El Blog de Petrusvil | Prosa Poesía

La obra acabada – Pablo Ruiz Picasso

06/03/2022

Escritor Español Petrusvil

Poeta, escritor, divulgador y analista.
Tiempo de lectura 8 minutos.
La obra acabada – Pablo Ruiz Picasso

Pablo Ruiz Picasso (Málaga, 25/10/1881–Mougins, 8/04/1973) fue un pintor y escultor español, creador, junto con Georges Braque, del cubismo. También, abordó otros géneros como el dibujo, el grabado, la ilustración de libros, la escultura, la cerámica y el diseño de escenografía y vestuario para montajes teatrales, y tiene una breve obra literaria. (La obra acabada – Pablo Ruiz Picasso)


(El día de Navidad de 1938 fue Sabartés a ver a Picasso, que estaba enfermo. Este, en medio de la conversación, le dijo:)
– Lo que cuenta es lo espontáneo, lo impulsivo, Esa es la verdad verdadera. Lo que uno se impone no viene de nosotros.

Así será, digo entre mí, pensando en el agua y en el cauce: pues el cauce no se hace para el agua y ésta lo hace, sin querer, abriéndose camino. Cuántas veces me ha dicho Picasso que, pensando pintar un ramo de flores, por ejemplo, pintó una guitarra u otra cosa!…

– ¿Una guitarra?… Sabes que cuando pinté las primeras no había tenido ninguna en mis manos?… Con los primeros cuartos que me dieron compré una, y desde que la tengo ya no he vuelto a pintarlas. La gente se figura que las corridas de toros de mis cuadros las tomé del natural y se equivocan. Las pintaba en vísperas de una corrida para tener con qué pagar la entrada. ¿Has hecho tú nunca lo que pensaste hacer?… ¿No cambias a veces, sin pensarlo ni quererlo, el rumbo de tu camino, cuando sales de casa? :Dejas por eso de ser tú?… ¿No llegas a donde quieres ir, de todos modos?… Y si no vas, pongamos por caso, ¿qué importa!… Es que no tenías que ir y habrías mal en forzar el destino.

Así es, me digo, pensando en él más que en mí mismo; pues si, en ciertas ocasiones, parece desviarse, el resultado de su acción demuestra lo contrario,

– Una idea dice, dejándose llevar de las suyas es un punto de partida, y nada más, para hacer algo. No lo es todo. Si te pones a trabajarla con el pensamiento se vuelve otra cosa. Lo que pienso mucho lo realizo mentalmente. ¿Cómo quieres que pueda seguir interesándome después?… Si me empeño en ponerla en solfa, me sale de otro modo porque interviene otra materia. Para mí, de todos modos, ya no tiene interés, porque en el acto se me ocurre otra cosa…

La obra acabada – Pablo Ruiz Picasso

«Pobre retrato mío», pienso.

– Lo importante es hacer y nada más; sea lo que fuere.
– Y cuando has terminado el cuadro… ¿qué es lo que tú haces?
– ¿Cuándo has visto tú un cuadro terminado?… Ni un cuadro ni nada. |Pobre de ti el día que se diga que estás acabado!… ¿Terminar una obra?… ¿Acabar un cuadro?… ¿Qué tonteria? … Terminar algo quiere decir acabar con ello, matarlo, quitarle el alma, darle la puntilla. L’achever, como dicen aquí, es decir, darle el golpe de gracia: el más desgraciado para el pintor y para el cuadro.

De ahí se deduce que Picasso no hace lo que quiere, sino lo que le manda su destino, Si no nos repugnara emplear ciertas expresiones avejentadas diríamos que se abandona a la inspiración, etcétera, etcétera.
– El valor de una obra está en lo que no está… – dice.

