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De los tontos contemporáneos

21/02/2021

Escritor Español Petrusvil

Poeta, escritor, divulgador y analista.

Si está cansado de escritores mentirosos, melifluos o políticamente correctos. Si prefiere la prosa y la poesía con alma, sentimiento y vehemencia, la verdad transparente sin eufemismos ni tergiversaciones, entonces yo soy su pluma. 

Tiempo de lectura 4 minutos.

El tonto contemporáneo es el que desconoce la poquedad humana

De los tontos contemporáneos: En este mundo nuestro son manada los que a la verdad son alérgicos. Los que con ideologías se acuestan. Los cómodos de razones simples. Los que creen que lo que decida la mayoría es lo mejor; o que la minoría debe imponer su visión a los demás para ser respetada. No puedo contenerme en afirmar que ambas aberraciones son totalitarias. 

Los que sólo creen en la razón y no saben que la gran mayoría de cosas que hace o piensa un hombre se basan en creencias; y cierran los ojos para racionalizarlas y no verlas. Aquellos que no ven que la mayoría de sus decisiones tienen una base irracional o emocional. Y aquellas masas ingentes que se amarran a su soberbia, los que, un día,  olvidaron lo que son: hombres.  

Sencillamente hombres, capaces de lo mejor y lo peor; donde el más tonto -el tonto contemporáneo- es el que desconoce su condición humana y, no siendo consciente de su poquedad, aspira a lo absoluto.

Si el tonto de toda la vida no se sabe tonto, el tonto contemporáneo no le importa un ápice serlo. Es mas, se regodea en su tontuna porque se la cree a pies juntillas y la defiende con tozuda lelez; hasta recurre a la violencia si es necesario y,  citando a Hayek, con fatal arrogancia.

De los tontos contemporáneos

La característica principal de los tontos contemporáneos es la soberbia.

El tonto contemporáneo piensa que puede desmontar la sociedad y volver a montarla sin que le falten piezas.

Todo ello podría calificarse de esperpéntico sino fuera por sus fatales consecuencias. Devastadora es la contumacia en el error de aquellos que, infantilmente, se dedican a hacer experimentos sociales con la humanidad. Y que, empecinados, piensan que si el experimento social no sale de una manera habrá que probar de otra. No cesarán de buscar otros caminos pues su verdad es omnímoda e inamovible. El asunto no es nada científico, precisamente porque no hay ciencia capaz de reproducir las condiciones en que se formó nuestra sociedad y su cultura.

El tonto contemporáneo piensa que puede desmontar la sociedad y la cultura, que no es lo que piensan que es, y volver a montarla sin que le falten piezas. Y, en su vanidad, piensan que funcionará mejor que la original.  ¿Recuerdan ese detestable palabro emulador de un ridículo ‘exin castillos‘: Deconstrucción?  

No en vano esa sociedad metahumana es un eficiente producto evolutivo creado por miles de generaciones de hombres empero lo que pretenden imponer estas arrogantes mentes vainas no es más que un vulgar constructo

Sin embargo, estos compulsivos amantes de la teoría darwiniana, no atinan a ver que la sociedad actual es consecuencia de una irrepetible herencia histórico-evolutiva, de una innumerable cuantía de seres humanos. Desde el primero hasta el último ser humano han contribuido en la gestación de la civilización tal como hoy la conocemos. Tal hazaña pretérita ha necesitado 50.000 siglos.

De los tontos contemporáneos

¿A dónde nos lleva la idiotez contemporánea?

Y ahora esos tontos contemporáneos presuponen en su ingenua omnisciencia, no exenta de una luctuosa imprudencia temeraria, que pueden cambiar lo que llevó generaciones construir. Políticos, empresarios y empresas, masones, lobbys ideológicos y demás creyentes del superhombre nietzschiano; que sustituyendo a Dios actúan como seres iluminados, como impositores de ideologías, legislaciones y regulaciones sobresaturadas de ingeniería social.

A caballo entre dos siglos, el XX y el XXI, se han alumbrado multitud de macroestructuras. Políticas y sociales u «organísmicas» – organismos supranacionales- que junto con los Estados constituyen los entes lerdos paridores de individuos lerdos. Instrumentos al servicio de ideologías como las generistas, laicistas, LGTBianas, globalistas, neomaltusianistas, biosostenibles, climatistas y otras no menos turbias.

Es su altanera aspiración implantar una nueva religión pagana pero monoteísta. Para ellos el dios es el hombre pero no cuentan con todos ustedes, sólo ellos pueden comportarse como si dioses del Olimpo se tratara. Y bien digo religión porque se basa en dogmas indiscutibles que toman forma de verdad unigénita; irónico en una secta fatua para la que cualquier verdad es relativa. Por eso les redigo lerdos, por su omnímoda complacencia ensoberbecida.

A esta orgiástica colusión de memos arrogantes (Estados, políticos y entes supranacionales) se han unido en comandita otros lerdos presuntuosos. El poder financiero, las grandes corporaciones y los superbillonarios filantropoides pretenden crear el nuevo modelo totalitario «biotecnocapitalmarxista». Ese engendro de dominación que ya ha sido testado en la China comunista. Bancos; empresas tecnológicas, alimentarias, de la energía, farmacéuticas, etc.

El tonto contemporáneo se culpabiliza a sí mismo y quiere redimirse

Todos ellos juntos coinciden en el mismo discurso del miedo, en culpabilizar al hombre y en sumirnos en la deprimente idea de la sostenibilidad. Su pretensión última es someternos argumentando que es por nuestro bien y que su utopía es nuestra única salvación como especie.

Despierten porque la labor de estos tontos contemporáneos no es inocua ni vanal sino que va encaminada a clausurar nuestras libertades y a someternos por la vía de acomodarnos en la servidumbre voluntaria más completa. No olviden que estos idiotas, que antaño eran ninguneados, ahora están sitos en las élites. Recuerden que de buenas intenciones para con la humanidad están llenos los cementerios.

De los tontos contemporáneos.

El coronavirus está siendo la tormenta perfecta en el momento adecuado para acelerar sus planes. El maelstrom que se tragará la civilización más libre, benévola, igualitaria y opulenta que la humanidad jamás había llegado a conseguir.

Y hete aquí que cada individuo, en su soledad pero en su suma conjunta, sostendrá a estos sátrapas postmodernos en un mundo distópico donde estas execrables rémoras nos vigilarán y nos pastorearán como ganado.  

No se engañen, no se consuelen, porque en su plan no hay fines para los hombres sólo medios para su prevalencia como élites dominantes.

De los tontos contemporáneos

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FiN

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Política economía y corrupción