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Los neoanalfabetos de hoy – Pedro Salinas

08/06/2021

Escritor Español Petrusvil

Poeta, escritor, divulgador y analista.
Tiempo de lectura 9 minutos.

Tabla de contenidos

Los neoanalfabetos de hoy - Pedro Salinas

Los neoanalfabetos de hoy – Pedro Salinas

Propongo modestamente, en este ensayo, que se reconozca existencia a dos tipos de analfabetos de hoy los puros y los neoanalfabetos –Pedro Salinas.

Nota de Petrusvil: Poco ha cambiado desde que lo describió Salinas. La tecnología ha traído la televisión, internet y los teléfonos inteligentes pero el perfil del neoanalfabeto que describe sigue siendo el mismo.

El analfabeto puro y el neoanalfabeto

El uno es el analfabeto puro, el clásico, el analfabeto de natura, que sea, por la causa que sea, no sabe leer. Este analfabeto puede ser persona trágica. Y es su tragedia que poseyendo, acaso, su alma virtudes innatas para ser de excepción; si el laboreo de las ideas hiciese germinar aquellas virtudes se queda baldío, por carencia de letras y cultivo. Siento por esta clase de analfabetos respeto, simpatía y admiración en sus casos. Basta andar un poco por las parameras castellanas o los olivarés de Andalucía, si de mi tierra se trata, para dar con analfabetos que resultan ser, en cuanto se les conoce, personas tan cabales en su humanidad, tan dignas en su conducta y tan atinadas en su juicio como muchos hombres rebosados de instrucción.

El otro es el analfabeto que convendría țitular impuro, contrahecho, artificial, criatura de la educación moderna. Que se alza, sin darse él cuenta, frente a ella, como el máximo acusador de sus fallas. Dado que sabe leer, y que, sin embargo, sigue siendo humanamente analfabeto, le denomino el neoanalfabeto.

El neonalfabeto se encuentra en dos grandes clases: la de los analfabetos totales y los parciales.

Los neoanalfabetos de hoy – Pedro Salinas

El neoanalfabeto total

El primero es el que después de haber aprendido a leer, capacidad lectora, salvo en lo estrictamente indispensable: el regazo. Si se trata de divertirse y salir un poco, a la puerta está el coche, el cine a la vuelta de la esquina y la pelicula rodando sin parar por la pantalla.

Antes, cuando no habíamos progresado bastante, todavía era menester leer algo en el cine: los títulos. Hoy día, gracias al cine sonoro, ha quedado eliminado este inconveniente; si no es por los pocos momentos en que desfila por la pantalla la puntual nómina de los claros varones y damas que han aunado sus gracias y talentos para la creación de la pelicula que se aproxima.

Como por el buen parecer hay que estar suscrito a un diario, este hombre se conforma con la convención. Lo cual, después de todo, no compromete a nada. Porque se puede muy bien abrir un periódico en nuestra época, ojearlo con cierto aire de suficiencia y no leer o leer apenas. Y es que los grandes diarios modernos, siempre a compás con el progreso, van aumentando día por día el espacio de la sección de tirillas o muñequitos; donde el dibujo alivia de casi todo el penoso esfuerzo de la lectura.

Este hombre ha sellado el pacto infernal que le propuso arteramente el demonio de las imágenes. Entrégame tu facultad de leer, y yo, en canje, te colmaré de seductoras estampas en negro o en color, paradas o en movimiento; que ésa es la vida de verdad, vista con tus ojos y no interpretada a través de los embelecos de la letra.

Y así, este neoanalfabeto de lo gráfico; se salta diestramente a la torera toda la mole originada en el genio y en el ingenio de Gutenberg. Es decir, el mundo de lo impreso; y como su antepasado paleolítico, en Altamira, se atiene a las imágenes. Si ve, en el escaparate de una librería, algún volumen que le mueve la curiosidad; por ejemplo, El Banquete, de Platón espera confiado el día, de seguro ya a las puertas, en que lo pongan en película; con las mejores estrellas de Hollywood, o se lo apropie un dibujante para una nueva serie de muñequitos.

Los neoanalfabetos de hoy – Pedro Salinas

El neoanalfabeto parcial

El especialista

Pasemos ahora a los neoanalfabetos parciales, es decir, a los que todavía usan sus dotes de leer, pero reduciéndolas a la mayor estrechez. Caben casi todos bajo el generoso manto denominador del especialista.