En la Avenue des Tilleuls solemos encontrar a una anciana muy arrugada, sucia y harapienta, que cada vez nos mira sonriendo. No la hemos encontrado nunca en otra parte, ni a otra hora, pegada al cerco de una huerta que le hace de fondo, como si formara parte del paisaje a la puesta del sol. Picasso, al verla, aprieta el paso para acercarse más pronto, y dice:

– Has visto nada más hermoso que esa vieja?… De seguro que nunca se ha lavado, Eso sí que es una vieja de verdad. Se maquilla con polvo. Sembla un bolet d’aquest terrer. Ya quisiera Velázquez haberla encontrado en su camino. Habría que pintarla como es. Es igual que nosotros, en el fondo; pero pertenece a la escuela de la mugre. Mira cómo se rie porque la miramos. – Bon soir… Ça va?… Vous êtes très bien…
– Très bien… – A demain…
– Oui, oui. A demain. ¿Ves? Eso es como el monumento aquel…

La obra acabada – Pablo Ruiz Picasso

En otra ocasión me habla de la originalidad, poco más o menos, en los siguientes términos:

– Si buscas bien, puedes encontrar una peseta en cualquier parte; pero a la personalidad no se la encuentra, por más que se la busque, porque está en la propia persona. Si te fijas, te darás cuenta que esto no es un juego de palabras. La personalidad no viene del empeño de ser personal. El tipo que se empeña en ser original pierde su tiempo y se engaña: si consigue alguna cosa, no pasa de imitar lo que a lo mejor hasta
le gusta, y si va muy lejos, puede ser que lo hecho por él no se parezca ni a sí mismo… Un día se lo dije a Angel Ortiz.

Para hacer un círculo sin compás, procura que tu línea corra exactamente a la misma distancia del centro; pero no pienses en darle otra forma, ni en ninguno de los muchos que lo trazaron antes que tú. Aunque te mates por sacarlo enteramente redondo, ya verás que no lo puedes conseguir, y en la diferencia que habrá entre la perfecta redondez y la máxima aproximación que tú consigas encontrarás tu expresión personal. Tratarás de hacerlo perfecto si obras de buena fe, y cada vez que hagas uno, por más que lo perfecciones, siempre pecaná del mismo mal. Todos llevarán tu marca.

Pero si de buenas a primeras te pones a dibujarlo jorobado, porque has visto y te han gustado las jorobas dibujadas por otro, lo harás peor que él y tu engaño no engañará más que a los tontos. ¿No te parece que es así?… A los que se conforman con tan poco se les puede decir que «con su pan se lo coman».

– El que hace algo con la idea preconcebida de falsear lo que cree ser cierto, a su modo, también da muestras de personalidad.
– Exactamente. Cualquiera puede ver que es un farsante…
Hablando del genio, dice:
-Es la personalidad con cinco céntimos de talento. El
error que, por casualidad, sale de lo común.

Como él lo supedita todo a la pintura, se explica de este modo:

-En los museos, por ejemplo, no hay más que cuadros ratés… ¿Te ríes?… Fíjate bien y verás si tengo razón o no la tengo. Lo que ahora tomamos por «obras maestras» son las obras que más se apartaron de las reglas dictadas por los maestros de la época. Las mejores son las que muestran, de una manera más clara, el «estigma» del artista que las pintó.

La obra acabada – Pablo Ruiz Picasso

Otro día la emprende con la palabra «cultura», diciéndome:

-No te parece que se hace demasiado ruido con esa palabrota? Esto me hace pensar en un chiste que le oi a mi padre: » Dicen que corre el dengue?… Muy mal debe correr si todo el mundo lo atrapa…». Pero con la «cultura» pasa otra cosa: si todos la buscan es que nadie la encuentra. Si fuéramos cultos no nos daríamos cuenta de que nos hace falta, o pensaríamos que es natural; pero no haríamos tanto aspaviento, y si conociésemos el verdadero valor de esa palabra seríamos lo suficientemente cultos para no darle tantísima importancia. Encuentro tan ridículo todo eso y el empeño por querer imponer «nuestra cultura» a los demás, como alabar tus patatas fritas a un convidado y quererlas imponer a tu vecino, sin pensar que pueden hacerle daño o no gustarle.

Un día, volviendo a casa, al caer la tarde, se detiene frente al taller de un plomero que se encuentra a la derecha del bulevar Albert I, entre el Casino Municipal, que dejamos atrás, y la Gare Routière, que aparecerá en seguida a la otra mano.
– Nunca he visto en un museo un cuadro tan hermoso como Éste -me dice señalando con el dedo la plancha de cinc que está sobre la puerta -. El qué pintó este cuadro no pensaba en su gloria.

