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El conservador fiel y el relativismo progresista

Escritor Español Petrusvil

Poeta, escritor, divulgador y analista.
11/01/2022
Tiempo de lectura 9 minutos.
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El conservador fiel y el relativismo progresista

Los dos principales bandos beligerantes en la guerra cultural de nuestros días simplemente discrepan sobre distintos tipos de relativismo. Quiero decir que el consevador, intentando combatir el relativismo progresista incurre en el error de enfrentarles con la misma raiz argumentaria; que a su vez, también es relativista. Y es que al atacar la base sobre la que se asienta el discurso del otro adoptando la misma lógica solo que invertida,;el conservador acaba instalado en el mismo sofisma de lo que aparentemente quiere combatir. (lEl conservador fiel y el relativismo progresista )

jEl conservador fiel y el relativismo progresista

No se puede combatir el relativismo con relativismo

Las páginas de las publicaciones y los grupos de reflexión conservadores están plagadas de censuras a la Teoría Crítica de la Raza; la Ideología de Género; la ideología LGBTQ; la Ideología Feminista; etc. Así es como debe ser, se deben criticar y sacar a la luz sus errores, sus falsedades y sus deficiencias.

Sin embargo, muchas de estas críticas caen en las mismas trampas que aquello que critican. El relativismo ideológico y moral se encuentra en el corazón de ambos lados de este discurso enfrentado,;es una insistencia monocorde sobre la libertad del individuo: Cualquiera puede pensar, ser o hacer lo que le venga en gana. Los bandos simplemente discrepan sobre «el relativismo de quién» debe ser protegido políticamente.

El conservador fiel afirmaría, simplemente y con confianza absoluta, que «existe un orden moral inmanente y perdurable»,;transcendente, que se instala por encima de los caprichos y preferencias relativistas y subjetivas del individuo. Que la verdad no se halla en lo que uno decide individualmente que es; y que la política – la autoridad pública- debería gobernar de acuerdo precisamente con este natural orden moral perdurable y objetivo.

La notoria ocurrencia de Ben Shapiro de que «a los hechos no les importan tus sentimientos» podría considerarse;un tenue eco de este antiguo realismo moral que solía ser el sello del conservadurismo; acertada expresión que podría apostillarse con un “y a la ley tampoco le importan tus sentimientos”; pero sí, resulta que el progresismo está consiguiendo legislar sobre sentimientes, creencias y elecciones pesonales.

Sin embargo, muchos conservadores capitulan ante un individualismo libertario que socava este compromiso con el realismo moral,; relativizando en la práctica incluso la afirmación de que la verdad moral es absoluta. El conservador libertario dice: Yo elijo creer que la verdad moral es absoluta, pero tú puedes elegir creer lo que quieras. Podemos convivir juntos – sin tener en cuenta que la convivencia en paz no está en la mente del progresismo porque deviene en un totalitarismo de sus ideas-.

No es raro escuchar a los conservadores condenar el «adoctrinamiento» por parte de la izquierda de los ciudadanos;como un ataque directo a la libertad de pensamiento y a la libertad de expresión. ¿Por qué no nos dejan en paz y nos permiten pensar lo que queremos? ¿Por qué no respetan nuestra libertad de pensamiento? El conservadurismo, así expresado, solo consigue hacerse un hueco dentro de los distintos modos de pensar “relativistas” convirtiéndose en uno más de entre ellos.

El conservador fiel y el relativismo progresista

Tanto el conservador libertario como el liberal progresista piensan que son víctimas de una estructura ideológica opresiva y dogmática de la otra parte

El ruego habitual del conservador de nuestros días es pedir que les dejen en paz. ¿No es éste acaso el propósito de tantas Constituciones de los países democráticos? Favorecer y proteger la libertad de pensamiento, idea u opinión. ¿No es ésta la noble visión descrita en los documentos fundacionales de muchas naciones?

Este intento de discusión en base a la libertad de pensamiento;del conservador “infiel” o libertario entra en colusión tácita con la teoría y la praxis de la ideología progresista;porque ellos también se ven a sí mismos como defensores del libre pensamiento y la libre expresión, aunque luego solo los consientan entre quienes profesan sus monolíticas ideas. Al fin y al cabo, ese es el núcleo de los principios progresistas: «Diversidad,;equidad e inclusión» son los conceptos doctrinales de la marca de la política de identidad de la izquierda,;que profesa que el individuo tiene derecho a “construir” su propia identidad, a “crearse a sí mismo” a través de su puro acto de voluntad lo cual se contrapone a la ley natural propia del conservador.

Si no puedo elegir sencillamente mi género y reclamar todos los derechos propios de la identidad que he elegido, ¿soy realmente libre? ¿Se está atentando contra mis derechos? Si las limitaciones que me impone la estructura familiar patriarcal,;o la moral cristiana, o las normas tradicionales de género, etc.,;me impiden elegir mi identidad, entonces no soy libre y me están discriminando en mis «derechos constitucionales».

