Escritor Español Petrusvil

El genuino cuento de Navidad

25/12/2021

Escritor Español Petrusvil

Poeta, escritor, divulgador y analista.
Tiempo de lectura 4 minutos.
El genuino cuento de Navidad

Tuvo que nacer lejos de su casa por uno de tantos edictos que obligan despóticamente a los hombres y este les mandaba censarse en el lugar de nacimiento del padre. A prisa y corriendo el hombre con su mujer sobre un borrico salió del pueblo donde moraban para cumplir la norma romana; pues estaba ya cumplido el tiempo del parto de su mujer primeriza. Sobre un burro trotador azuzado por su preocupado padre pegaba el niño botes en el vientre de su madre. ¡Qué ajetreada es la vida de un hombre ya antes de nacer debió pensar la criatura! ( El genuino cuento de Navidad )

Viajando de noche por sendas angostas sobre el duro pedregal, esquivando zarzales y ramas de retorcidos olivos, subiendo por cuestas empinadas y bajando traidoras laderas;de guijaros sueltos donde el más ligero tropezón era un descalabro seguro. Marchaban los tres bajo la luz de una estrella de luminosa cola que también guiaba a otros tres, hombres ilustres,;que habían recibido una extraña y perentoria llamada al ver esa luz que caminaba por el cielo, y ungidos como embajadores del orbe,;encomendados bajo mandato divino del majestuoso hacedor de todas las cosas se encaminaban, todos, hacia los arrabales de un diminuto pueblucho perdido de Judea.

De tanto trajín de borrico, al anochecer del tercer día de viaje, la mujer vino a ponerse de parto y miró suplicante a su esposo,;ya entrado en años, que angustiado empezó a buscar cobijo aguzando su vista entre las sombras opacas de la espesa noche. El punzante frío congelaba el vaho de dos alientos que pronto serían tres.

Alentados encontraron una posada en el camino pero la tuvieron que dejar y prosegir el camino pues no había sitio para ellos.

Unas horas antes quien todo lo disponía había mandado avisar a los únicos seres humanos que rondaban por tan inhóspitos parajes. Hombres rudos pero a la vez amigables, recios pero a la vez generosos, habituados a la interperie;que obligaba su duro oficio de guardar los ganados ajenos. Prestos acudieron a la señalada cuadra de dos paredes semiderruidas, sin techo, que algunos de ellos usaban a veces como refugio último.

El genuino cuento de Navidad

Se pusieron en marcha cada uno cuidándose de su reala y dejándolas a resguardo a medida que iban llegando al lugar señalado. Entre todos, dispusieron paja tierna en abundancia sobre el suelo helado;y encendieron una bien alimentada hoguera con las ramas secas que de camino se procuraron. Uno de ellos, boyero, trajo uno de sus bueyes para que diera calor a sus anunciados huéspedes;en aquél improvisado refugio bajo un techo de estrellas titilantes.

Habiendo terminado de preparar lo necesario se sentaron en grupo a comer animadamente mientras hablaban de la buena nueva que habían recibido. Avisadas sus mujeres se presentaron con sus hijos en el improvisado asentamiento de pastores y ganado.

Mientras tanto, en la lejanía, el padre buscaba a la desesperada una cueva, siquiera un refugio en un saliente de roca para;la exhausta madre que no profería queja alguna y con dulzura le miraba,;entre contracciones crecientes, mientras el niño ya se venía con la impaciencia del que se sabe llegado. Y cuando ya por vencido se daba, el buen hombre vino a ver una luz entre las tinieblas, allá en lontananza alumbraba un tenue refulgir flamígero que surgía y se ocultaba tembloroso entre las sombras de la noche y hacia allí presto encaminó al borrico con su humilde y valiosa carga.

En llegando al lugar sorprendióse al ver un grupo de pastores que le llamaban y los miraban con devoción contenida. Un humilde pastorcillo, casi un niño, le guió entre ellos y postrándose le mostró con sus brazos extendidos el humilde hogar que habían preparado.

El genuino cuento de Navidad

Acercó el atribulado y agradecido hombre al borrico a la lumbre y ayudó a la mujer a bajar con cuidadosa delicadeza depositándola suavemente sobre la paja. Postró al borriquillo al lado del buey para darla más calor y, no había acabado de hacerlo, cuando la mujer de un pastor, que se había acercado solícita a ayudar al parto, observó impresionada como el niño ya estaba nacido. Rápido lo recogió para limpiarle y enjuagar su primer llanto pero, para su asombro, ya estaba limpio y, tan tranquilo como confiado, la sonreía con celestial dulzura, así que lo entregó a su madre mientras oraba sobrecogida.

No había terminado de ocurrir esto cuando una cohorte de ángeles bajó flotando del cielo, cantando ‘Enmanuel ha venido, Gloria a Dios en el cielo y paz a los hombres que aman al Señor’.

Los pastores fueron acercándose llevando sus sencillas viandas – leche de cabra, queso y pan, miel e higos- al recien nacido y a sus padres; se iban echando a un lado y se postraban, venerándole y Jesús, Dios hecho hombre, les miraba con los ojos muy abiertos como sólo Dios sabe contemplar a sus hijos: El Amor hecho hombre había venido al mundo.

Nació pobre pero no desamparado, desta manera tan sencilla y humilde, con el amor de sus padres por todo bagaje como unos padres cualesquiera de cualquier niño; hecho hombre como cualquier otro hombre, quiso venir al mundo como todo hombre viene, como cualquier hombre, a ser y sufrir pero Él mucho más de lo que caber pudiera en hombre alguno, pues en salvarnos para la eternidad entregaría su vida.

El genuino cuento de Navidad

Los tres hombres ilustres contemplaron que la estrella se había parado en un punto del firmamento y brillaba con inusual blancura. Uno de ellos dijo: Ya ha ocurrido, el Reino de los Cielos ya tiene rey. Démonos prisa, no lleguemos tarde. Asintieron los otros dos y apresuraron el paso.

Así nació en el pueblecito Belén de Judea, en un sencillo portal que aun más por humilde engrandecía la menuda figura, en tiempos del rey Herodes, nació el Salvador, y hoy celebramos su venida. ¡Alegrémonos todos, que en cada casa del mundo haya un Nacimiento para cantar villancicos y armar la marimonera! ¡Ande, ande, ande que es la Noche Buena!

FiN

P.D.- El rey terrenal, Herodes, sabedor de su venida, sintió amenazado su poder y, no distinguiendo lo terreno de lo sobrenatural como cualquier déspota al uso, preparaba otro edicto para matar niños recién nacidos pues ignoraba el paradero de Jesús. Pero esto ya es el resto de nuestra revelada historia.

(FiN) El genuino cuento de Navidad

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