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Tirinto y Creta – La muerte de Schliemann

23/07/2021

Escritor Español Petrusvil

Poeta, escritor, divulgador y analista.
Tiempo de lectura 7 minutos.
Tirinto y Creta – La muerte de Schliemann
Castillo de Tirinto

Tabla de contenidos

Tirinto y Creta – La muerte de Schliemann

Otra joya del Peloponeso que estaba en ruinas

En 1876 Schliemann, con sus cincuenta y cuatro años, empuñaba por vez primera la piqueta; en 1878 y el año siguiente excavaba, ayudado por Virchow, otra vez en Troya. Descubría en Orcómeno en 1880 , la tercera ciudad que Homero honra con el calificativo de «dorada», el rico techo del tesoro de los minias; en 1882 volvía a excavar con Dörpfeld, por tercera vez en Troya; y dos años más tarde empezaba sus excavaciones de Tirinto. (Tirinto y Creta – La muerte de Schliemann)

Y otra vez sucedió lo que ya sabemos. Las murallas del castillo de Tirinto estaban al descubierto; un incendio había calcinado las piedras, y las capas de argamasa que las unían se habían convertido en verdaderas tejas; los arqueólogos creían que estas murallas de una fortaleza de la Edad Media, y los guías griegos afirmaban que en Tirinto no había nada extraordinario.

Schliemann, basándose en autores antiguos, empezó a excavar con tal celo que destruyó un predio plantado de cominos, propiedad de un aldeano de Cofinio, por lo cual tuvo que pagar 75 francos de multa.

Dícese que Heracles (Hércules) nació en Tirinto. Sus murallas ciclópeas eran consideradas en la Antigüedad como una obra portentosa. Pausanias decía que eran análogas a las pirámides egipcias, Se afirmaba que Preto, el legendario rey de Tirinto, había hecho venir a siete cíclopes para que las edificaran, y que luego fueron imitadas también en otros lugares, especialmente en Micenas, por lo cual Eurípides llamaba a toda la Argólida «tierra de cíclopes».

Tirinto y Creta – La muerte de Schliemann

Ante las murallas ciclópeas del castillo de Tirinto

Schliemann excavó y halló las murallas principales de un castillo que superaba a todo cuanto se había hallado hasta entonces, y esto daba un aspecto imponente de aquel pueblo prehistórico que había sido capaz de construir tal maravilla como morada de sus reyes. Semejante a una fortaleza, este castillo se ergia en una roca de piedra caliza; sus paredes consistian en bloques de dos a tres metros de longitud por uno de altura y otro de espesor. La anchura total en los bajos, que contenían solamente dependencias secundarias y cuadras, eran de siete a ocho metros, y en la parte de palacio donde habitaba el príncipe alcanzaba once metros con una altura de dieciséis.

¿Qué aspecto ofrecía el interior de aquel vasto castillo cuando se ve poblado por guerreros con armas ruidosas? Nadie había sabido hasta entonces de aquellos palacios homéricos, pues nada se había conservado de los palacios de Menelao, Ulises y otros principes; incluso en las ruinas de Trya (Troya), en el llamado castillo de Príamo, no se podían distinguir ya las construcciones.

Pero aquí, bajo la piqueta investigadora, presentóse por fin un palacio auténticamente homérico. Aquí estaban los pórticos y las salas, alli el patio de los hombres con su altar, el imponente megaron con su antesala y vestíbulo, acá se distinguia en el baño – cuyo suelo constituia un solo bloque de piedra caliza que pesaba veinte toneladas – donde los héroes de Homero se habían bañado y ungido con olorosas grasas, acullá surgia un cuadro como el que nos esboza la Odisea al retorno del astuto Ulises, con el ágape de los pretendientes y la matanza en la gran sala.

 Tirinto y Creta – La muerte de Schliemann
Plano esquemático del complejo de un megaron. 1: Vestíbulo, 2: Sala principal, 3: Columnas del pórtico y de la sala principal.

Pero habia algo más interesante aun. Era el estilo de la ceramica hallada y de las pinturas murales, Schliemann descubrió inmediatamente el parentesco de toda la cerámica encontrada, de todos los vasos, jarras, recipientes de arcilla recogidos hasta entonces, con los hallados en Micenas y en Tirinto, e incluso indicó su semejanza con los encontrados por otros arqueólogos en Asine, Nauplia, Eleusis y en las distintas islas, la más importante de las cuales era Creta. No encontró en las ruinas de Micenas un huevo de avestruz, aunque bien es verdad que por tal habia tomado un vaso de alabastro; pero:

Tirinto y Creta – La muerte de Schliemann

La civilización cretoricénica

¿No había en esto una inconsciente alusión a Egipto? ¿No descubría él aquí aquellos mismos vasos con el llamado dibujo «geométrico» que fue llevado a la corte de Tutmosis III ya en el año 1500 a, J. C. por los fenicios?

Y con una explicación detallada intentaba demostrar que habia descubierto determinadas relaciones culturales de origen asiático o africano; una civilización que había bordeado toda la costa oriental de Grecia, que había comprendido la mayoría de las islas y que, probablemente, había tenido su centro cultural en Creta.

Hoy dia, a esta civilización la denominamos civilización cretoricénica. Schliemann habia encontrado las primeras huellas, pero su descubrimiento completo estaba reservado a otro investigador, Arthur Evans. Ver la última entrada de esta tetralogía: «El hilo de Ariadna – Evans y Schliemann».