La agenda de la izquierda para imponer su doctrina no es en realidad otra cosa;que su propio intento de usar el más democrático de los valores: la libertad del individuo soberano,;claro que para ello se está saltando las verdades biológicas, sexuales y reproductivas de la especie humana y su consecuencia: La familia, a la que pretende destruir. Y lo hace con un sistemático y bien hilvanado asalto a los valores democráticos, constitucionales y legislativos a partir del relativismo moral; haciendo «constitucional» su relativismo moral mediante el derecho positivo. Al desechar la existencia de una verdad y de una moral superior solo tienen;que tomar prestada la libertad que les garantiza las constituciones de los países democráticos y legislar sobre su visión relativista. Esa es la clave de su éxito.

Tanto el conservador libertario como el liberal progresista piensan que son víctimas de una estructura ideológica opresiva y dogmática de la otra parte. Por un lado, el conservador se ve a sí mismo como oprimido por las estructuras ideológicas de la izquierda; por el otro, el progresista se ve a sí mismo como oprimido por las estructuras y tradiciones que el conservador desea conservar. Ambos protestan que tienen derecho a pensar lo que les plazca,;a ser quien les plazca, a expresarse como les plazca y a que les dejen en paz quienes les digan lo contrario.

Para los conservadores, la libertad de pensamiento es un derecho protegido constitucionalmente,;pero la Constitución por sí sola demuestra ser cada vez más insuficiente contra la continua captura de las instituciones por la ideología progresista y,;tal parece, que hay una libertad que se está imponiendo sobre la otra. Todo ello se basa en la demolición de la verdad absoluta que debería estar por encima de las elucubraciones mentales de los hombres.

Para los progresistas, la libertad de elegir la propia identidad debe estar protegida por normas de que deben ser incorporadas;a las estructuras constitucionales y legales en una contínua e interminable evolución,;incorporadas en los gobiernos, en los medios de comunicación, en las escuelas, en las universidades,;en las empresas, etc. Todo ello con el fin de proteger al individuo de las estructuras opresivas ;(por ejemplo, la familia tradicional, la religión, los valores morales, etc.) que pondrían límites a esa libertad descabalada.

Ambos bandos se empeñan en responsabilizar al otro de su propia versión del relativismo; y ven a sus oponentes como opresores autoritarios o fundamentalistas dogmáticos pero hay un bando;que se está imponiendo sobre el otro diseminándose por las estructuras de cada nación y en sus leyes legislando, ad hoc, sobre su ideología.

El conservador fiel y el relativismo progresista

lEl conservador abdica así de la tradición y sus valores morales…

El conservador con esa actitud abdica así de la tradición y termina queriéndose llevarse bien con todos los que piensan “diferente”;y al entrar en ese juego está admitiendo que todo es relativo; está renegando de la ley moral que está por encima de cualquier Constitución o ley que provenga del derecho positivo. Está dinamitando la verdad de que hay un orden moral superior, por ejemplo, el de que hay un hombre y una mujer; y al hacerlo habilita la cábala relativista que da lugar a la elección del “género” que le apetezca;a cada uno, bajo una incongruente “libertad de elección de sexo” que no existe, es un mero constructo abstruso.

El conservadurismo libertario pasa por alto el hecho de que el realismo moral –;que defiende la existencia objetiva de los hechos morales- tiene consecuencias prácticas en la esfera pública y política. El realismo moral requiere un fuerte compromiso político, no simplemente con la libertad de pensamiento;o la libertad de identidad, sino con el reconocimiento público y la aplicación de la verdad moral y el bien común. No es coherente ser realista moral en la teoría pero relativista moral en la práctica.

El impulso de criticar la ideología woke o progresista sobre la base de un derecho imaginario a la libertad de expresión;socava el compromiso conservador más venerable con el realismo moral y la tradición. El conservadurismo se convierte así en una máscara que se conforma como una forma alternativa al relativismo liberal. Aceptando;ambas opciones está renunciando de hecho a la suya propia.

Es notable que esta máscara cae cuando el mismo razonamiento sobre la libertad de expresión es desplegado por algunos; autodenominados conservadores en defensa de la libertad de los proponentes de la ideología woke para propagarla. Debería quedar claro que este enfoque esencialmente libertario, aunque se llame a sí mismo «conservadurismo constitucional»,;es una forma de responder equivocada,;no sólo porque es impotente para evitar los ataques del progresismo – quede claro que el progresismo no pretende “convivir con” sino “imponer o derrotar a”- ,;sino sobre todo porque es esencialmente lo mismo en el plano ideológico, puro relativismo moral.

