(Universidades, Farmacéuticas, Colegios de Médicos, la prensa y los medios en general y toda la ralea de las High Tech, las grandes corporaciones). Si hasta la Iglesia Católica ha sucumbido al miedo a una muerte por un nimio índice de mortalidad del 0,23% (IFR);a pesar de su creencia en la Resurrección. ¿Qué dirían los mártires sobre esta cagalera terrena?
  • En cuanto a los individuos:
    No funcionaron o se prestaron a la farsa – hubiera o no intereses espurios- los profesionales de la salud (médicos en general, epidemiólogos e inmunólogos, farmacéuticos); los académicos; los profesionales liberales; los funcionarios; los CEOS y la plétora de multimillonarios como Bill Gates, Soros, etc. La compra de voluntades ha funcionado a la perfección ante el miedo a perder sus trabajos por discrepar;o proponer otras vías alternativas al relato oficial. Incluyo, en ello, a la gran mayoría de la gente que, aunque uno pueda llegar a apiadarse de ellos,;entraron en shock de terror, incapaces de hacerse una idea racional de lo que estaba pasando, cosa harto comprensible;porque estaban siendo bombardeadas y engañadas por los mass media y la prensa del régimen covid.

Covid – Una pérdida de confianza global

La histeria y el terror

La dos principales taras mentales que han acompañado y apuntalado el devastador evento fueron la histeria y el terror. En ningún momento ha habido sentido común ni sentido crítico –;salvo unos pocos que fueron estigmatizados y tachados de conspiranoicos o antivacunas- ni toma decisiones en base al criterio minimalista del ”mal menor”. Ningún hombre de Estado ha hecho honor a su nombre. Y en la gente común hubiera bastado un poco de sentido común –;el menos común de los sentidos- pero el relativismo imperante ha creado idólatras de la vida;y seres aterrorizados con la muerte por improbable que esta fuera.

Todos han fracasado y los motivos son variados. Los sistemas políticos, de salud, logísticos y de la medicina, altamente burocratizados en todas las áreas, entes,;organismos, han pecado de falta de independencia entre ellos, de ineficiencia y de inadaptación a una crisis global que requería tino, prudencia;y sensatez ante los cambios que se iban produciendo, es decir, decisiones adaptativas según se iban desarrollándo los acontecimientos.

Todos hemos sido sometido a protocolos fuertemente burocratizados, marmóreos y totalitaristas, ante la incapacidad de los sistemas de salud de maniobrar y de buscar otras soluciones distintas o adaptativas a las que inicialmente se implementaron desde el terror y la saturación hospitalaria. Por ejemplo, se desecharon los tratamientos y la profilaxis tempranos – disponibles y testados- poniendo todos los huevos en la misma cesta, la obtención quimérica de una vacuna experimental y escasamente testada.

Covid – Una pérdida de confianza global

Los responsables de salud y la clase médica

Los médicos se han sometido a las directrices políticas del gobierno a través de los responsables de salud pública y las consejerías de salud de las Comunidades Autónomas. Han actuado más como funcionarios que como médicos. Ya sabíamos hace mucho tiempo que en la medicina ya iban quedando menos médicos “vocacionales” y más médicos “pofesionales”.

Médicos que dejaron de ser médicos y se convirtieron en administradores de protocolos en vez de diagnosticadores y evaluadores de posibles tratamientos que pudieran ser discutidos y valorados en grupo y propuestos a las autoridades de salud pública. El sistema de salud ha funcionado monolíticamente de arriba abajo cuando debería de haber funcionado de abajo a arriba para que, en base a esa información médica de primera mano se tomaran las decisiones. Los políticos de los sistemas de salud – hablo de España- han tomado decisiones en base a sus consejeros epidemiológicos sin contar con la clase médica, a la que han ninguneado e impuesto sus protocolos sanitarios.

A destacar los siguientes puntos:

  • La desaparición de los CAP´s del sistema de salud.
  • La inútil, insuficiente y peligrosa atención médica telefónica en vez de la tradicional.
  • El aplazamiento de diagnósticos y pruebas médicas de otras enfermedades que va a provocar un incesante goteo de muertes en los próximos años.
  • Fiar todo el diagnóstico a una prueba la PCR que ha mostrado sus fallas sustituyendo al completo y complejo diagnóstico médico tradicional: El diagnóstico diferencial.
  • La cancelación de otras investigaciones de opciones médicas como tratamiento preventivos, ambulatorios, tempranos, profilácticos por fiar todo a las vacunas.
  • La desconexión de la atención primaria, mediante reclusión domiciliaria del enfermo covid sin seguimientos adecuados del médico de cabecera, sin poner en tratamiento al enfermo con medicamentos tempranos para evitar el empeoramiento, reenviándolo al hospital en un estado médico lamentable, ya graves, y carne de ventilación neumática, que ha matado más que salvado a muchos enfermos covid.
  • La falta de feed back sobre decisiones tomadas (médicas o políticas o de gestión epidémicas).
  • La cancelación de actuaciones que hubieran dado una información valiosísima como hubieran sido las autopsias y los estudios de tratamientos distintos a las vacunas.
  • Cortocicuitar información científica valiosa por no corresponder al relato covid o a las medidas oficiales castrando la posibilidad de rectificaciones sobre los protocolos inicialmente establecidos.
  • La falta de comunicación abierta a todo tipo de ideas entre médicos, entre científicos y entre académicos, a la vez que intersectorialmente entre los tres grupos.

