El Blog de Petrusvil | Prosa Poesía

El velo que nos oculta las cosas – Henri Bergson

21/10/2021

Escritor Español Petrusvil

Poeta, escritor, divulgador y analista.
Tiempo de lectura 8 minutos.
El velo que nos oculta las cosas - Henri Bergson

Tabla de contenidos

Henri Bergson (París, 1859 – 1941) Filósofo francés, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1927. Llamado el filósofo de la intuición, Bergson buscó la solución a los problemas metafísicos en el análisis de los fenómenos de la conciencia. En el terreno filosófico, reactualizó la tradición del espiritualismo francés y encarnó la reacción contra el positivismo y el intelectualismo de finales de siglo. (El velo que nos oculta las cosas – Henri Bergson)

El velo que nos oculta las cosas – Henri Bergson

… entre nosotros y nuestra propia conciencia viene a interponerse un velo muy tupido

Creo que si la realidad viniese a herir directamente nuestros sentidos y nuestra conciencia, si pudiésemos entrar en comunicación inmediata con las cosas y con nosotros mismos, el arte sería nulo, o más bien, todos seríamos artistas, porque nuestra alma vibraría entonces continuamente al unísono con la Naturaleza. Nuestros ojos, ayudados por la memoria, recortarían en el espacio y fijarían en el tiempo cuadros inimitables. Una mirada nuestra cogería al paso, esculpidos en el mármol viviente del cuerpo humano, fragmentos de estatua tan hermosos como los de la estatuaria antigua. Oiríamos como una música -alegre unas veces y las más veces triste, pero siempre original- que cantara en el fondo de nuestra alma la melodía constante de nuestra vida interior.

Todo esto se halla en torno de nosotros y en nosotros mismos, y, sin embargo, nada de ello lo percibimos claramente. Entre la Naturaleza y nosotros, ¿qué digo?, entre nosotros y nuestra propia conciencia viene a interponerse un velo que es muy tupido para el común de los mortales y casi transparente para el artista y el poeta. ¿Qué hada tejió este velo? ¿Qué impulso la guió? ¿Fue la amistad o la malicia? Era necesario vivir, y la vida exige que percibamos las cosas en la relación que tienen con nuestras necesidades.

Vivir es obrar. Vivir es obtener de los objetos la impresión útil, y responder a ella por medio de reacciones apropiadas. Las demás impresiones tienen que oscurecerse o llegar a nosotros de un modo confuso. Miro y creo ver, escucho y creo oír, me estudio a mí mismo y creo leer en el fondo de mi corazón. Pero cuanto veo y cuanto oigo del mundo exterior, es simplemente lo que extraen de él mis sentidos para iluminar mi conducta. Lo que conozco de mí mismo es lo que afluye a la superficie, lo que toma parte en la acción.

El velo que nos oculta las cosas – Henri Bergson

Mis sentidos y mi conciencia me aportan solamente una simplificación práctica de la realidad.

Mis sentidos y mi conciencia me aportan solamente una simplificación práctica de la realidad. En la visión que de las cosas y de mí mismo me transmiten, quedan como borradas las diferencias extrañas al hombre, mientras que se acentúan las semejanzas prácticas, y quedan como trazadas de antemano las sendas que mi actividad ha de seguir.

La individualidad de las cosas y de los seres se nos escapa siempre que el hecho de advertirla no suponga una utilidad material. Y aun en los casos en que la percibimos (como cuando hacemos distinción entre dos hombres), no es la individualidad misma, es decir, cierta armonía de formas y colores completamente original lo que sorprenden nuestros ojos, sino tan sólo uno o dos caracteres que han de facilitarnos su reconocimiento práctico.

Por último, y para decirlo todo, muchas veces no llegamos a ver las cosas por sí mismas, pues frecuentemente nos limitamos a leer las etiquetas que llevan adheridas. Esta tendencia, hija de la necesidad, se ha acentuado más aún bajo la influencia del lenguaje. Porque las palabras, salvo los nombres propios, todas designan géneros. La palabra no anota sino la función más común de la cosa y su aspecto corriente, se insinúa entre ella y nosotros, y disfrazaría su forma a nuestros ojos si ya no se disimulase esta forma tras la necesidad que ha creado la palabra misma.

El velo que nos oculta las cosas – Henri Bergson

También nuestros propios estados de alma se sustraen a nuestro conocimiento

Y no son solamente los objetos exteriores, sino también nuestros propios estados de alma los que se sustraen a nuestro conocimiento con lo que tienen de íntimo, de personal, de originalmente vivido.

Cuando experimentamos amor u odio, cuando nos sentimos alegres o tristes, ¿estos sentimientos llegan a nuestra conciencia con los mil matices fugitivos y las mil resonancias profundas que les convierten en algo absolutamente nuestro? De suceder así, todos seríamos novelistas, poetas o músicos. Pero lo más frecuente es que no lleguemos a conocer de nuestro estado de alma más que su desarrollo exterior. No aprehendemos de nuestros sentimientos más que su aspecto impersonal, aquel que el lenguaje pudo fijar de una vez para siempre, porque viene a ser el mismo, en las mismas condiciones, para todos los hombres.

La individualidad escapa, pues, a nuestra observación, aun en nuestro propio individuo, Nos movemos entre generalidades y símbolos, vivimos como en un campo cercado en el cual nuestras fuerzas se miden prácticamente con otras. Fascinados por la acción, somos atraídos por ella hacia el terreno que eligió para nuestro bien.

