
Tabla de contenidos
- El humano antievolutivo: ¿Fue el cerebro una mutación genética?
- (FiN) El humano antievolutivo: ¿Fue el cerebro una mutación genética?
A pesar de sus muchas diferencias, todas las especies humanas comparten varias características distintivas. La más importante es que los humanos tienen un cerebro extrañamente sobredimensionado en comparación con los otros animales. Los mamíferos con un peso promedio de 60 kilogramos tienen aproximadamente un cerebro de 200 centímetros cúbicos. Los primeros hombres, de hace 2,5 millones de años, tenían un cerebro de 600 cc. Los sapiens modernos lucen un cerebro que oscila entre 1.200 y 1.400 centímetros cúbicos. Curiosamente el cerebro de los neandertales era aún mayor. El hecho de que la evolución seleccionara a favor de cerebros mayores nos puede parecer algo obvio hoy en día. Sin embargo no lo es tanto. (El humano antievolutivo: ¿Fue el cerebro una mutación genética? )
El humano antievolutivo: ¿Fue el cerebro una mutación genética?
Cerebro grande
Nada en la evolución hacía presagiar la aparición de homínidos con cerebros tan grandes, no parece cosa de la supervivencia del más fuerte o adaptable. De hecho el crecimiento del cerebro hizo a los seres humanos más débiles frente a amenazas exteriores durante millones de años hasta que, en conjunción con el bipedismo, concluyó en una superioridad de nuestra especie sobre todas las demás. Parece que no se trató de un proceso de selección natural sino de una mutación genética espontánea o causal, aunque la dilucidación de este asunto lo dejo para agnósticos o creyentes.
Estamos tan prendados de nuestra elevada inteligencia que asumimos que cuando se trata de potencia cerebral, mientras mayor sea mejor será. Pero si esto fuera así, los felinos también habían engendrado gatos con capacidad para hacer cálculos. ¿Por qué es el género Homo el único de todo el reino animal que ha evolucionado hasta tener esas “enormes máquinas pensantes”? El hecho es que un cerebro enorme supone un desgaste energético colosal para el cuerpo. Tampoco es făcil moverlo por ahí, ubicado como está dentro de un cráneo enorme. En Homo sapiens, el cerebro supone entre el 2 y el 3% del peso corporal pero, pásmense, consume el 25% de la energía que necesita el cuerpo cuando está en reposo. En comparación. el cerebro de los simios requiere solo el 8% de la energia.
Los humanos antediluvianos pagaron con creces el hecho de tener un gran cerebro. En primer lugar, necesitaban más tiempo para buscar comida y, en segundo lugar, sus músculos se atrofiaron al tener que dedicar un mayor aporte de energía al cerebro. Así los humanos tuvieron que desviar energía desde sus músculos hacia sus neuronas. No es en absoluto una conclusión inevitable que esto sea una buena estrategia para sobrevivir en la sabana. Un chimpancé no puede ganar al Homo Sapiens en enfrentamiento verbal, pero el simio puede despedazar al hombre como si fuera de cartón piedra.
Evidentemente, a posteriori, hoy en dia nuestro enorme cerebro nos compensa espléndidamente, porque podemos producir coches y armas que nos permiten desplazarnos mucho más deprisa que los simios y dispararles desde una distancia segura en lugar de pelear cuerpo a cuerpo con ellos. Pero coches y fusiles son un fenómeno extremadamente reciente.
Durante más de dos millones de años, las redes neuronales humanas no cesaron de crecer, aunque dejando aparte algunos cuchillos de pedernal y palos aguzados, los homínidos tenían muy poca cosa que ganar con ello. ¿Qué fue entonces lo qué impulso la evolución del enorme cerebro humano durante estos dos millones de años sin ganancia evolutiva aparente? Sinceramente, no lo sabemos.
El humano antievolutivo: ¿Fue el cerebro una mutación genética?
Cerebro grande y … andar erectos: La sociabilización
Otro rasgo humano extremadamente singular es que andamos erectos sobre dos piernas. Al poder ponernos de pie es más făcil examinar el horizonte de la sabana en busca de presas o depredadores, y los brazos que dejan de ser necesarios para la locomoción quedan libres para otros propósitos más exitosos, como lanzar piedras o hacer señales. Cuantas más cosas aprendían a hacer con las manos, más éxito tenian, de modo que la presión evolutiva ocasionó una concentración creciente de nervios y de músculos sutilmente ajustados en las palmas y los dedos. Como resultado, los humanos pueden realizar tareas muy complejas y laboriosas con las manos. En particular, puede fabricar y usar utensilios muy sofisticados. Los primeros indicios de producción de utensilios datan de hace unos 2,5 millones de años, y la fabricación y uso de útiles son los criterios por los que los arqueólogos reconocen a los humanos antiguos.
