El Blog de Petrusvil | Prosa Poesía

La covidocracia ha sido el canto del cisne del viejo poder reaccionario

30/01/2022

Escritor Español Petrusvil

Poeta, escritor, divulgador y analista.

Si está cansado de escritores mentirosos, melifluos o políticamente correctos. Si prefiere la prosa y la poesía con alma, sentimiento y vehemencia, la verdad transparente sin eufemismos ni tergiversaciones, entonces yo soy su pluma. 

Tiempo de lectura 8 minutos.
La covidocracia ha sido el canto del cisne del viejo poder reaccionario

Hoy en día hay una frustración masiva reprimida, junto con depresión, mala salud, dificultades financieras y un shock generalizado al descubrir que vivimos en un mundo donde la libertad ya no puede darse por sentada. Ahora sabemos que en cualquier momento pueden cerrar nuestros negocios, nuestros lugares de asueto, nuestras iglesias, y quitarnos el derecho a viajar o incluso a mostrar una franca sonrisa. Con cualquier pretexto. Absolutamente asombroso. (La covidocracia ha sido el canto del cisne del viejo poder reaccionario)

¿Se avecina una reacción violenta? Ya está aquí. Por ahora todo está tranquilo, pero no seguirá así. La clase dominante se ha jugado todo en esta mano. En los próximos años, redescubrirán que los gobernantes de cualquier sociedad deben contar con el consentimiento de los gobernados a largo plazo. Cuando se retira ese consentimiento, los resultados pueden ser muy imprevisibles, pero generalmente se mitigan en contra de los gobernantes y a favor de una nueva forma de hacer las cosas.

La covidocracia ha sido el canto del cisne del viejo poder reaccionario

Hay tres maneras diferentes de ver el curso de la historia.

La primera es que la historia recorre en una larga trayectoria que se dirige a un momento culminante. Cada momento de la historia nos dirige hacia ese estado final ineludible. Eso es de Hegel o Marx o de un montón de locos ideólogos que piensan en esa tradición milenaria. También algunas tradiciones religiosas apocalípticas mantienen esa visión. Esta visión del mundo, como un curso hacia lo inevitable hacia lo que nos conduce la corriente de los acontecimientos, el destino humano ha hecho más mal que bien.

En segundo lugar, están los que creen que la historia es un acontecimiento tras otro, sin ningún tipo de causalidad. Cualquiera que intente darle sentido está inventando espejismos que no no son reales. Este punto de vista fue sostenido por el filósofo inglés David Hume. Esta idea tiene algo de cierto, pero no tiene en cuenta ciertos flujos y reflujos observables en la historia humana.

Por último, en tercer lugar, están los que piensan que la historia es cíclica, con capas superpuestas de errores y aciertos, de bien y mal, de libertad y poder, de progreso y regresión, de mercados alcistas y bajistas, de recesión y recuperación, de centralización y descentralización, y estos ciclos son impulsados por el flujo y reflujo de las fuerzas dentro de las poblaciones que son las que les dan forma.

Se habrán dado cuenta por mi disertación que esta última es la visión que yo mismo sostengo. Me parece lo más realista y se ajusta como un guante a la mayoría de los hechos históricos conocidos.

La covidocracia ha sido el canto del cisne del viejo poder reaccionario

Permítanme algunas especulaciones sobre el panorama general.

Los dos últimos años se han definido por un paradigma monotemático: la centralización del poder. Ha ocurrido con la tecnología, ha afectado a la política, ha tenido también lugar en los mercados financieros. Hasta cierto punto, incluso en la cultura de los medios de comunicación, a pesar del auge de Internet que apuntaba a la libertad de expresión, se ha centralizado e impuesto un relato único e inamovible. Esta aglutinación de fuerzas centrípetas nos ha terminado sobrepasado a todos.

jAntes pensábamos que había alguna relación congruente e integral entre la vida privada y la vida política o pública, de manera que las aspiraciones de los gobernados terminaban influyendo en los actos de los gobernantes, hasta que de repente se ha derrumbado como una ensoñación de la que nos hemos despertado abruptamente.

lAntes creíamos que nuestros espacios sociales y digitales eran nuestros hasta que limitaron o prohibieron nuestra presencia en las redes sociales por disentir del discurso oficial mostrándonos a las claras que de ninguna manera son nuestros sino popiedad de las dictaduras tecnológicas.