Es el especialista que conoce una técnica de laboratorio, si es químico o biólogo; o que se ha dedica estudiar el uso de las preposiciones en el dialecto aragonés. Aquellos que cuando uno le habla, por ejemplo, de ir al teatro; a ver una tragedia de Ibsen, contesta: «Mire usted, yo estoy siempre metido en lo mio. No tengo tiempo para esas cosas.» Al decir esas cosas nos mira con conmiseración, como a párvulos que aun no alcanzaron plena conciencia.

Cuando voy al teatro es a ver una cosa ligerita, para distraerme. Y si se le propone la lectura de una novela de Proust o de un ensayo de Santayana; se reviste de un aire de dama virtuosa ante una insinuación vagamente deshonesta: No puedo. Yo no leo literatura. Y en el vocablo literatura condensa él todo lo que no sea tratados, monografias o tiradas aparte de su especialidad. Y lo gracioso es que lo dice con orgullo, pavoneándose de su analfabetismo.

Los neoanalfabetos de hoy – Pedro Salinas

El de profesión liberal

También los hombres de cartera, los que ejercen una profesión de las llamadas liberales, padecen en muchos casos el morbo del confinamiento intelectual en los linderos de su profesión. Leen, sí, Pero, deliberadamente, se abstienen de leer lo que no concierna a su oficio.

Recuerdo, en España, a un profesor de literatura, especializado en el estudio del tipo de criado en el teatro de Lope de Vega. Hombre de simples intenciones, pocas ideas y encarnizado trabajador. Nunca leía periódicos y esto era allá por el año 16, en plena guerra mundial- fundándose en la discretísima presunción de que eran sumamente escasas las probabilidades de encontrar en sus columnas dato alguno utilizable para su trabajo.

Todos conocemos yo los he conocide varias nacionalidades al médico que sólo permite que franqueen las puertas de su casa dos clases de impresos. Los volúmenes graves, encuadernados en pasta, de los tratados magistrales de la ciencia médica; y, por otro lado, las livianas y volanderas de actualidad, en número de seis o siete. Que después de ser leídas durante una semana o dos por la familia pasan y no saldrán de allí mientras sus hojas se mantengan unidas; a la sala de espera para solaz de los pacientes en expectativa de recibo.

También conozco a sociólogos que nunca descenderán de las relativas alturas de Toynbee, Spengler o Pareto; y declaran, con repulgo de los labios, que ellos no leen novelas; precisamente ese género literario que tiene por tema fatal los encuentros, guerras y paces de los hombres en sociedad.

Hay otros neoanalfabetos parciales que reducen su lectura, no ya por motivos profesionales, sino por inclinación preferente a una cierta actividad; o por simple afición o gusto individual particularizado. Tengamos, por ejemplo, el político, ya sea de radio local, nacional o internacional. Es consumidor infatigable de articulos de fondo; noticias de actualidad o ensayos sobre problemas del momento. Y alguno que otro libro de avisados reporteros que, en las tres o cuatro semanas que tardan en dar la vuelta a un continente; se dan el arte de recoger todas las palpitaciones y angustias de sus naciones, y las comunican generosamente al mundo. Las ideas recogidas en sus lecturas son inmediatamente puestas a funcionar en la tertulia; en la mesa del café y echadas a pelear con los vecinos, con tanta furia y valentía como gallo de lidia.

Los neoanalfabetos de hoy – Pedro Salinas

El lector de revistas y magazines

Los kioscos o puestos de periódicos en plena calle, que suelen adornar muchas ciudades, como París, Berlín o Madrid, vistos a lo lejos, y con ojos entornados, parecen grandes flores de corola multicolor. Las portadas de las revistas y magazines expuestos traen cada cual su tono a la rica policromia del conjunto.

Pues bien, así como la abeja revolotea en torno a la pomposa flor, así hay una especie de neoanalfabeto parcial que ronda alrededor de los puestos de prensa y extrae de ellos todos los ingredientes requeridos para labrar la miel de su vida intelectual.

Es el hombre que no lee libros: el fascinado por la varièdad de títulos de revistas, y, dentro de sus sumarios, por la variedad de temas de sus artículos. Neoanalfabeto es éste digno de simpatia y merecedor de rescate; no ahorra esfuerzo a la lectura, antes lo despilfarra. Lee mucho. El pobre vuelve a su casa con un rollo de revistas bajo el brazo, y gasta horas y horas de la noche en su lectura, sin sacar mucho más de lo que saca el niño que a su lado pugna por juntar piezas del rompecabezas, sin llegar nunca al dibujo total, al cuadro entero donde cada cosa está en su sitio.