Pero andar erguido tiene su lado negativo. El esqueleto de nuestros antepasados primates se desarrolló durante millones de años para sostener a un animal que andaba a cuatro patas y tenía una cabeza relativamente pequeña. Adaptarse a una posición erguida era todo un reto, especialmente cuando el esqueleto tenía que soportar un cráneo mucho más grande. La humanidad pagó por su visión lejana y por sus manos industriosas con dolores de espalda y torticolis.
Las mujeres lo sufrieron más. Un andar erecto requería caderas más estrechas, lo que contrajo el canal del parto, y ello perjudicado, aun más, porque la cabeza de los bebés se estaba haciendo cada vez mayor. La muerte en el parto se convirtió en un riesgo considerable para las hembras humanas. Aquellas mujeres que parían antes, cuando el cerebro y la cabeza del niño eran todavía relativamente pequeños y flexibles, se adaptaron mejor y sobrevivian para tener más hijos. En consecuencia, la selección natural favoreció los nacimientos prematuros. Y, en efecto, en comparación con otros animales, los humanos nacen antes, cuando muchos de sus sistemas vitales están todavía sin desarrollarse completamente.
Un potro puede trotar poco después de nacer; un gatito se separa de la madre para ir a buscar comida por su cuenta cuando tiene apenas unas pocas semanas de vida. Los bebés humanos nacen desvalidos, dependientes durante muchos años para su sustento, protección y educación. Esta circunstancia sobrevenida de nuestro gran cerebro y nuestro andar erecto ha contribuido enormemente a las extraordinarias capacidades sociales de la humanidad. Criar a los niños requería la constante ayuda de otros miembros de la familia y de la comunidad.
¡Hete aquí “La comunidad”! ¡Y es que para criar a un humano “erecto y cabezón” hacía falta una tribu! Así pues, la evolución favoreció a los que eran más capaces de crear lazos sociales sólidos. Además, dado que los humanos nacen “no autosuficientes”, pueden ser instruidos, educados y socializados en mayor medida que cualquier otro animal. La mayoria de los mamíferos surgen del seno materno como los cacharros de alfarería salen del horno: cualquier intento de moldearlos de nuevo los romperá. Los humanos salen del seno materno completamente moldeables, es decir, educables. Pueden ser modelados con un sorprendente grado de libertad.
Aun así, tener un cerebro grande, usar utensilios, capacidades de aprendizaje y una sociabilidad compleja con ser ventajas enormes no hicieron del ser humano el animal más poderoso de la Tierra. Los humanos no gozaron de todas estas nuevas ventajas a lo largo de dos millones de años, durante los cuales siguieron siendo criaturas débiles y marginales. Los que vivieron hace un millón de años, a pesar de su gran cerebro y de sus utensilios líticos afilados, vivían con un temor constante a los depredadores, raramente cazaban caza mayor, y subsistían principalmente mediante la recolección de plantas, la captura de insectos, la caza al acecho de pequeños animales y comiendo la carroña que dejaban otros carnívoros más poderosos.
Uno de los usos más comunes de los primeros utensilios de piedra fue el de romper huesos con el fin de llegar a la médula. Algunos investigadores creen que este fue nuestro nicho original. De la misma manera que los picos carpinteros se especializan en extraer insectos de los troncos de los árboles, los primeros humanos se especializaron en extraer el tuétano de los huesos. ¿Por qué la médula? Bueno, observemos a una manada de leones abatir y devorar una jirafa. Esperamos pacientemente hasta que han terminado. Pero todavia no es nuestro turno, porque primero las hienas y después los chacales (y no nos atrevemos a interferir con ellos) aprovechan lo que queda. Solo entonces nosotros y nuestra banda nos atrevemos a acercarnos al cadáver, miramos cautelosamente a derecha e izquierda, y después nos dedicamos al único tejido comestible que queda: ¡La médula ósea!