El velo que nos oculta las cosas – Henri Bergson

… si el alma no se adhiriese a la acción por ninguna de sus percepciones, sería un alma de artista como aún no ha habido en el mundo

Nos hallamos en una zona medianera entre las cosas y nosotros, pero fuera de las cosas y por fuera también de nosotros mismos. Y de cuando en cuando, como por distracción, engendra la Naturaleza almas más desprendidas de la vida. No hablo de ese desprendimiento premeditado, razonado y sistemático, obra de la reflexión y de la filosofía.

Hablo de un desprendimiento natural, innato a la estructura del sentido o de la conciencia que se revela al punto por una manera, en cierto modo virginal, de ver, oir o pensar. Si este desprendimiento fuese completo, si el alma no se adhiriese a la acción por ninguna de sus percepciones, sería un alma de artista como aún no ha habido en el mundo. Este artista descollaría en todas las artes, o más bien las fundiría todas en una sola. Percibiría todas las cosas en su pureza original, tanto las formas, los colores y los sonidos del mundo material como los más sutiles movimientos de la vida interior.

El velo que nos oculta las cosas – Henri Bergson

La naturaleza no levanta del todo el velo ni siquiera para los artistas

Pero sería pedir demasiado a la Naturaleza. Hasta para aquellos que ella creara artistas, no ha levantado completamente el velo; sólo lo ha levantado accidentalmente y por un solo lado. En una sola dirección ha dejado de enlazar la percepción con la necesidad. Y como cada dirección corresponde a lo que llamamos un sentido, por uno de sus sentidos y por él nada más se entrega el artista generalmente al arte.

-El color y la forma

De ahi la diversidad de las artes en su origen. De ahí también la especialidad de las predisposiciones. A uno le atraen los colores y las formas, y como ama el color por el color y la forma por la forma, al percibirlas por ellas mismas ve transparentarse la vida interior de las cosas a través de sus formas y de sus colores. Poco a poco le hará entrar en nuestra percepción, desconcertada al pronto. Por un instante al menos, nos despojará de prejuicios de forma y de color que se interponían entre nuestra retina y la realidad. Y así realizará la suprema ambición del arte, que es la de revelarnos la Naturaleza.

El velo que nos oculta las cosas – Henri Bergson

-La palabra

Otros se replegarán más bien sobre sí mismos. Bajo los mil actos que dibujan la superficie de un sentimiento, tras la palabra corriente que expresa y recubre un estado de alma individual, irán a buscar el sentimiento puro, el puro y simple estado de alma. Y para inducirnos a tentar este mismo esfuerzo con nosotros mismos, se ingeniarán por hacernos ver algo de lo que ellos han visto. Mediante asociaciones de palabras, que al organizarse en un todo se animan de una vida singular, nos dicen, o nos sugieren, cosas para cuya expresión no parecía estar hecho el lenguaje.

-La música

Otros trazarán surcos más hondos todavía. Bajo estas alegrías y estas tristezas, que en rigor pueden traducirse en palabras, sorprenderán algo que no tiene ya nada de común con la palabra, ciertos ritmos de vida más íntimos al hombre que sus más íntimos sentimientos, porque son ley viva de sus desmayos y sus exaltaciones, de sus pesares y sus esperanzas. Acentuando esta música, la impondrán a nuestra atención y harán que la compartamos íntimamente, como un transeúnte que alterna en una danza. De este modo harán también que algo se conmueva en el fondo de nuestra alma, pues para vibrar sólo aguardaba ese momento.

El velo que nos oculta las cosas – Henri Bergson

Así, pues, el arte, pintura, escultura, poesía o música, no tienen otra misión que apartar los símbolos corrientes, las generalidades convencionales aceptadas por la sociedad, todo, en fin, cuanto pone una máscara sobre la realidad, y después de apartada ponerla frente a la realidad misma. Una mala inteligencia sobre este punto ha dado origen a la cuestión de realismo e idealismo en el arte. El arte es una visión más directa de la realidad.

El arte es una visión más directa de la realidad.

Pero esta pureza de percepción implica una ruptura con los convencionalismos, un innato interés localizado especialmente en el sentido de la conciencia, en suma, una cierta inmaterialidad de la vida, que es lo que siempre se ha llamado idealismo. De modo que podríamos decir, sin jugar en modo alguno con el sentido de las palabras, que el realismo está en la obra cuando el idealismo está en el alma, y que sólo a fuerza de idealidad puede llegarse a estar en contacto con la realidad.

(Las verdaderas creaciones) son singulares todas ellas, pero la huella del genio hace que las acepte todo el mundo. ¿Por qué se las acepta? Siendo únicas en su género, ¿cómo se conoce que son verdaderas? A mi juicio se conoce en el esfuerzo que nos imponen, obligándonos a desear que veamos sinceramente. La sinceridad es comunicativa. Lo que el artista vio no lo veremos ya nosotros exactamente igual que él; pero el esfuerzo que hizo para apartar el velo nos obliga a imitarle.

Su obra es un ejemplo que nos sirve de lección. Y para la eficacia de esta lección se mide precisamente la verdad de la obra. La verdad lleva consigo un poder de convicción y hasta de conversión, que es la señal que la da a conocer. Cuanto más grande sea la obra, cuanto más profunda sea la verdad entrevista, tanto más tardío podrá ser el efecto, pero tanto mayor será su tendencia a hacerse universal. La universalidad está, pues, en el efecto producido y no en la causa.

(FiN) El velo que nos oculta las cosas – Henri Bergson

FiN

Serenidad y lucidez – Charles Morgan