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Confinamiento energético: La próxima pesadilla invernal

Escritor Español Petrusvil

Poeta, escritor, divulgador y analista.
04/10/2022
Tiempo de lectura 2 minutos.
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Confinamiento energético: La próxima pesadilla invernal
El romanticismo de las velas sólo se produce cuando no es obligado.

Bibliotecas cerradas, sin luces navideñas, prohibición de focos en campos deportivos, piscinas cerradas, iglesias sin calefacción, centros lúdicos y comerciales helados: Europa se dirige hacia un confinamiento energético. Después de dos años y medio de restricciones por el coronavirus, un próximo invierno aterrador se nos viene encima. Parece que los políticos le han cogido gusto a los totalitarismos confinadores. Bueno, lo cierto es que siempre les gustó pero ahora pergeñan excusas más elavoradas. (Confinamiento energético: La próxima pesadilla invernal)

Confinamiento energético: La próxima pesadilla invernal

Algunos municipios ya han anunciado que apagarán los focos de los campos deportivos. Esto no solo debería ahorrar energía, sino también dar ejemplo. Consecuencia: Los entrenamientos de niños, jóvenes y adultos tendrán que cancelarse porque se realizan por la tarde/noche. Y allí está demasiado oscuro sin iluminación en invierno. Sin entrenamiento, sin competición. Por lo tanto, como en los años del Covid, los eventos deportivos del fin de semana podrían cancelarse nuevamente, incluso si los focos no son necesarios.

La temperatura del agua en las piscinas cubiertas ya se ha reducido en dos grados por lo que se tienen que cancelar los cursos de natación. Una vez más, los niños son los más afectados. La temperatura óptima es de 28 grados en el agua. Los pacientes de reumatismo también necesitan agua tibia. A temperaturas por debajo de los 28 grados, el entrenamiento no tiene sentido, según la asociación del reuma.

Sin luces navideñas. Varias ciudades y comunidades ya han decidido no poner las luces navideñas en las calles comerciales durante este tiempo de Adviento. Todavía no está claro si los mercados navideños se prohibirán nuevamente. La alegría de vivir en la temporada oscura pero alegre vuelve a reducirse al mínimo. La gente tendrá que quedarse en casa. Pero la temperatura en los domicilios debe ser bajada, se habla de un máximo de 20 grados. Lo mismo pasa con los centros comerciales, las tiendas, los cines, … Nada mejor que ver una peli invernal viendo el helado vaho saliendo de las bocas de los espectadores.

Confinamiento energético: La próxima pesadilla invernal

También se anima a las bibliotecas a ahorrar energía. Por ello, según la asociación de bibliotecarios, deberían introducirse días cerrados en los que las salas no estén climatizadas ni iluminadas. Varias bibliotecas universitarias ya han decidido limitar el horario de apertura y ya no abren los fines de semana. Afecta principalmente a los estudiantes a quienes no se les permitió ir a las universidades y bibliotecas durante el período Covid.

Las iglesias deben permanecer abiertas, pero ya no calentarse, una impertinencia, especialmente para los creyentes mayores y ancianos. Varias recomiendan que no haya calefacción. ¿Deben entonces los fieles portar «mantas»?

¿Quién se atreverá a salir a las calles oscuras por las restricciones energéticas que se nos vienen? La oscuridad es el reino del delincuente, la luz es el entorno natural del buen ciudadano. La oscuridad es el infierno de la tristezas, la melancolía y las depresiones. Un nuevo tipo de enfermo mental acudirá a los divanes de los psiquiatras pasado el largo y frío invierno de 2022.

Tampoco, por el buenismo climateo de la huella de carbono, nos dejarán al menos encender una fogata para calentarnos las manos mientras cantamos villancicos estas gélidas navidades. El romanticismo de las velas sólo se produce cuando no es obligado.

Nos dicen que esto ofrece la «oportunidad de ahorrar energía y costos y así contribuir al bienestar de la sociedad, el medio ambiente y la capacidad financiera para actuar». La exigencia estatista últimamente se viste de buenismo social. La misma historia de siempre, los desaguisados – inopinados o perversamente diseñados- de la clase política que no se hace responsable de sus actos los pagamos los ciudadanos. Veinte años de políticas energéticas medioambientalistas idiotas nos han conducido a la mayor crisis energética desde 1974 o peor, está por ver.

Si uno se pone a pensar, y no hace falta ser muy malpensado, encuentra motivos para creer en una dominación mundial en ciernes mediante el empobrecimiento energético.

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