
El aumento de la población mundial y el incremento del nivel de vida han provocado,;es de sentido común, un aumento de las emisiones de CO2 a la atmósfera. Según el dogma que viene emponzonándonos desde el siglo pasado,;se culpa al efecto invernadero atribuido al ceodos de originar una alteración climática en exceso catastrofista; pero esta insistencia en algo que, esta vez, no es evidente, ha promocionado la llamada tribal a la cruzada para la disminución de la,;prosáicamente llamada, “huella de carbono” como tarea imperativa. Sin embargo, recular en milenios atrás es un desafío tan utópico como inarbordable. ( Climatismo: Evidencia científica vs Dogma Climático )
Dado lo monumental e inútil de la tarea que abordan las sucesivas Cumbres Climáticas en pos de disminuir la “huella de carbono”,;no estaría de más asegurarse de que los efectos del ceodos son realmente los que barruntan los climateriales científicos con sus “locos cacharros”,;es decir, sus iluminados y complejísimos modelos. Ciertamente los modelos climáticos por ordenador que se usan hoy en día adolecen de muchas limitaciones;e incluso no tienen en cuenta algunas de las variables que influyen en el clima.
Climatismo: Evidencia científica vs Dogma Climático
Lo principal es que abarcan periodos de tiempo demasiado cortos o cercanos olvidando los grandes ciclos de;glaciación-desglaciación, los cambios en el clima que se suceden a lo largo de centenas o decenas de miles de años.
Los modelos climáticos, quizás por el interés en demostrar a posteriori, contra viento y marea, las ideas preconcebidas con datos ad hoc; han relegado a un segundo plano otros indicadores más reveladores y relevantes. Los más preciados los ofrecen las capas de hielo de los polos o;las de Groenlandia, donde las modernas herramientas de medición pueden descifrar la columna de hielo en forma de serie histórico-climática del planeta;porque han conservado en la nieve, compactada como hielo, diminutas burbujas de aire.
Por ejemplo, es posible medir con gran precisión el contenido de CO2 y de metano, CH4, en esas burbujas;y catalogarlas en función de la profundidad del hielo en las columnas de hielo extraídas determinando su antigüedad. Y dado que la temperatura de depósito de la nieve también puede determinarse científicamente; se obtiene un registro continuo de estos parámetros durante períodos de cientos de miles de años.
En este sentido, las muestras de hielo extraídas conforman una magnífica referencia para los científicos que estudian, en serio, la historia del clima; porque abarca los cuatro ciclos sucesivos de glaciación-desglaciación de los últimos cuatrocientosmil años. Su análisis ha confirmado que estos ciclos son ocasionados principalmente por variaciones de la energía recibida del sol;según varía la órbita de la Tierra debido a complicadas interacciones gravitatorias.
Climatismo: Evidencia científica vs Dogma Climático
En el estudio de estos ciclos astronómicos – ciclos de Milankovitch-, la cuestión es averiguar qué papel amplificador puede haber desempeñado el ceodos atmosférico. Esta pregunta puede responderse mediante un sencillo examen de las relaciones causa-efecto bajo los principios de la lógica establecidos por Aristóteles hace dos milenios y medio.
Según el principio de no contradicción, una proposición y su contraria no puede ser verdaderas a la vez. Sin embargo, la evidencia paleo-climática demuestra que los periodos de altos niveles de ceodos no son anteriores a los períodos de temperaturas más elevadas sino que son posteriores y sistemáticamente más alargados.
Por consiguiente, si es la temperatura la que aumenta antes que aumente el ceodos y si los períodos de ceodos abundante duran sistemáticamente más que los períodos de elevadas temperaturas (es decir, que las temperaturas empiezan a disminuir mientras los niveles de CO2 se mantienen elevados), la lógica, esta vez sí, científica viene a refutar la creencia de una relación causa-efecto entre aumento del dióxido de carbono y aumento de la temperatura.
¿A qué puede ser debido esto? Sucede que la atmósfera contiene una cantidad minúscula de ceodos en comparación con los océanos, y que la solubilidad del ceodos en el agua disminuye al aumentar la temperatura por lo que se solubiliza menos ceodos en los mares. Por lo tanto, el nivel del CO2 en la atmósfera se ajusta a lo largo del tiempo, con retraso eso sí, a las variaciones de temperatura debido a los desfases temporales de la homogeneización química más lenta de los océanos.
Observen en el siguiente gráfico las líneas de CO2 y de temperatura desde hace 600 millones de años hasta el presente, y como no hay relación entre ellas. Hay veces que la tempèratura baja y el CO2 sube y viveversa, otros en que la temperatura sube y el CO2 baja, u otros de temperatura estable y el CO2 bajando o subiendo pero sólo hubo una época en que la temperatura y el CO2 suben – en el Pérmico superior- pero lo hicieron al unísono. Es decir, empíricamente, en base a los datos del tiempo geológico, no se demuestra relación causa-efecto entre la temperatura y el CO2.

Climatismo: Evidencia científica vs Dogma Climático
Un argumento de peso refuerza esta deducción. El metano es producto de la actividad biológica que viene a aumentar con la temperatura y se correlaciona perfectamente con ella. Si el ceodos contribuyera al calentamiento atmosférico, sus niveles deberían estar correlacionados con los niveles de metano. Sin embargo, esto no es así de ninguna manera.
Esta conclusión no entra en contradicción, en absoluto, con la existencia del ligeros calentamientos observados en las últimas décadas. En efecto, los núcleos de hielo revelan la existencia de breves episodios de calentamiento, muy numerosos, y cuya causa puede atribuirse a otros factores colaterales como las variaciones de la actividad solar. En definitiva, lo que ocurra en unas pocas décadas no sólo ofrece poca información sobre la evolución climática sino que esta puede ser errónea porque hay que observar los datos en periodos de centenas o decenas de miles de años.
Que los efectos del CO2 sobre el clima son mínimos no es, ni mucho menos, una conclusión nueva pero, claro, chocan frontalmente con el pretendido “consenso” sobre el asunto neurótico-climático de nuestros tiempos. Y así, la actitud dogmática de los climateros intenta desterrar cualquier idea heterodoxa que cuestione el dogma, enterrando lo evidente bajo descalificaciones ad hominem más que científicas. El rasgo más inquietante del debate sobre el clima es el deseo de descalificar de entrada al adversario arrastrándolo, o mareando el asunto, con otros temas no relacionados directamente con el problema de base, en lugar de ofrecerle contraargumentos críticos a los que este podría responder científicamente. ¡El consabido debate científico que la supuesta emergencia climática impide!
Sorprendentemente, el debate libre que ha sustentado el progreso científico ha sido sustituido por acciones propias de un totalitarismo dogmático como la difamación, el silenciamiento en los círculos científicos o académicos y la persecución del disidente bajo amenaza del ostracismo o la muerte civil. El propio Ortega y Gasset decía que si son pocos los de un lado en comparación con una multitud en el otro, lo sensato – y no sólo lo romántico- era ponerse del lado del más débil.
Climatismo: Evidencia científica vs Dogma Climático
FiN
El demonizado CO2 es crucial para la vida