Esto es fundamental para comprender nuestra historia y nuestra psicología. La posición del género Homo en la cadena alimentaria estuvo, hasta fecha muy reciente, firmemente aposentado en la mitad de la cadena alimentaria. Durante millones de años, los humanos cazaban animales pequeños y recolectaban lo que podían, al tiempo que eran cazados por depredadores mayores. Fue solo hace 400.000 años cuando las diversas especies de hombre empezaron a cazar presas grandes de manera regular, y solo en los últimos 100.000 años (con el auge de Homo sapiens) saltó el hombre a la cima de la cadena alimentaria. Este salto espectacular desde la zona media a la cima tuvo consecuencias enormes. Que el hombre llegara a sacarle partido a un cerebro grande necesitó de doscientos cuarentamil años. Cuando el cerebro empezó a crecer ningún planteamiento evolutivo lo justificaba a corto y medio plazo en términos evolutivos.
El humano antievolutivo: ¿Fue el cerebro una mutación genética?
Cerebro grande, andar erectos y … la domesticación del fuego: La cocción de alimentos
Otro paso importante en el camino hasta la cumbre cerebrobípeda fue la domesticación del fuego. Algunas especies humanas usaron ocasionalmente el fuego hace 800.000 años. Hace unos 300.000 años, Homo erectus, los neandertales y Homo sapiens usaban el fuego de manera habitual y cotidiana. Ahora los humanos tenian una fuente fiable de luz y calor, y un arma mortifera contra los depredadores que les rondaban. No mucho después, los humanos pudieron haber empezado deliberadamente a incendiar sus inmediaciones. Un fuego cuidadosamente controlado podía convertir espesuras intransitables e improductivas en límpias praderas con abundante caza. Además, una vez que el fuego se extinguía, los humanos de la Edad de Piedra podían caminar entre los restos humeantes y recolectar animales muertos, frutos secos y tubérculos quemados.
Pero lo mejor que aportó el fuego fue su uso para cocinar. Aquellos alimentos que los humanos no podían digerir en su forma natural (como el trigo, el arroz y las patatas) se convirtieron en elementos esenciales de nuestra dieta convenientemente cocinados. El fuego no solo cambió la química de los alimentos, sino que salvó al hombre de enfermedades puesto que la cocción mataba gérmenes y parásitos que infestaban los alimentos. A los humanos también les resultó más fácil masticar y digerir frutas, nueces, insectos y carroña si estaban reblandecidos por su cocción: Los chimpancés consumen cinco horas diarias en masticar alimentos crudos, sin embargo, menos de una hora basta para los humanos comamos alimentos cocinados.
Así aconteció que el advenimiento de la cocción permitió ampliar la dieta alimentaria de los humanos, que dedicaran menos tiempo a comer, y que se necesitaran dientes más pequeños y, esto es muy importante, un intestino más corto. Algunos expertos creen que hay una relación directa entre el advenimiento de la cocción, el acortamiento del tracto intestinal humano y el crecimiento del cerebro humano. Puesto que tanto un intestino largo como un cerebro grande consumen mucha energia, es dificil tener ambas cosas. Al acortar el intestino y reducir su consumo de energía, la cocción abrió casualmente el camino para un mayor crecimiento del cerebro de neandertales y sapiens.
El fuego abrió también la primera brecha importante entre el hombre y los demás animales. Cuando los humanos domesticaron el fuego, consiguieron el control de una fuerza obediente y potencialmente ilimitada. Los humanos podían elegir cuándo y dónde prender una llama, y fueron capaces de explotar el fuego para gran número de tareas. Y más importante todavía, el poder del fuego no estaba limitado por la forma, la estructura o la fuerza del cuerpo humano. Una única mujer con un pedernal o con una tea podía quemar todo un bosque en cuestión de horas. La domesticación del fuego fue una señal de lo que habría de venir.
Conclusión
Si el crecimiento del cerebro hubiera sido una consecuencia puramente evolutiva, o de adaptación al medio o de supervivencia, cualquier especie hubiera optado por ello, como el mejor camino adaptativo no solo hacia su mejor supervivencia sino hacia la dominación de las otras especies pero esto no ocurrió así, sólo una especie optó por ese camino: ¡El hombre!
Nada en la teoría evolutiva de las especies hacía presagiar la aparición de homínidos con cerebros enormes, no parece cosa de la supervivencia del más fuerte o adaptable sino de una mutación genética inesperada, espontánea o causal. ¿Qué fue lo qué impulso la evolución del enorme cerebro humano durante más de dos millones de años sin ganancias evolutivas aparentes? Sinceramente, la ciencia no lo sabe.
(FiN) El humano antievolutivo: ¿Fue el cerebro una mutación genética?
FiN
Decálogo para convertir a su hijo en un delincuente