Antes creíamos que la Carta de Derechos Humanos o nuestra Constitución nos protegían, que nuestros sistemas judiciales funcionaban – tarde y mal pero finalmente nos protegían de desmanes y abusos de poder-, que había ciertas cosas que no nos podían pasar por estar incursos en un Estado de Derecho y en la tradición pero, de repente, nos hemos encontrado conque ya no había límites al poder coactivo.

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Las instituciones del viejo poder político se encontraban contra las cuerdas

Lo cierto es que todas estas instituciones de poder político del viejo mundo se han encontrado contra las cuerdas durante los últimos diez o veinte años. Internet ha sido una fuerza masiva de descentralización y de liberación en todos los ámbitos de la vida: tecnología, medios de comunicación, gobierno e incluso el dinero. En las últimas décadas, hemos asistido a la desaparición gradual del viejo orden y a la aparición de uno nuevo que prometía potenciar a los individuos y a todas las clases sociales de formas nuevas que no habíamos visto antes. El acceso a la información y a las redes sociales estaba liberando y “empoderando” al individuo frente a las arcaicas instituciones de poder. La riqueza y maleabilidad de la población humana se encontraba con instrumentos muy prometedores que las situaban en ventaja contra todas las fuerzas pretéritas dominantes que la habían refrenado hasta ese momento.

Piensen en lo que internet suponía para el viejo orden y para los Estados. Significaba una pérdida masiva de poder de las élites y de los beneficios que este les reportaba. Significaba la transformación de la relación entre el individuo y el Estado, la liberación ante unos medios de comunicación que se habían sometido al poder, hasta podíamos decidir que tipo dinero utilizamos al margen de los bancos centrales (bitcoins u otros), qué normas podíamos o no obedecer, cómo aducar a nuestros hijos, con qué empresas comerciamos y con cuales no, etc. En otras palabras, la clase dominante o la gran élite – un término difuso e inconcreto pero que describe algo muy real- se enfrentaba a la mayor y más perturbadora amenaza en generaciones o quizás en muchos siglos.

Esta era la situación del mundo en 2019. Hasta Trump se dio cuenta de ello y ahí estaba, tuiteando como uno más y haciendo caso omiso del protocolo y de las reglas de juego político al uso y, en general, comportándose como un verso suelto dentro de la élite. El Brexit fue otro cataclismo que pregonaba la revitalización de las naciones frente a los entes plurinacionales de dominación.

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Las élites y los gobiernos sólo piensan en ellos, jamás en nosotros

La clase dominante tenía que hacer algo, algo grande, algo dramático que reasentara la situación, que les permitiera recuperar el control. Había que hacer algo para recordar a esas masas que se habían vuelto revoltosamente libres quién manda en este mundo. Por tanto, esos grupos poderosos que iban a perder y perder en ese nuevo orden descentralizado que advenía decidieron actuar. Reafirmarían su poder de forma que inspirara conmoción y temor. Las élites tenían que convencer a los gobernantes de que les siguieran la corriente para recuperar el control y finalmente lo hicieron.

El resultado fue lo que hemos vivido durante 22 meses, la pandemia era el acontecimiento perturbador perfecto para mostrar una exhibición de poder y control omnipotente. Todos hemos quedado traumatizados de una manera que nunca habíamos podido anticipar. Nuestros lugares de trabajo han sido interrumpidos o cerrados, nos han confinado y maniatado nuestra libertad, nos han impedido expresarnos libremente. Han conseguido acabar con las libertades civiles y religiosas durante casi dos años. Las libertades que todos creíamos tener ganadas y que no dejaban de crecer día a día fueron canceladas de forma dramática y sorpresiva. De repente retrocedimos mil años y “volvimos al medievo” un triste y amargo mes de marzo de 2020, .