El conservador fiel y el relativismo progresista

El derecho positivo o parlamentario contra el derecho consuetudinario o de costumbres

Si para el conservador fiel la verdad y el orden moral existen, entonces se deduce que uno no puede simplemente elegir creer lo que quiera creer, o ser quien quiera ser. Si la verdad y el orden moral es independiente de los sentimientos o las elecciones de un individuo, distintas o contrarias a él, entonces requiere estar por encima de las constituciones y de las leyes parlamentarizadas de los hombres y, efectivamente, así era antes – hay un matíz a esto que comentaré más adelante-. No debe estar al albur de las elecciones imaginativas, arbitrarias, insanas, alocadas o producto de disfuncionalidades de los individuos distintas de lo que son per se. La ley moral, el realismo moral, la tradición son creencias producto de millones de años de evolución que transcendían por encima de las leyes humanas.

El relativismo moral y la libertad de elección de cualquier cosa, por estrambótica que sea o resulte, también es una creencia en sí, pero la creencia en una verdad absoluta y un orden moral es una creencia integradora y templada mientras que la otro es disgregadora y cancerígena.

No se puede legislar sobre sentimientos o creencias o elecciones porque cualquiera de estas tres cosas es practicada libremente por las personas, o no en la primera de ellas– a veces Ud. no puede evitar como se siente en un determinado momento-, porque la legislación se haría tan infinita como la sideral imaginación relativista de cada uno y de todos los hombres – la inflación de “géneros” es indicativa de lo que digo-.

In absurdum, no habría capacidad digital en el mundo para contener todas las posibles variaciones legislativas sobre cada una de las “propias verdades individuales elegidas” o “las propias elecciones posibles o deseadas” por cada ser humano. Se situó la cuestión en un punto razonablemente equilibrado que no propiciara un crecimiento cancerígeno de posibles alternativas o elecciones y eso lo había conseguido la ley natural, el orden moral y el derecho consuetudinario o el Common Law: El derecho de costumbres o la tradición.

Si se situa el derecho legislado o positivo incardinándolo en el relativismo a través del parlamentarismo nihilista de nuestros días ( negación de toda creencia o todo principio moral, religioso, político o social y aceptación de toda la caterva electiva de posibles), el cáncer legislativo hará metástasis en el cuerpo judicial y en la propia sociedad. Háganse Udes. cargo del ingente volumen de legislaciones y regulaciones que han inflado el cuerpo jurídico hasta la obesidad mórbida actual. ¡El accidente legalvascular es inevitable!

El problema para el conservador fiel es que, en el caso del “género” por poner un ejemplo- producto de un derecho imaginario a una supuesta “libertad de expresión”- se trata no más que de un sentimiento, una creencia o una elección libre del hombre – que elige su propia verdad relativa- sobre el que el progresismo está legislando y regulando hoy en día. Mientras que para el conservador fiel – no libertario- la ley natural y el orden moral – la verdad absoluta en la que cree- están por encima de todas esas legislaciones progresistas aunque, en parte, estaban integradas en el derecho de costumbres, que es lo que el progresismo de género llaman despectivamente “heteropatriarcado”.

El conservador fiel y el relativismo progresista

Conclusión

Antaño el derecho consuetudinario, imbuido de la ley natural y la tradición, había integrado esas verdades absolutas como que un hombre es un hombre, una mujer es una mujer, el matrimonio es entre hombre y mujer y los hijos y las familias son consecuencias naturales de esa unión. Hoy, sin embargo, el derecho positivo permite que las infinitas “verdades relativísticas” imaginadas por el hombre sean legisladas a través del derecho positivo no desplazando para hacerse un sitio sino deconstruyendo la tradición y pretendiendo eliminarla de raíz.

Es decir, el conservador fiel está viendo como su ley natural, su moral y su tradición incardinados en el derecho consuetudinario está siendo desplazados y destrozados por el acoso legislativo del progresismo parlamentario nihilista sin que pueda defenderse ante ello.

Debe entonces volver a recuperar la Autoridad Pública desde la democracia: El conservador fiel afirmaría, simple y confiadamente, que “existe un orden moral perdurable”, uno que no es simplemente relativo a los caprichos y preferencias subjetivas del individuo; que la verdad no es simplemente lo que ustedes individualmente deciden que sea; y que la autoridad pública debe gobernar de acuerdo precisamente con este orden moral duradero y objetivo.

No debe entrar el conservador en la equiparación relativista con el progresismo sino que necesita acceder al poder y recuperar la actividad legislativa, deshaciendo lo hecho y retomar el poder político para reinstaurar una Autoridad Pública que defienda los valores conservadores, la ley natural y moral y recuperar el Derecho de Costumbres

Sin la recuperación de esa autoridad pública el conservador fiel está perdido, es por ello, que propongo aquí no sólo una guerra cultural, como otros han hecho, sino una batalla feroz y sin piedad en las urnas, en el juego democrático para deshacer el enorme entramado legislativo progresista y recuperar el viejo orden moral. Y ya les anticipo que será larga, costará generaciones deshacer lo que el progresismo actual – que no es más que comunismo redivivo- mediante la toma en plaza de las democracias occidentales en sus ámbitos constitucionales, legales y educativos ha conseguido. Nos llevan una delantera considerable.

(FiN) El conservador fiel y el relativismo progresista

FiN

Poder y sociopatía

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