Aún se agrava y entenebrece el mundo de este pobre lector si añade a las revistas originales la compra y lectura de las revistas digestivas o de rumia, confeccionadas con artículos de aquí y de allá, y que se adornan como con plumas de pavo, con títulos que responden a la idea de selección o antología, espejuelo que atrae a millones de incautos.

La tarea de este lector mueve a compasión. Porque cuanto más lea, más y más se pierde en ese mar sin límites, que cada semana crece unos metros en altura y que no tiene litorales discernibles. El lector de un libro sabe dónde empieza y acaba su faena, puede descansar, tomarse vacaciones. El lector de revistas, y más si es suscriptor, se siente perseguido como por nuevas Euménides, por estas terribles criaturas de las semanas, las quincenas y los meses. (Nota: Hoy estos se asemajan a los lectores de las Redes Sociales o de la web)

En cuanto afloje un poco en su ración de lectura se queda atrasado, se le vienen encima los números de la semana próxima, se le acumulan con los de la anterior, y para mantenerse al ritmo de producción de las redacciones y de las imprentas tiene que llegar a sacrificios titánicos. Cien autores escribiendo para veinte revistas le azuzan, le acosan como jauría infatigable tras la liebre, a la que no dan punto de reposo.

Los neoanalfabetos de hoy – Pedro Salinas

Los artistas y poetas

De señalar son también los neoanalfabetos artistas, Pintores hay que consideran que la pintura es la sola y única forma de tomar contacto con el mundo, de conocerlo en su realidad y de trasladarlo al arte. Una frase no podrá nunca lo que una pincelada. Tienen la pintura por función autónoma, que nada puede sacar de la cultura del pensamiento. La vida se expresa toda en colores, volúmenes, formas. (Aunque Leonardo dijo que la pintura es cosa mental.)

Hay también el neoanalfabeto poético, masculino y femenino. Considera éste que, si bien es escritor, su modo de escritura es un don celestial, sin parentesco alguno con el ejercicio del discurso intelectual, ni necesidad de más nutrición para el alma que la que le dispense la providente inspiración.

Tampoco es de recibo para éstos ninguna idea de aprendizaje o modelo, derivada de obras ajenas. A más de uno he oído decir que no quería leer demasiadamente, por miedo a perder su personalidad. Cuando es lo cierto que la maestría y originalidad poética se asemejan a la maestría natatoria en que sólo se puede aspirar a ellas sabiendo hundirse y bucear en un medio ajeno, en muchos mares, y salir luego más dueño de sí y de sus movimientos que antes.

Muchos de los analfabetos poéticos condescienden a la lectura de algunas obras de poesía, y hasta una novela que otra. Pero se arredran, con gesto de melindre y desdén, frente a la obra de tonalidad filosófica o social, a la que tienen por totalmente incapaz de relación con nada poético. Como si el alma no lo hiciese todo uno, y como si la flor se negase a ser nutrida de jugos de la tierra y agua del cielo, a pretexto de que no son bastante delicados, y exigiera crecer en terreno abonado con pétalos y regada por agua de perfumería.

Conclusiones

Salgamos de esta incompletísima galería de figuras neoanalfabéticas, camino de algunas conclusiones permisibles. La primera es la necesidad de un alerta constante frente al equívoco que late en la palabra leer, y por ende en expresiones como aprender a leer, saber leer. Palabras de muchos fondos, y dificil de sondeo, nada sería más peligroso que darse por contento con verla por su haz, en su concepto más superficial, o sea, simplemente como la capacidad de entender el significado más aparente de la letra escrita.

Cierto que la posesión de ese sencillo arte mecánico saca al hombre de su analfabetismo natural, y le habilita para extender su potencialidad humana hasta límites fabulosos. Pero si no se emplea esa aptitud para ensanchar las potencias del alma, para impulsar al individuo hacia la plenitud de su ser espiritual, el que la posea se hallará en una situación paradójica, al parecer, por las palabras, pero profundamente cierta: la de ser un analfabeto que sabe leer. Se le ha extraído de su analfabetismo puro, pero por desuso o abandono de la facultad de la lectura y lo que ella acarrea empieza a funcionar en su naturaleza una fuerza de regresión que le devolverá antes o después al punto de partida: a su analfabetismo espiritual.

Los neoanalfabetos de hoy – Pedro Salinas

FiN

Los neoanalfabetos de hoy – Pedro Salinas

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