En la primavera de 2020, toda la clase dirigente tomó el mando como un martillo pilón y nos encerraron, perdimos todas las libertades; y nos vimos, de repente, con los grilletes puestos en las muñecas y en los pies, como esclavos en un cargamento o como remeros atados a los bancos de sus galeras totalitarias remando sin sentido y sin rumbo al son de sus tambores, hacia ninguna parte.

No, no hablo de un complot sino de una confluencia de intereses, de un aprovechar una circunstancia o bien de provocarla – el coronavirus- y esto nació del miedo y la frustración de que el mundo estaba cambiando demasiado rápido y la gente “equivocada” iba a aterrizar en la cima del poder. En retrospectiva, parece obvio que la gran descentralización no conseguiría una retirada pacífica del viejo orden a sus cuarteles de invierno. Pero lo que ha ocurrido es, literalmente, una revolución de las élites desde sus instrumentos de poder coactivo.

Es mejor pensar en estos tiempos sombríos como un paréntesis en la historia, una pausa dramática en el progreso de la libertad, la prosperidad y la paz, pero sólo una pausa. Los bloqueos y los mandatos surgieron en última instancia de impulsos reaccionarios: El viejo orden político se volvió reaccionario. Y fue algo extraordinario de contemplar, sin duda. Pero hay un problema importante en todo el asunto: En realidad no lograrán sus objetivos.

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Un mensaje de esperanza

Permítanme explicar eso. Si pensamos en su objetivo de «recuperar nuestro poder», lo lograron, aunque sea temporalmente. Pero no es así como lo plantearon. Dijeron que detendrían y aplastarían un virus y que todo tu sacrificio valdría la pena porque, de lo contrario, morirías o tendrías tu vida destrozada. Ese programa, esa propaganda, ha sido un tremendo fracaso. En otras palabras, todo el asunto ha sido un error masivo en el mejor de los casos, y una completa mentira en el peor.

Mentir tiene consecuencias. Cuando te descubren, la gente no te cree en el futuro. Esta es la situación a la que se enfrentan actualmente las grandes tecnológicas, los grandes medios de comunicación, el gran gobierno, las grandes farmacéuticas y todo lo demás. Hacen gala de su poder pero no de su inteligencia y no se han ganado nuestra confianza. Todo lo contrario.

Por eso las semillas de la revuelta han sido plantadas tan profundamente y por eso ahora las plantas de la libertad están creciendo tan poderosamente. El objetivo principal será volver a poner en marcha el motor del progreso como lo hacía hace sólo dos años, volver al impulso del paradigma descentralista luchando contra ese impulso malsano del poder global. La tecnología que impulsaba ese paradigma no sólo sigue con nosotros, sino que ha sido probada y ha avanzado espectacularmente durante los bloqueos y los mandatos. Tenemos más herramientas que nunca para enfrentarnos y finalmente derrotar a la clase dominante que se hizo con tanto poder durante dos años.

Las herramientas y las tecnologías no pueden ni quieren desaparecer. Encarnan conocimientos que tenemos y conocimientos que miles de millones de personas en todo el mundo están dispuestas a utilizar. Todavía tenemos esas herramientas. Entre las más poderosas está la propia libertad: la humanidad no está hecha para estar enjaulada. Tenemos racionalidad, creatividad, aspiraciones y la voluntad de utilizarlas todas para mejorar nuestras vidas.

Así que sí, hemos vivido un enorme retroceso, empujado por elementos reaccionarios entre la clase dirigente, pero es probablemente una precuela de lo que viene después: una reacción contra la reacción y hacia una nueva etapa de progreso. Ciclos dentro de ciclos. Las fuerzas de la centralización han disfrutado de sus felices días campestres, y de una buena racha, pero las fuerzas de la descentralización están luchando de nuevo con buenas probabilidades de recuperar la narrativa de nuevo.

Es el progreso a través de la libertad contra el poder compulsivo reaccionario. Y, esa batalla nunca termina.

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FiN

Camioneros canadienses por la libertad