Todas las estancias del castillo aparecían cubiertas de cal y todas tenían pinturas murales en forma de frisos, generalmente ribeteados por franja amarillas y azules que a la altura del cuerpo humano debian dividir en dos partes las paredes de las habitaciones.

Tirinto y Creta – La muerte de Schliemann
Muralla de Tirinto

Entre estas pinturas murales hay una muy extraña. En un fondo azul aparece dibujado un toro muy grande, con manchas encarnadas, en actitud de saltar con violencia, con un ojo circular que nos hace sospechar su ferocidad salvaje, y con la cola levantada. Encima de este toro se ve un hombre en actitud rara, medio saltando, medio bailando y asido con una mano a un cuerno del toro.

En el libro de Schliemann sobre Tirinto. el doctor Fabricius da la explicación siguiente:

«… uno podría imaginarse que el hombre que se ve sobre el dorso del toro seria el jinete o domador de toros, demostrando su habilidad de saltar sobre el animal mientras éste comprende su loca carrera, de manera al domador de caballos que se menciona en el párrafo de la Ilíada, que durante la veloz carrera salta por encima de uno de los cuatro caballos que llevaba en la reata». Esta explicación, a la que Schliemann entonces no consideró oportuno añadir nada, era suficiente. Pero si Schliemann hubiera cedido a la idea de ir a Creta, que muchas veces le asaltaba, – y lo cierto es que la muerte se lo impidió- alli habría encontrado algo relacionado con esta pintura, confirmando así muchas cosas y coronando la obra de su vida.

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La Creta que no pudo excavar

El plan de seguir explorando Creta, especialmente en las proximidades de Cnosos, le preocupó a Schliemann hasta su última hora. Donde veía ruinas tenia la esperanza de topar con muchos hallazgos. Un año antes de su muerte escribia:

«Quisiera rematar los trabajos de mi vida con una gran obra, es decir, con la excavación del antiquísimo palacio prehistórico de los reyes de Cnosos, en Creta, que creo haber descubierto hace tres años».

Pero las resistencias que se le oponían eran demasiado grandes. Cierto que contaba con el permiso del gobernador de Creta, pero el propietario que de la colina se oponía a las excavaciones y pedia el excesivo precio de cien mil francos. Sólo así estaba dispuesto a vender el terreno. Schliemann trató con él, regateó el precio hasta llegar a los 40.000 francos.

Cuando volvió para el contrato contó los olivos de su nueva propiedad y descubrió que habian cambiado los mojones de la finca y que ahora, en vez de poseer 2.500 årboles, sólo tenía 888. Rompió el contrato. El espíritu mercantil de Schliemann se impuso en aquel momento a su interés arqueológico, Había derrochado una fortuna en favor de la ciencia, y por el aceite de 1.612 olivos perdió la posibilidad de hallar la clave de los enigmas prehistóricos que le habían planteado todos sus hallazgos, muchos de los cuales aun no habían solución.

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La muerte de Schliemann

¿Es de lamentar tal circunstancia? No; su vida, brillante y lograda, se hallaba en la cumbre cuando en 1890 le sorprendió la muerte.

Quería pasar las Navidades del año 1890 con su mujer y sus hijos, pero un dolor en los oídos le torturaba mucho. Ocupado con nuevos proyectos, a su paso por Italia se limitó a consultar con algunos médicos desconocidos, quienes le tranquilizaron. Pero el día de Navidad cayó desplomado en plena plaza della Santa Carità de Nápoles, y aunque conservaba todo su conocimiento, perdió la facultad de hablar. Gente compasiva, le llevó al hospital, donde no quisieron admitirle. Cuando la policia le registró, halló entre sus papeles la dirección de un médico, y se fue en su busca. El médico aclaró de quién se trataba y reclamó un coche para trasladarle. La gente contemplaba aquel hombre que en el suelo vestido con sencillez, incluso con pobreza. Luego los empleados del hospital preguntaron quién pagaría aquel gasto, a lo que el médico exclamó:

– ¡Pero si es un hombre muy rico! — Y registrando las ropas del enfermo sacó de uno de los bolsillos un portamonedas lleno de oro.

Una noche entera padeció Heinrich Schliemann aquella parálisis, con plena conciencia, falleció.

Cuando su cadáver fue trasladado a Atenas, junto a su féretro iban el rey de Grecia y el principe heredero, los representantes de las potencias extranjeras y los ministros del pais, asi como los directores de todos los institutos cientificos helénicos. Ante el busto de Homero dieron las gracias al helenófilo ilustre que había enriquecido el conocimiento de la Antigüedad ampliando en mil años la perspectiva histórica del mundo clásico Junto a su féretro iban también su esposa y sus dos hijos, llamados Andrómaca y Agamenón.

Fue Arthur Evans quien encontró en Creta lo que Schlieman había ido a buscar: El palacio de Cnosos del rey Minos, en Creta. Pero eso es el motivo de la cuarta y última entrada dedicada a Heinrich Schliemann: “El hilo de Ariadna – Evans y Schliemann”

La tetralogía sobre Schliemann:

1.- El niño pobre que halló un tesoro – Schliemann y Homero.

2.- La máscara de Agamenón – Schliemann y Pausanias.

3.- Tirinto y Creta – La muerte de Schliemann.

4.- El hilo de Ariadna – Evans y Schlieman.

FiN

Tirinto y Creta – La muerte de Schliemann