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La noria deshonesta

Así hemos visto que, ante una situación excepcional, se ha mostrado escasa capacidad de adaptación al cambio;y de cambiar las opciones ante las que estaban a todas luces fracasando por otras, se ha mostrado falta de autocrítica, se ha mostrado que se valora más no perder el trabajo que la ética profesional, se ha mostrado que se valora más la licencia médica o la subvención ante una línea de investigación coincidente con el relato oficial que hacer bien el trabajo o ser honestos, se ha mostrado que se valoran más los ingresos extras (por poner inyecciones, por test realizados, por enfermo hospitalizado, por enfermo sometido a ventilación mecánica, por enfermo muerto de Covid, etc.) que cualquier otra cosa.

Item más, se ha mostrado que se valoran más los beneficios obtenidos por vacunas, mascarillas, equipamientos de protección sanitaria, equipos de ventilación mecánica, etc. que la honestidad. Al albur de todas las compras ha crecido un cáncer metastásico de corruptelas y sobornos. En definitiva, se ha mostrado que el ser humano está preso de sus “egoistas intereses” monetarios más que de salvarnos la vida a los demás. Por eso me resulta muy curioso que se acuse de egoistas a los que no queremos vacunarnos. ¡Los egoístas son otros y son muchos!

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Los políticos

Por último, la falta de confianza más grave y definitiva se da con los políticos por cubrirse las espaldas buscando el riesgo cero para ellos en vez de buscar el mal menor en sus decisiones aunque ello supusiera asumir un riesgo medido pero que hubiera sido el resultante de menos muertes por efecos colaterales a medio y largo plazo – el fuego amigo-. También, por la ruindad de parapetarse detrás de la ciencia cuando toda decisión de salud pública es, en última instancia, una decisión política y porque, a la postre, muchas de las decisiones que han tomado no tienen nada de científicas.

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¿Habrá consecuencias a la pérdida de confianza global?

Ya saben lo que ocurre en el mundo político o empresarial cuando se pierde la confianza en un gestor ya sea público o privado, se le cesa o se le hace dimitir y, en última instancia, se le procesa en el sistema legal por lo civil o/y por lo criminal, si procede (esto último empresarialmente porque a los políticos no los procesa nadie). Sin embargo, la realidad para un individuo sólo ante las instituciones y sus gestores, ante las empresas y corporaciones es que no puede hacer nada salvo perder la confianza en todos y declararse en rebeldía o aguantarse o rezar por no ponerse malo. Rebelión no va a haber porque la humanidad postmoderna es dócil y aborregada, la clase política ni siquiera lo pagará en las urnas pues la oligarquía se autoprotege, y no lo pagarán penalmente por la justicia complaciente y sumisa de la que disfrutan, aunados en un todos a una como en Fuenteovejuna el ejecutico, el legislativo y el judicial.

Personalmente si necesito de un servicio de la administración pública, de un médico, de productos farmacéuticos o cualesquiera otros, una vez perdida la confianza me invade un terror frío, inenarrable. Es como si estuvieras en guerra pero con la diferencia de que en una guerra conoces al enemigo, es alguien muy concreto y en este caso, en esta pandemia hemos tenido que lidiar no sólo con el enemigo, un enemigo desconocido al principio, el coronavirus, sino con algo muchísimo peor, mucho más calamitoso que la enfermedad que traía: el fuego amigo, que ha devastado la economía y la salud, presentes y futuras.

Rezo, sobre todo, por no caer enfermo y tener que ir a un hospital pues no me fío ya ni de los médicos y sus tratamientos, ni de la medicina, ni de los científicos, ni de las empresas farmacéuticas, ni de sus medicinas… Sólo me tengo a mí mismo, sólo en mí confío, y en Dios, claro.

En cuanto a los medios de comunicación solo he confirmado lo que venía pensando desde antes de la pandemia: no son fiables, son corruptos y falsos. Simples mercenarios informativos de los gobiernos de turno o de las ideologías de sus propietarios.

La pérdida de confianza ha sido global y, por ser global, a ella no escapa nadie. Todos hemos sidos reos de que nos hayan perdido la confianza. Y si todos estamos, por un motivo u otro, en el ajo pues entonces ¡aquí no ha pasado nada! ¡Y a otra cosa, mariposa! Las consecuencias serán nada de nada. Pero aquí ha habido mucha gente que se ha enriquecido como si hubiera sido otra guerra cualquiera.

Bueno sí, quedamos unos pocos, los malvados “negacionistas antivacunas” a los que no se nos puede acusar de pérdida de confianza pero que pagaremos las consecuencias de todo lo que hicieron mal todos los demás: La turba-ley del chivo expiatorio.

(FiN) Covid – Una pérdida de confianza global

FiN

Resumen entrevista: Joe Rogan al Dr Robert Malone