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El escritor eleva la mirada de los demás – William Faulkner

23/04/2022

Escritor Español Petrusvil

Poeta, escritor, divulgador y analista.
Tiempo de lectura 5 minutos.
El escritor eleva la mirada de los demás – William Faulkner

William Cuthbert Faulkner ( New Albany, 25/IX/1897-Byhalia, 6/VII/1962). Escritor estadounidense, reconocido mundialmente por sus novelas experimentales y galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1949; «por su poderosa y artísticamente única contribución a la novela contemporánea estadounidense». También escribió relatos, guiones cinematográficos, ensayos y una obra de teatro. (El escritor eleva la mirada de los demás – William Faulkner)


Estracto del discurso de William faulkner al recibir el Premio Nobel de Literatura en 1949.

Entiendo que esta recompensa no me ha sido dispensada a mí como hombre,;sino a mi obra, a la obra de toda una vida pasada entre las agonías;y sudores del espíritu humano, no para conquistar la gloria, sino para crear, utilizando como material ese mismo espíritu, algo que no existía antes. Así, pues, si este premio es mío, lo es sólo en calidad de un depósito que se me confía.

Nuestra tragedia de hoy es un miedo universal y puramente físico que, por llevar padeciéndolo tanto tiempo, apenas si podemos soportar más. Ya no cuentan los problemas del espíritu, sino la cruda pregunta: iCuándo me tocará saltar hecho trizas? Debido a esto, el joven (o la joven) que se dedica hoy a escribir ha olvidado esos problemas derivados del corazón humano en conflicto;consigo mismo que son los únicos de donde puede surgir una buena literatura, por ser de ellos de los únicos que merece la pena escribir, con todas las angustias y sudores que el abordarlos supone.

Y tiene que volver a recordar tales problemas, tiene que convencerse de que la mayor vileza que cabe es tener miedo, y, una vez convencido,;olvidar para siempre todo lo que no sean las viejas realidades y verdades del corazón, las viejas verdades ecuménicas amor, honra,;piedad, orgullo, compasión, sacrificio sin cuya presencia cualquier relato está condenado a muerte, a perderse en la inanidad de lo efímero. Hasta que proceda así, trabajará bajo una maldición. Escribirá, no del amor, sino del deseo, de derrotas en que nadie pierde nada de creador valor,;de victorias sin esperanza y, lo que es peor, sin piedad ni compasión. Sus cuitas no conmoverán la osamenta del Universo, no dejarán cicatriz alguna tras sí. De lo que escribirá será de las glándulas, no del corazón.

Hasta que vuelva a aprender estas cosas, escribirá como si estuviera ahí para asistir al fin del hombre. Yo no creo en el fin del hombre. Es harto simple decir que el hombre es inmortal sencillamente porque perseverará. Porque cuando el eco de la última campanada del juicio se haya apagado en la última y más miserable roca, vacilante,;aunque ya no la sacuda la marea, en el último crepúsculo rojizo y agonizante, aun entonces habrá todavía un sonido más:;el de la mezquina pero inextinguible voz humana que seguirá hablando y hablando.

El escritor eleva la mirada de los demás – William Faulkner

Lo que yo creo es algo más. Creo que el hombre no sólo perdurará, sino que prevalecerá, es inmortal, no porque sea de todas las criaturas la única que posee una voz inextinguible, sino porque tiene un alma, un espíritu, capaz de compasión y de sacrificio y de sufrimiento. El deber del poeta, del escritor, es escribir sobre estas cosas. Su privilegio consiste en la ayuda que puede prestar al hombre para que perdure, alzando su corazón y recordándole qué son el valor, el honor, la esperanza, la dignidad, la compasión, la piedad. La voz del poeta no tiene por qué ser un simple testimonio del hombre, sino que puede constituir también uno de los puntales que le ayuden a sostenerse y a prevalecer.

Un escritor puede tener éxito, como aquél -¿cuál es su nombre? -, como aquel Spillane, dedicándose a los «temas explosivos», pero ésa no es una buena manera de escribir, y, según pienso, hacerlo carece de valor. Lo que pienso cuando digo escribir desde el corazón es lo siguiente: el corazón pretende hacer mejor al hombre de lo que es. La cabeza sabe distinguir el bien del mal, pero el corazón obra siempre partiendo de que uno desea ser mejor.

Esto opino cuando digo «escribir desde el corazón». Es el corazón el que nos impele a ser valerosos cuando tememos ser cobardes, el que nos hace desear ser generosos y sensibles cuando no lo somos, La razón me dice, tal vez, que mostrarme compasivo me puede aprovechar más, o que es mejor para mí no tener compasión; que me conviene ser valeroso, o lo contrario. El corazón, sin embargo, desea siempre que seamos mejores.

El artista sigue trabajando sin descanso y volviendo a empezar; cada vez cree que conseguirá su propósito, que rematará su obra. No lo logrará, como es lógico; de aquí la razón de que este estado de ánimo sea fecundo. Si consiguiera su propósito alguna vez, si su obra llegara a equipararse con la imagen que de ella se ha formado, con su sueño, no le quedaría otra solución que precipitarse por la otra vertiente de ese pináculo de perfección definitiva y suicidarse. El novelista no debe sentirse nunca satisfecho de lo que produce, porque nunca es tan excelente como hubiera podido ser. Hay que soñar siempre y aspirar a elevarse más de lo que uno sabe que es capaz de subir.

El hombre, si quiere mantener su supremacía, debe intentar ser bueno. Nadie puede decir que el hombre permanecerá sobre la tierra el tiempo suficiente para alcanzar la bondad última. Pero el hecho es que mejora y que la única alternativa del progreso es la muerte. Hoy podemos dejar firmemente sentado que a los niños no se les permite trabajar y que al comerciante se le prohibe vender alimentos en mal estado. Progresos minúsculos, pero progresos. A nadie se le ahorca ya por haber robado un pedazo de pan. A nadie se encarcela por deudas. Progresos, por supuesto, no muy grandes, si los comparáis con la bomba atómica y sus congéneres. Sin embargo, se trata de progresos. El hombre se ha hecho mejor.

El escritor eleva la mirada de los demás – William Faulkner

Yo diría que la música es el medio más fácil de expresión, por ser lo primero que penetra en la experiencia y en la historia del hombre. Pero como mi medio de expresión es la palabra, he de tratar de exponer toscamente con palabras lo que la música pura hubiera expresado mejor. Esto es, la música lo expresaría mejor y con más sencillez, pero yo prefiero emplear la palabra, por la misma razón que prefiero leer a escuchar. Prefiero el silencio al sonido, y la imagen que se evoca con la palabra acude a la imaginación en silencio. Es decir, que el ruido y la música de la prosa se producen en silencio.

La meta de todo artista es detener el movimiento, que es la vida, por medios artificiales, y fijarlo de un modo que, cuando un extraño contemple su obra un siglo más tarde, ésta se ponga en movimiento, puesto que es la vida. Y como el hombre es mortal, la única inmortalidad posible para él es dejar algo tras de sí que sea inmortal, es decir, que siga moviéndose. Esta es la manera que tiene el artista de escribir sus experiencias en el muro del olvido definitivo e irrevocable que algún día habrá de franquear.

El escritor eleva la mirada de los demás – William Faulkner

FiN

La poesía es hija de la sorpresa – Saint John Perse