Habla del rótulo pintado sobre la plancha de metal. Con el tiempo, la lluvia y el polvo, ayudados del viento, lo embadurnaron, y ahora se ruboriza porque el sol le da las buenas noches poniendo un beso en su frente maculada, Las letras apenas se destacan sobre el gris azulado de cinc, pero la luz hace brillar partículas del fondo metálico, y si las recorta, hasta cierto punto, no las aísla, pues el calor que allí funde los colores también da brillo al lodo que las cubre.

– ¿De veras crees tú que el cuadro éste merezca los honores del museo?
– Por qué no?-responde-. Peores cosas hay.
– Quieres decir con eso que también hay mejores y que ésta, en todo caso, no es de las buenas?
– Tú eres extremista!… Al hablarte del rótulo pensé en el pintor que hizo las letras y no en el resultado. Si resiste al lodo, tanto mejor; eso prueba lo que vale. Los museos se conforman con la mugre de las manos y las mañas: la pátina del tiempo; porque está escrito que se debe respeto a la vejez. Quita eso a los cuadros y verás lo que queda si se quedan como estaban… El pintor puso lo suyo: el tiempo, el lugar y el estado de ánimo de uno hacen lo otro, como aquí; pero a mí no me interesa más que el trabajo del pintor, porque gracias a él lo puedo ver y estoy seguro que el pobre puso sus cinco sentidos en hacerlo. Eso, al menos, es auténtico. Así nosotros (él y los compañeros cubistas), cuando hacíamos nuestras construcciones producíamos «verdad pura», sin pretensiones, sin trucos ni malicias.

La obra acabada – Pablo Ruiz Picasso

Lo que hicimos entonces no se había hecho nunca: lo hicimos desinteresadamente, y si vale algo es porque no pensamos sacarle provecho material. Quisimos expresar una realidad con materiales que no sabíamos manejar y los estimábamos precisamente porque la ayuda que nos prestaban no nos era indispensable, sabiendo de sobra que no eran los mejores ni los más adecuados. Pusimos entusiasmo en el trabajo, y esto sólo, si no hay nada más en todo ello, es lo que hay, es decir, todo o mucho más de lo que se suele poner en todo esfuerzo, porque nos dábamos a ello en cuerpo y alma. Nos apartamos tanto de los medios de expresión conocidos y apreciados hasta entonces, que nos sentíamos al abrigo de toda sospecha de propósitos venales.

No recuerdo por qué causa ni en qué ocasión, aunque eso, en realidad, tiene poca importancia, como si lo hubiera estado mascullando en su cerebro durante algún tiempo, cansado de pensar, se decidió a pasarme la idea para quitársela de encima, diciendo:

La obra acabada – Pablo Ruiz Picasso

– Nunca se ha hecho nada mejor que la escultura primitiva. ¿Te has fijado alguna vez en la precisión de las líneas grabadas en las cavernas?… Has visto reproducciones. Los bajos relieves asirios aún tienen esa pureza de expresión…
-¿Cómo te explicas- pregunto-que haya podido perderse esa maravillosa simplicidad?
-Porque el hombre dejó de ser simple. Quiso ver más allá y perdió la facultad de comprender lo que tiene al alcance de la vista. Cuando uno reflexiona, se detiene. No quiero decir que se pare en el camino, si está andando, sino que toda su maquinaria se atasca y, una vez atacado de ese mal, ya no te curas. Si te abalanzas sobre un precipicio, te despeñas… Lo mismo pasa con un reloj: marchará más o menos bien; pero si marcha, no está tan mal como parece. Lo peor comienza al caer en manos del relojero remendón… El manoseo le roba la pureza, y ésta no vuelve más. Conserva la misma apariencia exterior, así como subsiste la idea del arte; pero ya sabemos lo que la Escuela ha hecho con ella. Por de pronto, la esencia se ha evaporado, y lo que queda ya, te lo regalo…

La obra acabada – Pablo Ruiz Picasso

FiN

Mi violonchelo – Pau Casals